lunes, febrero 19, 2007

Tengo identidad de género





Yo tengo identidad de género. Mi modelo es el chico del Café Flore, de París, lo que yo hubiera sido si hubiera podido: bellísimo, esbelto, elegante, delicado, ambiguo, moreno, de grandes ojos sensuales e inteligentes, un cuarenta por ciento en el continuo entre varón y mujer.

Ése era el tipo del muchacho que creía que me fascinaba, hasta que comprendí que si lo tenía en mi mente es porque era la figura idealizada de mí mismo.

(Mi verdadero interés por los hombres se despierta ante estímulos muy distintos: hombres más altos que yo; o figuras que me resultan paternales; o militares uniformados)

Las identidades se fundan en modelos externos que atraen porque desarrollan las propias potencialidades; esto es decir que yo siento que me parezco en alguna medida a mi modelo idealizado, aunque a la vez éste indica lo que yo querría ser, con realismo o sin él.

Estoy diciendo que mi realidad y mi idealización ha sido la de un muchacho bello y delicado, digno de ser deseado y querido por su belleza y su delicadeza (lo que es un sentimiento femenino)

Pero ésa era básicamente una identidad masculina, aunque matizada. El problema entonces era que el término de masculino sugiere la ausencia de matiz, la virilidad decidida.

Si yo hubiera querido adentrarme en la masculinidad sin matices, no hubiera podido, porque yo no soy así.

Pero era masculinidad sin matices lo que yo veía alrededor a mis dieciséis años y me sentía fuera de ella.

Ahí empezó mi disforia y, al faltarme cualquier referente de ambigüedad, se convirtió en transexualidad. No entendiendo que hubiera más que dos extremos, si no podía estar en uno, tenía que irme al otro.

Incluso, el deseo y después la tranquila aceptación de la operación pudo expresar la necesidad de irme de uno de los extremos, radicalmente, negando mi genitalidad, para poder afirmarme, sobre todo para dejar de ser varón como se es en los extremos, con mucha más fuerza que el pretender ser mujer.

Ahora la entiendo como la máxima expresión de que soy intergénero. No que me haya convertido en mujer, sino que la forma más innegable de mostrar socialmente que soy un varón intergenérico es haberme sometido voluntariamente a la emasculación.

Pero ahora, sabiendo lo que sé, posiblemente no hubiera sentido esa necesidad. Puesto que en nuestra cultura no se entiende la noción de varón intergenérico y se les suma simplemente a la de varón en general (por ejemplo en el acceso a los aseos) yo hubiera tenido que explorar todas las posibilidades de expresar lo intergénero, asumiendo por ejemplo (si hubiera podido) una vida profesional como travestí (palabra originalmente masculina: los travestis), que no renunciaría a su vertiente masculina aunque se maquillara y arreglara espectacularmente, como forma de expresión plástica o, por el contrario, vistiendo tan sobria y ambiguamente que no se supiera si era hombre o mujer, pero pudiendo ser visto como hombre, que es, al revés, lo que hago ahora mismo: soy legalmente mujer, pero visto de tal modo, que la mayoría me ven como “un hombre vestido de mujer”, aunque algunos me ven como una extranjera masculinota y grande, “una mujer que parece un hombre”.

Estoy en realidad entre dos aguas; donde se está en cuanto se afirma la ambigüedad, aunque mi equilibrio consiste en saber que estoy más cerca del extremo masculino que del femenino.

jueves, febrero 15, 2007

Resumen de mi experiencia





1º Identidad masculina sin fisuras hasta los siete años (pero formada en aislamiento respecto a otros niños), frente a la femenina de mi hermana.

2º Crisis de miedo ante las amenazas de un compañero, a los ocho años.

3º Falta intensa de homoafectividad: no tuve amigos que me quisieran ni a quienes pudiera admirar, sino que mis compañeros me rechazaron y yo los rechacé (porque intuirían mi ambigüedad)

4º Formación de tres fantasías de compensación: masoquista (miedo); ser príncipe (falta de autoestima); transexualidad (falta de autoestima; falta de homoafectividad)

La masoquista se extinguió por frustración y la de ser príncipe por otra frustración; la de transexualidad se reforzó por erotismo parafílico.

Pero la existencia de las otras dos, excluye que la de transexualidad sea específica. Fueron tres reacciones simbólicas frente a angustias reales.

5º Conciencia de la delicadeza o ambigüedad como definición de mi identidad.

6º No deseo a la mayoría de los hombres, en los que suelo encuentro un punto que los hace físicamente incompatibles conmigo.

Me impactan en cambio, incluso con un brusco toque de sensualidad, los muy altos, los muy distinguidos, los militares con uniforme elegante y también los que llevan uniforme de batalla y los que representan una imagen paterna.

7º Mi fantasía del amor a un muchacho ambiguo, en realidad es una proyección de mi misma imagen.

8º Carezco de sexualidad masculina (soy muy pasivo, no tengo impulso de penetración), lo que se une a mi ambigüedad (fácil llanto, hipersensibilidad…) como indicio de hipoandrogenia, que podría fundamentar mi repulsa por la genitalidad masculina madura.

