jueves, marzo 27, 2014

UNO


Dios, Deus, es el nombre que damos a la Unidad de la Realidad, lo que la une (por ejemplo, el Universo sigue las mismas leyes físicas), que no esté dispersa, algo que la conciencia humana necesita pensar y sobre todo, sentir.

Por eso se habla de sentimiento oceánico, a la orilla del mar, o cósmico, cuando de noche nos hallamos ante el casi infinito de las estrellas, que empieza aquí mismo. Pero todo eso es casi. Todos queremos más. Nuestra mente está hecha para desear sumirse en el Infinito de verdad, lo Perfecto (la Belleza Perfecta, el Amor Perfecto, el Placer Perfecto, la Fiesta Perfecta), lo Absoluto, lo Redondo. La realidad material nos decepciona por lo menos un poco. Queremos más.

Parece que estoy hablando sólo de nuestra mente, pero nuestra Mente es el Observador de la Materia Cuántica, que crea los hechos cuando los mira. Estoy hablando, por tanto, de Física.

La Unidad, según Buda, es indecible. Prefiere hablar de ella en negativo: no es esto o lo otro, no es siquiera, no tiene nombre. Yo prefiero hablar de ella en positivo, se escapa entre los dedos, pero es.

Quizá la Unidad es el sentido, lo que da sentido a todo. La Lógica de todo. 

Por ejemplo, la Unidad es lo que lo une todo, por tanto también es la del Bien y el Mal, o está Más Allá del Bien y el Mal… El Bien y el Mal llenan nuestras vidas (para el mal, mirad las noticias en televisión)… Todo es parte de la Unidad… Esta información, a la vista de lo que se ve, es terrible… da terror. Nos puede llegar lo uno o lo otro. 

¿Por qué vamos a pedir que venga sólo lo uno, cuando en la Unidad está lo uno y lo otro? Quizá sólo podamos mirar y esperar a comprender el sentido.

También nuestra Mente sabe que no somos el Absoluto, sino lo Relativo. A nuestra relatividad le conviene el Amor y le daña el Odio. Para los humanos es bueno el Amor que cuida y es malo el Odio que destroza. 

Uno comparte y otro separa. En el Odio hay una parte de amor, el narcisista hacia sí mismo o hacia los suyos. Lo mismo que hay el deseo de la Fiesta Absoluta, hay el ansia insaciable del Daño Absoluto. 

Sin embargo, en el Amor no hay una parte de odio, sino el asombro, y el ansia de sentido.

Mi familia



He tenido en la imaginación a unos Delfines, nadando en aguas profundas, participando en ese ballet formado cuando acometen a un banco o cardumen de Sardinas o Boquerones u otros pececillos que giran en sincronía.

Toman sus vidas para alimentar la suya.

También se defienden en grupo, dando fuertes topetazos a los feroces Tiburones que se atreven a atacarlos.

Forman sociedades que se comunican fuertemente entre sí, con un complejo lenguaje de chirridos, silbidos, yo no sé, algo extraterrestre (= fuera de la tierra firme) En medio del grupo, nadan algunas madres acompañadas de cerca por sus pequeños.

Trato de saber lo que es de ley natural y lo que no, para los Humanos. Somos racionales, menos instintivos, y tenemos que pensarlo, aunque a veces nos equivocamos... eso es ser humano... tenemos que ser disculpados de nuestros errores...

Puesto que hablamos de algo natural, tenemos que meternos en la Naturaleza, en el Reino de los Animales, para estudiar cómo viven, y entendernos así a nosotros, en cuanto que somos Animales.

Lo primero que suele funcionar en ellos es el llamado Instinto de Conservación, tanto individual como, en según qué casos, colectivo.

Sentimos ese instinto como hambre o sed, que nos obligan a reponer lo que necesitamos, y lo que es más duro, los Animales agrediendo por necesidad a otros seres vivos, vegetales o animales, aunque la sensación de saciedad modera nuestras agresiones.

También tenemos unos Impulsos de Reproducción, que nos llevan a tener hijos, de manera impulsiva, objetiva, aun sin entender lo que estamos haciendo, derramando por ejemplo los Peces miles de óvulos en los mares, cuyo olor, supongo, excita en los machos el derrame del esperma, que los fecunda sin que madres ni padres tengan noticia alguna de lo que ha pasado.

