domingo, agosto 26, 2007

Un punto de equilibrio




No sé, pero conviene no exagerar. Yo estoy fundamentalmente bien y tranquilo ahora, dedicado fundamentalmente a temas que no tienen que ver con la transexualidad: historia, filosofía, incluso genealogía.

Vivo equilibradamente y en líneas generales mi vida, incluso como transexual, es agradable.

Sólo que no puedo evitar los efectos de una disforia multiforme y plurivalente en cuanto me pongo a pensar sobre cuestiones concretas de género.

Claro, que hay una respuesta obvia: pues no le des vueltas a la cabeza sobre esas cuestiones. Si puedes vivir agradablemente, en líneas generales, dedícate a las cosas que te agradan, mantén la idea de cierta ambigüedad que parece que tiene su fundamento, y déjate de complicaciones...

Pues eso haré. Como digo, soy fundamentalmente una persona equilibrada aunque la disforia supona un foco de desequilibrio, turbulencias e interés. Bien, pues soy una persona equilibrada y disfórica. Y a otra cosa.

lunes, agosto 20, 2007

Vacío e imágenes



Esta línea de pensamiento, la de que soy un varón ambiguo, me lleva al desastre psicológico.

Porque no impide que la disforia reaparezca una y otra vez. Me encontré, anoche, gritando en silencio:

"¿Qué soy? No quiero ser varón; no quiero ser mujer; (o no puedo ser varón; no puedo ser mujer)

"¿Qué soy entonces?"

Buscaba con angusta una definición y no la encontraba, porque ni siquiera la de varón ambiguo me dejaba en paz. Y ya no tengo tan fuerte la parte de instinto hetero que me hacía senir con placer mi fusión con una imagen de mujer.

El vacío aparecía ante mi mente al querer definir mi género. "Sólo soy una persona, un alma". Pero es triste, llegar a eso. No se puede amar el propio cuerpo, cuando lo ves tan desencarnado, ni pensar en que alguien pudiera amarlo.

Esta mañana, me desperté no menos angustiadamnte pensando en el vacío de la noche anterior. Pero hacis fresco, que me ayudó a pensar de otra manera.

Hay dos solas imágenes que me son gratas para asumirlas como mías.

Una es la que llamo de la solterona y que veo como una mujer alta, cincuentona o sesentona o lo que haga falta, el cabello canoso y con poco trabajo de peluquería, ropa práctica, algo descuidada, más bien sobria, que vive sola o casi sola en una casa entre limoneros y lleva en la mano una gran carpeta con acuarelas que pinta con gran dedicación. Es decir, prácticamente yo.

Entonces, el pensaminto de esta mañana fue: "Pues si me gusta ser como la solterona, seré como la solterona".

Ya me salvaba del vacío, ya podía definirme de alguna manera, realista.

Incluso puedo entender así mi parte bi, aquélla en que me interesan los hombres. Porque, con la idea de ser un varón ambiguo, me explicaba que me gustasen los muchachos ambiguos, como imagen de mí, por homoafectividad. Pero la verdad es que no me interesan sólo ellos. También me atraen los hombres muy fuertes, muy fuertes, temibles. El temor pone en mí un cosquilleo de entrega.

Y también los muy altos, los que son más altos que yo, aunque ya sea decir. He observado que se me debilitan las corvas ante ellos. Y eso no es una reacción masculina.

La otra imagen que me gusta para entenderme bajo sus trazos es la de aquella foto del muchacho que estaba sentado en un amplio sillón, bajo una casera lámpara de pantalla (todo eso es importante para mí), sonriente cn una sonrisa que expresaba cierta melancolía y cierta alegría, guapo, cara más bien cuadrada, suavemente angulosa, cabellos negros ´caídos sobre su frente, elegantemente vestido con traje, chaqueta y corbata. Lo que me fascinaba es que había sido educado como niña, por una cuestión de intersexualidad, hasta que a los dieciséis o dieciocho años sus genitales habían descendido espontáneamene.

Lo que me atrae de esa imagen sé que es la intersexualidad, la ambigüedad. Quizá pueda reconocerme más adelante en ella, aunque de momento, es suficiente imaginar el componente masculino de la ambigüedad, aunque haya también un componente femenino, para que la imagen me repela, para que resurja mi disforia, mi fobia a ser yo masculino.

