sábado, mayo 12, 2007

Una recapitulación de las ideas a que voy llegando



Es preciso comenzar por la distinción entre sexo y género. Sexo es lo biológico, incluído lo conductual. Género es la construcción conceptual acerca del sexo, por tanto variable culturalmente.

La conceptuación más aguda de que somos capaces hoy muestra que el sexo es un continuo desde un extremo de virilidad (Schwarzenegger) a otro de feminidad (Marilyn Monroe), pasando por una variabilidad personal, de menos personas cuanto más definida intersexualidad, que forma una campana de Gauss invertida (debo esta imagen a Fátima Castiglione Maldonado)

Cada persona se sitúa en un punto u otro de ese continuo, más cerca de los numerosos extremos, más cerca del exiguo medio.

Pero los conceptos predominantes en nuestra cultura son binaristas, no continuistas. Entienden la existencia de sólo dos clases de personas, varones y mujeres, como dos bloques escindidos, y aunque se reconoce la existencia de intersexuales o hermafroditas, no se sacan las conclusiones teóricas debidas: simplemente se los ve como una excepción no relevante de la regla binaria (Es de notar que ni siquiera las estructuras XX y XY son binarias. Hay XO, XY sin el gen SRY, lo que propicia un desarrollo femenino, etc)

La realidad biológica se complica cuando se sabe que hay siete niveles del sexo (genético, cromosómico, gonadal, gonofórico interno, gonofórico externo, fenotípico, psicológico), según Gilbert-Dreyfus, todos los cuales pueden hallarse en lugares distintos del continuo masculino-femenino.

Por eso, el lenguaje científico no debería hablar de hombres y mujeres, lo que es una simplificación, sino de personas más o menos varoniles o femeniles (sería mejor usar los adjetivos que los nombres, por cuanto éstos forman sistemas binarios)

Hay la posibilidad de que las personas transexuales estemos biológicamente más o menos lejos de cada uno de los extremos del continuo. Pero al participar conceptualmente del código de género binario (un código penal en el que todos somos educados)lo que sentimos es el desajuste con el género asignado, produciéndose la disforia de género. Pretendemos entonces hacer la transición binaristamente de un extremo a otro: si no A, entonces B, olvidando que no estamos en ninguno de ellos.

Por eso es posible que, con el tiempo, no nos hallemos en A ni en B, simplemente porque no son realidades en el sentido simple en el que hablamos de ellas, sino conceptos, y nuestra realidad necesita el concepto de continuo.

Creo que es nuestra posición bastante intermedia en el continuo la que genera la disforia hacia el código de género vigente, de la que nacen las distintas formas de transición, que no son más que intentos de comprenderse.