9º El esquematismo bipolar de la cultura tradicional sobre la sexualidad me llevó a pensar “si no A, entonces B”, por lo que mi inadaptación, como varón ambiguo, al extremo masculino, me hizo querer identificarme al extremo femenino (mejor adaptado que al otro extremo, pero excesivo)

martes, febrero 13, 2007

La conferencia de ayer





Ayer tuve una conferencia en Nos, la asociación gay y lésbica de Granada que me es tan querida porque la fundaron mis amigos Pedro Mendoza y Jorge Puchol.

Hablé de todas estas cosas en público, lo que me obligó a hacerlas pasar el examen de la verdad que da el tener que ponerlas ante otras personas, vistas, presentes. Por eso voy a poner aquí lo que dije.

Empecé diciendo que en el género hay un factor biológico y otro biográfico. Este punto de vista es decidirse, porque la teoría de género que hoy predomina no reconoce en la práctica la parte biológica.

Llamo parte biográfica a los hechos que han ocurrido en la vida de cada cual y que la han marcado, sin poder quitarlos, porque son la historia personal.

Luego pasé a decir que el género va de un extremo masculino (Schwarzenegger) a otro femenino (Marilyn Monroe) formando un continuo, y que en la realidad realísima no hay sólo hombres y mujeres, sino intersexos, más o menos cerca de cada extremo.
Recordé que la cultura actual reconoce todavía sólo la existencia de hombre y de mujer, y se olvida de los intersexos, sin embargo igual de reales.

Añado ahora que la disforia viene de un conflicto o trauma con el sexo originario, que necesita una solución. Lo que dije fue que el conflicto puede venir de ser más o menos intersexo y ver que no se ajusta con el modelo A; pero también de ver que tampoco se ajusta con el modelo B, al que la simplificación cultural presiona para adaptarse.

Conforme lo decía, y para mis propias dudas, iba diciéndome que lo que siempre me he sentido es un varón ambiguo, porque lo soy, y que ésta es mi verdadera identidad, que me sitúa más o menos en el espacio de los intersexos y que me produce la disforia porque veo que no ajusto con el modelo A y también con el B.

Una muchacha americana, de piel lechosa y ojos quizá grises, observa entonces que si la sociedad fuera tolerante, abierta y reconociera la existencia de intesexos y su expresión normal, no habría disforia. Me quedé pensando y le dije que me parecía verdad, y de hecho que lo va siendo, en la medida en que vivimos en una sociedad mucho más abierta que la de hace treinta años.
Ella y otra muchacha española me dijeron que era pesimista, pero les hice ver que los avances suelen ser lentos, pero a veces seguros.

También dije que la idea de transexualidad viene producida por la antigua idea de “si no es A, entonces B”, pero que si se tiene en cuenta que entre A y B está lo intersexual, entonces se abren muchas posibilidades de expresión o de la intersexualidad o de la disforia, no sólo el pase de A a B.

Bueno, esto lo estoy viendo ahora mucho más claro de lo que lo dije ayer.

Lo que saqué de conclusión de mi propia conferencia (porque hablando clarificas tus propias ideas) es lo de que yo soy un varón más o menos ambiguo (también hablé de lo de más o menos), que siempre lo he sabido, que eso es lo que me ha producido la disforia, y que sé que no puedo ser del todo A, pero tampoco B, por lo que puedo quedarme en este terreno de lo intermedio, en el que de hecho estoy.

miércoles, febrero 07, 2007

Documento de identidad

No soy mujer ni ya quiero ser mujer. Soy varón, pero no quiero tener genitales de varón. Aquí he llegado. Ésta es la fórmula que, hoy por hoy, me describe y por eso digo: soy disfórico.

Lo puedo decir con la o , porque ya he culminado un largo proceso homosentimental de más de dieciséis años, en el que he aprendido a querer a los gays y a identificarme con ellos excepto en la sexualidad.

Por fin se ha formado en mí la barrera diferenciadora de las mujeres, que me pone lejos de su mundo, amándome en el mío, en la imagen de muchacho ambiguo, moreno, fino, absorto, sensible, herido, que fue la mía.

Amando a los que son como yo, porque veo en ellos mi reflejo especular, que ahora puedo reconocer que soy yo.

La negación de los genitales es la expresión de mi herida, ya gustosa porque me define y señala también mis límites frente al común de los hombres, con quienes tampoco quiero fundirme.

¿Podría llegar a no negar los genitales? Tendría que querer mucho a un hombre como yo para llegar a querer que mi cuerpo fuera como su cuerpo y entonces, sí, tal como estoy me diría "¡qué lástima!"

Pero déjame ver mi imagen en una foto, tal como ha sido, fuera de mí como si fuera otro muchacho hy dentro de mí, déjame reconocer su gracia y su belleza y que hago bien amándome justo por mi manera de ser, incluso tal como estoy, porque es una forma de decirlo.