¿Es más dinámica, de todos modos, esta imagen que la de apacible y querida solterona Sí. ¿Tiene más posibilidades de futuro y de entendiminto para mí que la de ella? También. Quizá me atreva a hacerla mía. ¿Pero cómo puedo evitar que lña disforia total, a dos bandas, me lleve de nuevo a la sensación de vacío que he sufrido esta noche? La única manera será quizás acentuarla conciencia de lo femenino que hay en la intersexualidad, más que la de lo masculino.

sábado, agosto 18, 2007

Madre Teresa



Durante meses o años me he ido separando gradualmente de mis amigas transexuales, hasta el punto de que ahora sólo mantengo algo de relación con una... dos... tres... cuatro... y de lejos.

Si me hubieran dicho hace años que esto llegaría, me hubiera parecido imposible.

La razón es que no me hallo en lo que se vive en el medio trans actual de España. Para mí, la transexualidad es una realidad dura, ¡y parece tan fácil lo que oigo!

Es un desgarramiento. Ojalá yo hubiera podido o sabido entrar en una vida corriente. Mi posición hubiera sido mucho mejor, hubiera tenido una compañera e hijos, sobre todo, hijos. No he podido y menos mal que a trancas y barrancas he salido adelante.

La operación ha salido bien y estoy en paz, ¿pero qué soy? ¿Una mujer? Yo digo que no. ¿Un hombre ambiguo? Sí, pero con muchos problemas.

Para mí, ser transexual es sufrir y por lo menos, sufro mucho menos después de la transición que antes. Por eso digo que es un desgarramiento y que su utilidad es la de vivir desgarradamente: sin asentarse, sin conformismos, sin bienestar, sin dormirse.

Es curioso que cuando pienso en las compañeras que lo tienen todo poco claro es cuando me siento solidario de ellas, por ejemplo, de las travestis de Argentina, travestis, es decir, de identidades no muy claras, como la mia, y que se ven obligadas a hacer vidas muy complicadas, para vivir a su manera.

Me gustaría estar con ellas y no digo que sufrir sus mil acosos, pero sí sentirme unida con ellas por algo más material que un pensamiento o unas letras. Sé que con mis años no puedo hacer mucho práctico, pero también que lo mejor que les podría ofrecer sería una amistad y un mate, yo en lo mío y ellas en lo suyo. Me interesaría todo lo que me contasen. Para mi, eso sería ser su Madre Teresa, es decir, encontrar por fin la paz.

Sueño



Hoy he tenido un sueño que me ha sorprendido porque hace tiempo que no tenía otro por el estilo.

Estaba en una azotea con una amiga. Yo llevaba un vestido verde camisero, apretado con un cinto, y los grandes bolsillos de sus lados, como los de los pantalones camperos, lo hacían tan ancho que era como si tuviera caderas.

Parecía guapa y atractiva con él. Mi cabello, castaño no muy oscuo, caía en una larga melena lacia.

Vagamente pensaba que ahora, aquello podía ser verdad en cualquier momento. Visto como mujer, es verdad que con ropas que no tienen nada de sexy, por lo que cuando quiera sólo tengo que salir de compras y buscarme uno de talla suficientemente grande para mí.

La amiga me manifestaba gran confianza y quería que fuéramos al vestidor para probarse no sé qué y que le diera mi opinión. Me daba remordimiento que ella creyera que su cuerpo me era indiferente, cuando no me lo era. El malestar de ese equívoco me ha acompañado siempre con las mujeres.

viernes, agosto 10, 2007

Reflexiones del día siguiente






Estoy asombrado al constatar que me agrada imaginarme que no tuve una circuncisión y que el órgano que había en mi vientre está intacto, cubierto con la piel por completo hasta formar un pequeño pellizco, ahusado, de color grisáceo. Es agradable andar por el pasillo pensando que está ahí, sentido como una pequeña presencia amigable.

(Todo esto es como un experimento mental, provocado por una imagen que ha llegado de pronto a mi cabeza, inesperadamente, aparte de que después de la operación de reasignación de sexo ya no sea real; pero me lo puedo imaginar)

También me agrada pensar que otros varones pueden tener un órgano semejante; me hace sentir la pertenencia de grupo, una afinidad cordial.

Mis sentimientos homoafectivos afloran con tanta facilidad –como sé desde hace quince años-, que en cuanto se centran en los genitales pueden dar lugar a una homosexualidad, basada en el orgullo por compartir esa presencia.

¿Es posible que éste sea el trauma originario, primigenio, fundamental, un trauma estético, pero eso es capital para mí, la fealdad resultante después de la operación de fimosis, con la ira subsiguiente y muy mía por deshacerme del todo de lo así estropeado?

¿Puede ser que esta ira me angustiase desde la fimosis, con ocho o nueve años, hasta la reasignación de sexo a loscincuenta y tres, como un rencor sordo, de fondo?

