miércoles, octubre 04, 2006

El piloto


Ser piloto es volar por un cielo limpio, el de la verdad, cuya hermosura transparenta la audacia con la que se emprende el vuelo.

No sometido a ninguna convención ni conveniencia, nada más que a la necesidad de verdad que para los humanos es como el agua en nuestro cuerpo.

Sabiendo que por el hecho de volar eres un piloto de guerra aunque no entres en combate.

Definidas, por el mismo hecho de estar en vuelo, unas convicciones que brillan dentro de mí como el sol en el aire azul de fuera, formando una trilogía distinta sobre lo que debemos buscar los humanos: verdad, libertad, amor perfecto.

No quieres que nadie sea tu enemigo por ello, sabes que todos lo necesitamos, pero aún así debe ser defendido y por eso estás en el aire.

Estás volando entre las islas del inmenso Mar del Sur. Cada una de ellas interrumpe la perfección del cielo luminoso y del aire nítido pero a la vez la confirma, es la realidad en la que hay que aterrizar.

Lo haces junto a un espejo de agua tranquila que refleja y repite el azul del cielo de otra forma, con sus ligerísimas olas profundas.

Enfrente, a un lado, se levanta un gran edificio de líneas cúbicas, blanqueado por el sol que pega en su poderosa fachada, que es la torre en la que trabajó mi padre y que sirvió como oteadero o punto de observación desde su alta azotea y que ahora tiene que ver contigo como hito de tu viaje.

Que ahora, cuando sigues el vuelo y te encuentras de nuevo en el infinito, tu medio natural, te llevará a donde no sabes.

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