Estoy ingenuamente orgullosa de que el centro de mi vida sea esta cueva de las maravillas o espacio interior al que llamo yo.
Pienso hasta que yo lo he descubierto, o por lo menos redescubierto, porque en nuestra cultura actual, pese a las apariencias, no es de lo que se habla.
Porque no me refiero a lo que soy yo por fuera, a lo que aparezco o aparento, a lo que represento, sino a lo que soy yo por dentro, cuando sólo yo me veo y sólo yo veo lo que hay dentro de mí.
Yo en la noche, en la oscuridad y el silencio, cuando sólo veo mis pensamientos y me doy cuenta de que pasan por mi cabeza y de que yo estoy aquí, pensándolos.
No es que lo uno venga sólo de lo otro, pero pienso que si eso es tan fuerte en mí, es porque soy trans, lo que me ha hecho sentirme por dentro en guerra con toda la realidad que había por fuera.
Sé que es necesario que cualquiera vea con facilidad su espacio interior, porque he descubierto con asombro entre mis alumnos que no siempre es así y que algunos están colgados de los hechos externos.
Por eso todos los años les he hecho ejercicios de introspección y a ellos les agradaban. Explicaré cómo:
Lo primero ha sido pedirles que se sienten derechos y cierren los ojos.
Lo han hecho. Enseguida, un ejercicio de relajación sencillo: poner la atención en los pies, sentirlos, luego las piernas, moviéndolas un poco para relajarlas, el torso, el cuello, haciendo algunos giros distensores, los hombros, se mueven, los brazos, las manos y sus dedos, puestos sobre los muslos, la cabeza, la frente que no esté fruncida, los ojos que estén cerrados sin presión, dejando entrar un hilo de luz, la boca entrecerrada con suavidad…
Llegados aquí, es el momento de prestar atención a lo que entra por los oídos. Sorprendente: los pájaros en la calle; una voz lejana; una moto; una tos en la clase…
Y entonces se pierde la atención al oído y se pone en el tacto: ¿qué notan mis pies… mis muslos… mi torso… mis manos… mis párpados… mis labios?
Y ahora se abandona la atención al tacto y se pone en mis pensamientos: ¿Los puedo parar? ¿Siguen fluyendo? En todos los casos, consigo lo que quería: veo mis pensamientos.
Incluso, ahora que me he relajado, puedo recordar también un momento o un lugar en que haya sido feliz, irme ahí con la imaginación, permanecer en ese paraíso un minuto o dos…
Y ahora, para salir de este estado de paz, invierto el camino, más ligeramente.
Primero presto atención a lo que toco o percibo, en orden inverso: mis labios, mis párpados, mi cuello, mis brazos, mis manos, mi torso, mis muslos, mis pies…
Luego, por unos momentos, a lo que perciben mis oídos…
Luego suspiro profundamente, dos o tres veces.
Finalmente abro mis ojos.
Entonces, los estudiantes van moviéndose, suspiran, distienden sus brazos, se miran unos a otros, tranquilos.
Han estado, muchachos y muchachas de dieciséis o diecisiete años, perfectamente en orden, callados, bien sentados, con los ojos cerrados.
Cualquiera que entrase en ese momento en el aula, no se podría creer lo que veía. Incluso, los he prevenido: “Si alguien abre la puerta mientras estéis relajados, no os alteréis”.
Al final, sonrientes, me han pedido que lo hagamos otro día. Unos humanos han descubierto el paraíso de la distensión y la introspección.
Una trans ha encontrado su fuerza en su interior.