¿O puede tener razón Lacan en su estupefaciente y clarividente hipótesis de que la transexualidad, o mi transexualidad, no es más que el intento de convertirse entero en el falo, erguido y esbelto, incitado por el daño sufrido por el falo real?

¿En ese caso, ni las difíciles relaciones con mis compañeros habrían sido el trauma decisivo, como siempre me he imaginado?

¿He podido pensar que rechazaba mi órgano por ser como el de ellos, pero suponiendo que en ellos seria más o menos como el mío?

jueves, agosto 09, 2007

La transexualidad post-traumática




Al despertarme hoy a las 5.30, después de recordar a Dios, a quien le habia pedido esta claridad de pensamiento, se me viene a la cabeza una reflexión decisiva sobre mi manera de entender los genitales, tan básica para mi transexualidad, puesto que está fundada en rechazarlos intensamente.

El día que primero pensé en ellos en mi niñez, cuando se hablaba de la "pilila", un nombre inocente, me parecio pequeña e inofensiva, un órgano secundario que servía sólo para orinar, y que por eso merecía cierta ternura o condescendencia.

Lo que hoy me trastorna es comprobar por primera vez que, si hubiera permanecido siempre ahusada, cubierta por el prepucio, tal como era al principio, me hubiera agradado que estuviera en mi cuerpo y me hubiera seguido pareciendo una forma ligera y tierna.

Pero con ocho o nueve años tuvieron que hacerme una fimosis un poco más complicada de lo corriente, no sé por qué, incluso con una anestesia de éter (fue antes de 1950) que me aturdió y después me obsesionaba cada vez que veía colores agrios. La circuncisición me hizo ver aquel órgano como feo y ridículo y sentirlo como ajeno, como incompatible con las formas de mi cuerpo, finas y delicadas.

La transcendencia de este sentimiento es que me demuestra que mi rechazo a mis genitales no es originario, como debido a una incompatibilidad con una "imagen corporal" procedente de un cerebro poco masculinizado, como creia, sino post-traumático.

Hay dos traumas en la génesis de mi transexualidad, uno, el de los resultados de la fimosis, inaceptables como forma estética, pero inaceptables; el otro, la asociación de ideas entre esa forma y la experiencia de un rechazo profundo a ciertos varones.

La noción de la transexualidad como recurso post-traumático es interesante, porque la emancipa de lo directamente biológico y la convierte en un recurso adaptativo como tantos otros. Puedo ser algo ambiguo, como sensible y estetizante, pero no es eso lo que me ha hecho transexual, sino la reacción ante determinados traumas, cuya importancia para mí sólo yo puedo valorar, que han necesitado unas respuestas extremas para readaptarme y compensarlos.

miércoles, agosto 08, 2007

¿Por qué discuto conmigo misma?



¿Por qué discuto conmigo misma, por qué me contradigo de un día para otro?

Primero, porque tengo actitud científica o espíritu crítico hacia lo que yo misma me planteo, que me incita a revisarlo.

Más profundamente, porque me culpabilizo mucho con mi transexualidad; y a quienes se culpabilizan demasiado, les gusta encontrar culpas para poder arrepentirse o purificarse, que es lo que desean; en este sentido, las explicaciones psicológicas, como la de la homoafectividad, parece que dejan más margen al cambio que las biológicas, como la de la ambigüedad.

Pero también me deja insegura -o inseguro, ya sabéis que puedo decir cualquier cosa- sobre ésta su carácter aparentemente patológico. Una hiperandrogenia o hipoandrogenia en la edad prenatal, que en el futuro, de ser detectadas, podrían ser corregidas con una medicación. ¿Todo el complejo proceso emocional de las personas transexuales no sería más que esto? ¿A la humanidad le interesa tener sólo varones definidos y mujeres definidas?

La respuesta es no. La ambigüedad biológica lubrifica la vida social, al crear puentes o regiones intermedias entre Schwarzenegger y Monroe. En particular, genera sensibilidad en los varones y da determinación y energía a las mujeres. ¿Se puede definir el punto en que de una ambigüedad integrable se pasa a la ambigüedad transexual o radical? ¿Es bueno que se defina?

Por otra parte, este planteamiento no es muy apoyado por los estudios de género actuales por ser biologista. Cuando se piensa que el género es una construcción cultural, esta explicación de la ambigüedad como causada biológicamente contradice todos los supuestos, imcluso sobre la no-ambigüedad, o definición sexual. Pero la evidencia de estas afirmaciones está en la experiencia, y si ésta obliga a corregir las teorías, habrá que hacerlo, como se ha hecho siempre en la historia de la ciencia.