Pero en las Mamíferas, hechas para cuidar a sus hijos dentro de sus mismos cuerpos, también existe el impulso de cuidarlos cuando nacen, lamiéndolos, limpiándolos, y dejándoles mamar y seguir junto a ellas mientras lo necesitan.

Por cierto, hay por lo menos una especie en la que son los machos los que se quedan preñados y luego paren: en los preciosos Caballitos de Mar o Hipocampos, que son Peces, primero el macho fecunda a la hembra, y luego ésta, mediante un pene, pone los zigotos u óvulos fecundados en el vientre del macho, que empieza su preñez y llega al parto. No sería imposible que en algunos Extraterrestres (= de fuera de la Tierra) sucediera lo mismo.

El Instinto de Conservación, los Impulsos de Reproducción, al actuar en nosotros, los Animales, pueden llevarnos o no a formar sociedades, para mejor defendernos, para mejor reproducirnos. Hay Animales bastante solitarios, como los Tigres. No hay reglas generales, porque sus primos, los Leones (o mejor, las Leonas), son sociales.

Pero se puede decir que los Mamíferos Sociales hemos elegido la Sociedad como ley natural para nosotros.

Dentro de ella, las leyes naturales que las rigen son bastante diferentes. En las Leonas, los machos duermen y rugen e intimidan, pueden matar a las crías, y las hembras las defienden, también a rugidos feroces, cazan y supongo que llevan la vida social. En las poderosas Elefantas, los machos, una vez criados, son expulsados de la Manada, y viven solos y malhumorados y vuelven a ella sólo cuando el celo despierta el deseo de las hembras; son sociedades de madres con sus hijas e hijos, ayudadas por sus hermanas o primas para criarlos.

Las relaciones sexuadas son por tanto muy variables, según las especies, y no hay para regirlas más ley natural universal que la defensa de los hijos.

Hay Animales rigurosamente monógamos, como los Lobos y las Tórtolas, que forman parejas de por vida, pero la mayoría no lo somos.

En los Bonobos, parientes cercanos nuestros, la única relación estable es la de madre/hijo y su memoria es la bastante para que dure toda la vida. La sociedad bonoba agrupa por igual a machos y hembras, y la sexualidad entre todos y todas es libre, a ratos hetera, a ratos homosexual. Los varones (merecen este digno nombre de autoconciencia) no saben que son los padres biológicos de los niños y por tanto sus familias son sólo maternas. Los varones son más fuertes, pero más individualistas, y las madres son las que organizan la vida social.

Es un sistema bastante parecido al que vivimos los Humanos en las fases de nuestra cultura en las que hemos sido matrilineales, es decir, que hemos tenido en cuenta, como los Bonobos, sólo la relación madre/hijo, extendiéndola, por nuestra mayor memoria, a las abuelas, etcétera. En esas fases, parece que la sexualidad puede haber sido más despreocupada y que a menudo no se ha sabido muy bien la relación entre sexualidad y paternidad.

Por tanto, la única ley natural humana para la sexuación y la reproducción, es la relación madre/hijo. Las demás, son culturales, variables. Son culturales las familias patrilineales, sean monógamas o polígamas. Las familias formadas por mujeres. Las familias formadas por varones.

Cuando históricamente se ha implantado, como excluyente, el modelo patrilineal, el llamado patriarcado (que no ha existido siempre), como las familias patrilineales son precarias, por la inseguridad de la paternidad, los varones patriarcalistas (que no son todos) tienden a dominar y encerrar a las mujeres, y a atacar incluso a muerte a otros varones que no comparten su propósito de dominio, por ejemplo los homosexuales. Por tanto, es mejor un modelo como el actual, en el que se puede optar entre matrilinealidad y patrilinealidad, entre las relaciones heteras y homosexuales, entre las madres solteras y los padres solteros, todo ello cultural.

Los Humanos somos también Racionales, Animales Racionales. Entre nosotros, la ley natural se convierte en ley racional. Sabemos que la racionalidad nos obliga y a la vez es nuestra mayor fuerza. En una duda, cuando sabemos que algo es lo racional, lo lógico, nos sentimos obligados y legitimados para seguirlo. Si es de verdad lo racional, los otros humanos lo reconocerán, más pronto o más tarde, porque mejorará las condiciones de nuestra existencia, conscientemente además.

