lunes, octubre 30, 2006

Primera noticia de Marbella



En el momento en que escribo estas notas, mi padre está en Afganistán, como sargento de la Legión, y yo acabo de cumplir dieciocho años, en su ausencia. Lo digo, porque me siento culpable como de haberlos cumplido mientras él está fuera; se fue dejándome hecho un crío de diecisiete y volverá viéndome como un tío. O eso creerá. Las culpas me vienen en realidad de las pajas, casi continuas, que me dejan la cabeza como un bombo, una noche y otra, o una tarde y otra, con ducha o sin ducha. Mi padre batiéndose el cobre por la familia (por el plus) y yo en plan pajero, como desde el principio.

Me pongo frente al espejo y me parece que me va a tragar, en sus aguas negras. Me veo y no me veo, veo mi cara y no me gusta, pero lo que quiero ver es otra, la cara de una mujer, para decirlo claro, veo mi pecho delgado y liso y quisiera ver en él dos pechos como dos montecillos, lo que no hay, y quisiera que hubiera unas manos de un hombre fuerte y grande, un marine, agarrándome por la cintura y ya a etas alturas la paja es inevitable, y quisiera no tener que hacérmela, porque entonces me hace ver que no soy una mujer como la que quisiera ser y me rompe todo lo que me estoy figurando.

Acabo derrotado y exhausto y de ahí viene lo de la culpa, porque todo esto podía ser bonito, pero así, es feo.

Nadie sabe nada en casa. Qué van a saber, si ni siquiera me travisto, no me he travestido en la vida, cuando necesito escenografía me arreglo con dos toallas de colores y cuatro trapos. La figura que quiero que sea la mía está tan clara y tan fija en mi cerebro, que cualquier travestimiento la desfiguraría.

Me veo alta -soy alto, uno ochenta-, y delgada, como soy, moreno como soy y los ojos grandes y negros -como lo son-, a veces destellantes de alegría y otras algo tristes, pero suaves. Creo que soy así o por lo menos quiero ser así.

De nombre, primero pensé en Miranda, por La Miranda, de "Stonewall", una peli que a veces he visto llorando y otras pajeándome, pero al fin y al cabo es el nombre de otra, por lo que prefiero llamarme Marbella, un nombre que ya usan las muchachas en Venezuela y que me parece majestuoso y bello, un nombre de mujer pálida con largo cabello negro, demasiado adulto para mí, que no me veo así, pero un nombre también ambiguo -me imagino un aventurero llamándose Marbella Joe, lo mismo que una actriz glamourosa de los cincuenta , que se llamaría Marbella Jane-, y por tanto es un nombre que me conviene, porque es un nombre del mar y también puede sonar a apodo cuartelero, porque lo que yo quiero es ser militar profesional, en la Legión, en Afganistán o en Santa María La Más Lejos, pero siendo ya mujer, una mujer con el casco y los visores y el uniforme de camuflaje y el equipo entero, cargado por delante y por detrás; sería apenas distinguible de un hombre, pero sería una mujer, con el pelo recogido en una coleta, que es lo reglamentario, y en mis papeles poniendo Marbella, de manera que me llamen así lo mismo los que me vean como un hombre y un supermaricón (lo acepto con gusto) que los que me vean como una mujer de verdad.

Ah, tengo que decir en esta primera nota que soy un tío virtual. La transexualidad me ha aislado y, fuera de ir al colegio, no salgo de mi cuarto ni del ordenador, siendo de noche o de día, haga frío o calor. En la red uso mis nicks, siempre de trans y me bajo todas las pelis de temática trans. Pero ahora, tengo ya que empezar a materializarme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...agarrándome por la cintura y ya a estas alturas la paja es inevitable, y quisiera no tener que hacérmela, porque entonces me hace ver que no soy una mujer...

Cuando una persona quiere o necesita pajearse, soñando o necesitando ser quien es, se pajea tranquila y placenteramente, lo contrario es antinatural.

Y las mujeres en cualesquiera de sus formas también se pajean, y las que digan que no, mienten como unas bellacas

Un beso