Es de ley natural y racional que personal y colectivamente deseemos proseguir nuestra existencia, extender nuestras vidas personales en lo posible, no extinguirnos. Es de ley natural y racional que protejamos a nuestros hijos. Es de ley racional que, para estos fines, elijamos libremente los medios, asociándose mujeres, asociándose varones, o mujeres con varones, uno con una, o una con varios, o uno con varias, como mejor nos venga, poniéndonos las personas más intersex, como yo, donde queramos. No hay nada natural que lo impida.

Ciertamente, mi familia sentimental es mi madre, mi abuela, mi bisabuela (muy matrilineal) Mi familia económica es la de mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo (bastante patrilineal) Mi familia personal son mis amigas y mis amigos, que me dais muchas alegrías y mucho cariño, aunque en mi caso no haya hijos. Que cada cual piense en cómo es su familia y cómo le gustaría que fuere.


En la ancianidad



He entrado en las grutas penumbrosas de la ancianidad y me encuentro ahora lo extrañamente bueno: la conciencia de la mortalidad.

(Cuando tenemos más tiempo por delante, nos consideramos inmortales)

En mi caso, reforzada por la conciencia de fragilidad: como tengo un angioma o cavernoma, una malformación cerebral quizá congénita, puede ser que de pronto me produzca un derrame con consecuencias de parálisis, o coma, o muerte…

Lo bueno de esto es que nos sitúa mejor en la realidad humana.

A mí me da ganas de trabajar. He llegado a un lugar y a lo mejor puedo llegar a otro.

¿En dónde estoy?

Lo más importante. Hace pocos años, recibí un regalo consistente en dejarme ver una parte del mecanismo del mundo, la de que mi voluntad puede querer lo que quiera, pero hay otra voluntad que me llevará a donde ella quiera. Puedo enfurecerme o aceptarlo, pero esto es lo que hay. Fue como si alguien me hiciera un juego de magia, o me gastase una broma. Lo más curioso es que usó símbolos de mi transexualidad, un espejito en forma de cajita redonda, unas medias, como si lo aceptara. Puede ser que le haga estas bromas a todas las personas, a muchas quizá en el momento de su muerte.

Otra cosa. Hace veintidós años, recibí otro regalo, esta vez humano, que me dio el punto de partida para enterarme de mi genealogía, muy bien, con mucho detalle; pues pasado el tiempo, he comprendido que su parte más interesante es mi modesta familia Pérez, de Loja, sobrenombrada de los Farfanes, porque creo que fue judía y seguro promasónica hasta 1874; y luego, católica y antimasónica, desde 1874. A mí me ha tocado descubrir sus orígenes… Y todo esto tiene mucho sentido.

Como yo he sentido desde mi niñez la pasión de la unidad (un juguete en el que poner todo mi corazón y no dispersarme… un dios), todo esto me ha ayudado a declararme judía… y tengo que ser antimasónica, porque lo masónico es el sistema, el capitalismo; yo tendré que ser antisistema, pero creyente. Judía en lo importante: apasionada por un único dios, ‘El o Eloah (luego Allah), no Ieoua (el de las cinco vocales)… librepensadora… racionalista… crítica respecto a la Biblia, en la que hay verdades y mentiras… despreocupada de ritos, ceremonias y festividades… y seguidora de las enseñanzas de Yehoshua ha Natzrathi, Mélej ha Yahudim, en dos puntos básicos: amar a ‘El sobre todas las cosas y al vecino como a mí misma.

En aplicación de esta segunda enseñanza, estoy en contra de una cosa, y a favor de dos.

Estoy moralmente contra la recomendación del aborto, de primeras, porque se aplica al niño y a la madre lo de “no quieras para otro lo que no hubieras querido para ti”. Creo que cada mujer, antes de tomar su decisión, debe pensar dónde está el bien y el mal, que existen realmente, porque cualquier decisión es buena o mala, acertada o errónea, y cuál bien es mayor que cuál mal. Esta decisión es independiente y más importante que cualquier disposición legal, que por otra parte acaba por dar derecho a vivir a ciertos niños y no a otros.

Más sobre quién debo querer como a mí misma. Como he sufrido lo que he sufrido, en mi caso desde los siete años, debo querer como a mí misma a las personas transexuales y en particular a las menores de edad, que están más indefensas. Es una cuestión de identidad, nada menos de qué eres, de cómo eres. “¿Tú lo sabes?”, dice mi amiga Merche; “yo lo sé”.

Y de manera bastante parecida, a las personas homosexuales. Me puedo figurar lo que sentirá un adolescente que se da cuenta de que se enamora de su compañero y no de su compañera. Incluso contra su voluntad. Y que todavía tiene que meterse en un armario, donde yo estuve tantos años. Es una cuestión de amor, y quisiera que pudiera vivir ese amor.

¿Y qué puedo hacer, en estas cinco cosas, mientras tenga tiempo?

Pues hablar de ellas.

Esta noche, me desperté a las cinco, me levanté, busqué algo para leer y entretenerme, la mano se me fue para una revista sobre filosofía, me figuré que iba a ser importante, y así ha sido. He sentido la necesidad de definirme, me he agobiado, pero he conseguido escribir mi definición en este artículo.


Contra el aborto



Kim Pérez

Yo no reconozco ninguna soberanía sobre mi conciencia, ni siquiera la de Dios, que me ha hecho libre para elegir el bien o el mal y atenerme a las consecuencias, y por eso tengo que decir que estoy en contra del aborto.

Digo también que ésta debe ser una posición moral y no legal, por lo que es imprescindible llamar a las conciencias, las únicas que pueden proteger a los niños.

Es inútil moralmente el esfuerzo legal. Supongamos que hubiera una legislación de cero abortos. Se vería sobre todo en la prohibición de las clínicas abortistas, privadas o públicas. La ley sería pura, y sus autores podrían decir que la responsabilidad sería de la madre. Se pretendería que el bien y el mal quedaran separados, nítidos. Pero esa separación neta no existiría en la conciencia de algunas mujeres, que dirían tener serias razones para abortar y seguirían abortando, y en malas condiciones.

Supongamos que haya, como hay, leyes de plazos o de supuestos. En todas ellas, se daría permiso legal para matar a ciertos niños. Por tanto, darían cobertura al intento de contentarse moralmente, confundiendo legalidad y moralidad. El seudocontentamiento moral es malo, pero no puede ser delito.

En cuanto se empieza a hacer leyes de plazos o de supuestos, empiezan las discusiones. ¿Diez semanas más? ¿Diez semanas menos? ¿Éstos deben vivir? ¿Éstos pueden morir? En todos los casos, a algunos podremos matarlos de acuerdo con la ley y aspiraremos a ser indiferentes, a tranquilizarnos moralmente por lo que sólo será legal. Éste es el seudocontentamiento del que hablo.

Por tanto, en estas cuestiones, yo no mezclo lo moral con lo legal. Es mejor la protección moral del niño, para que la mayoría de la sociedad comparta libremente su defensa activa y la de su madre; y pido que haya mucha más protección moral, mucha más ayuda práctica de la que hay, aunque ya hay alguna. Pero, en cuanto a lo legal, que haya libertad total. Mientras el niño esté bajo la dependencia de su madre biológica, mientras esté bajo su protección, guardado en su vientre, que ésta pueda decidir legalmente. En general, aborto libre, pero malo.

Sé que los defensores del aborto tienen razones para pensar que garantiza legalmente la libertad de la mujer. Es verdad, pero como decía al principio, se trata de la libertad moral de elegir entre el bien y el mal.

No se puede codificar el bien y el mal, porque cada cual los lleva en su corazón. Se pueden codificar conductas exteriores, no motivaciones interiores. Cuando se pretende que el aborto, en general, sea bueno moralmente, tengo que decir que, hablando en general, se puede hacer, pero legalmente.

No en general, sino en particular, es posible que, a veces, algunas mujeres hagan bien abortando. Sólo ellas sabrán por qué, sólo ellas tienen que saberlo. Yo u otras personas distintas de ellas no podemos atrevernos a juzgarlas. Sólo ellas, como todas las personas, tendrán que juzgarse. Y pueden absolverse.

Quiero añadir una experiencia personal de mi vida en el vientre de mi madre, que dicho sea de paso, tuvo que protegerme de los muchos abortos espontáneos que estaba padeciendo, mediante una hormonación que salvó mi vida, haciéndome transexual. Es un recuerdo muy intenso, una forma muy marcada, muy material, muy fijada, con gran definición, ocupando todo mi pensamiento: un gran tubo sale de mi torso, ancho como su mitad, amarillento, suavote (como el plástico), gira a la derecha, torna sobre sí, se entrelaza, sale a la izquierda, otro giro hacia el centro. Esta percepción se olvidó, pero la recordé en 1947, con 6 años, en medio de un sarampión con 39º, en el que me habían puesto la bombilla del lavabo de mi cuarto, cubierta con un trapo rojo, que atenuaba el resplandor. Debió de ser la luz roja, semejante a la del sol cuando atraviesa las manos, quizá la pared del vientre, la que despertase este recuerdo, latente hasta ese momento. Es el primer recuerdo que tengo de mi vida, que empezó antes de mi nacimiento.

Lo recordé sin entenderlo. Muchos años después, quizá con los cuarenta, entendí lo que significaba.

El parto fue largo, durando más de veinticinco horas, desde antes de las 3 del 13 al 14 de marzo de 1941, a las 4.32 horas. Mi tendencia a la claustrofobia, a la necesidad de liberación, puede derivar de él, habida cuenta de la intensa consciencia ya formada.


miércoles, marzo 26, 2014

De Berkeley a la Lógica




Kim Pérez



(Léase o recuérdese el experimento de las dos rendijas, por las que, al observar, pasan los fotones como partículas, y si no se observa, como ondas. Yo sé muy poco más de Mecánica Cuántica)



Yo soy el Observador cuántico que, cuando mira, ve las formas y, cuando no mira, sabe que vuelven a su vibración originaria. Hay por tanto dos planos en mí, el de lo que veo cuando miro, y el de lo que sé, cuando no miro. Pero todo ello se une en lo que comprendió el Obispo Berkeley: que todo lo que sé está en mi mente y no sé nada que esté fuera de ella. Si hay algo que esté fuera de mí, lo veo en la medida en que aparece dentro de mí, como una huella. 

Hablo yo y hablo dentro de mí con el lenguaje de la lógica. Esta gramática está en mí, pero no la he inventado yo, lo voy comprendiendo mientras vivo. Yo sé que puedo desobedecer a la lógica, pero que tengo que obedecerla por mi bien, porque es lo lógico. Esto parece una prueba de que hay en mí algo que no viene de mí, que me permite por ejemplo descubrir los dos planos de la observación cuántica. Por tanto, sigo la lógica. 

Lo unifico todo dentro de mí, porque está en mí, pero ver la lógica me hace deducir que hay algo grande fuera de mí y que por tanto hay una relación lógica entre ello y yo. Lo que hay fuera, puede ser plural, disperso, verdadero, engañador, divino, demoníaco, amante, odiante, sereno, angustioso, puesto que así son sus huellas en mí.

A veces me tranquilizo y a veces me retuerzo. Deben de ser muchas realidades, muchas cualidades. 

Pero si es una realidad dispersa, estará aunada, como todo, por la lógica, pues si no lo estuviere, no se podría ni siquiera pensar en ella, los porqués que sabemos preguntar desde niños no podrían tener respuesta; debe ser una porque yo me esfuerzo en comprenderla, por eso presupongo que tenga sentido. Mientras hable, es porque supongo que tiene sentido hablar. 

Sigo con la lógica. Si la lógica aúna es como una forma de amor, porque el amor es un nombre de lo que aúna. Es como si la lógica lo abrazase todo, incluso la disgregación, la dispersión, el odio. Aúna todo lo que veo en mí: todas mis percepciones y todas mis reflexiones, lo que parece dual, pero son sólo los dos extremos de un continuo, el bien y el mal, lo masculino y lo femenino, el acierto y el error, lo difuso del más o menos, que vio Zadeh, y algunos discontinuos que encuentro aquí y allá, como la vida o la muerte. 

La lógica, con ternura y con ironía, nos repite: “Todos sois uno bajo mí”.