Me olvidaba

Al hablar del mecanismo homoafectivo de la homosexualidad y la transexualidad, olvidaba el papel que puede tener la ambigüedad de género o hiperandrogenia femenina e hipoandrogenia masculina, respectivamente, que me parecen irrefutables.

En la historia de un amigo transexual FtM no puedo dejar de reparar en su hiperandrogenia física y caracterial; su homoafectividad creo que fue cruzada -jugaba al fútbol con sus compañeros como uno más-, y su amor por las mujeres se sustenta n fantasías de protección, de tipo Tarzán y Jane, según el modelo heterosexual.

Aquí la causa es claramente la hiperandrogenia y sus efectos son la ginefilia, la homoafectividad cruzada y la transexualidad.

En mi caso, la conciencia de mi ambigüedad es precoz, aunque insegura y confusa, no me sentía mujer, sino varón diferente. Hay causas médicas que la explican en mi gestación. Eso es lo que impide mi homoafectividad hacia la mayoría de los varones, aunque permite una homoafectividad parcial hacia los varones ambiguos como yo o hacia los claramente protectores.

Esta homoafectividad parcial o condicionada explica también mi llanto al leer la novela de los guardiamarinas, limpios y autocontrolados. Pero mi homoafectividad no encontraba suficientes semejantes reales, ambiguos o correctos, por lo que el rechazo profundo hacia la mayoría de los vaones acabó coincidiendo con el rechazo funcional, hipoandrogénico, hacia mis genitales, que favoreció la operación, aun sin conciencia de feminidad.

Aunaue soy en principio heterosexual, mi hipoandrogenia me impide también una pulsión firme y constante, lo que favorece la reversión del impulso sobre la imagen femenina en mí, expresada en un transvestismo que se ha esfumado paradójicamente con la pérdida casi total de la pulsión heterosexual, dejándome insegura en cuanto a mi naturaleza.

Pero la ambigüedad o la hipoandrogenia me parecen verdadera la causa de todo; una masculinidad poco definida; mi especial homoafectividad es el efecto, no la causa de mi historia.






domingo, agosto 05, 2007

Explicación de la homosexualidad y la transexualidad mediante la homoafectividad




Me está pareciendo que el mecanismo que explica la homosexualidad tanto como la transexualidad es el de homofilia u homoafectividad, pero en un caso por intensidad y en el otro por carencia.

La homofilia u homoafectividad es un mecanismo de pertenencia o de grupo, común a todas las personas, que tiene como efecto formar la identidad de género, que es una identidad de grupo, o imposibilitarlo, si queda frustrado.

Es el sentimiento de "los niños con los niños y las niñas con las niñas", y el que explica que los hombres estén a gusto en las reuniones de hombres y las mujeres en las de mujeres.

La homofilia es un mecanismo necesario por tanto para afirmarse primero como persona sexuada y para formar después la conciencia de la heterosexualidad que, en los seres humanos, no es sólo un reflejo, sino un complejo pulsional.

En la homosexualidad, la homofilia es tan intensa, por haberla experimentado positivamente, que se sexualiza convirtiéndose en necesidad y se absolutiza, excluyendo del todo las experiencias heterosexuales. En los homosexuales varones se simboliza en el falo, como imagen que une todos los significados homófilos.

En la transexualidad, la falta de experiencia homoafectiva o la experiencia negativa de los sentimientos homófilos, produce una falta de identidad y por tanto una carencia de autoafirmación, que se compensa mediante una identificación cruzada que, si se forma antes de la pubertad, no está sexualizada, y si se forma después, se sexualiza.

Pero los sentimientos homoafectivos primarios pueden subsistir más o menos y expresarse también sexualizados en forma de amor a personas en las que es posible reconocerse o verse a sí mismo idealizadamente.

Si todo esto es cierto, añadiré que comprender una explicación no sustituye a una experiencia, pero la relativiza al comprender sus mecanismos. Homosexuales y transexuales vivimos una experiencia de plenitud en un caso, y hambre de llegar de nuevo a ella, y de frustración en el otro. No es posible renunciar a la plenitud ni hacer como si no existiera la frustración.

La experiencia homoafectiva existe o falta, estructura la personalidad, pero su interpretación se transforma. Un "te amo" se convierte en un "te necesito para existir" o un "quiero ser mujer" en un "quiero que me quieras".

Yo he llorado de emoción identificándome con unos guardiamarinas británicos, perfectamente uniformados de blanco, que navegaban por los Mares del Sur. También he llorado, repitiéndole "quiero ser mujer" a una amiga entre las pitas y chumberas de un monte de Granada. Es el mismo sentimiento, aunque parezca contrario, y comprenderlo, unifica la personalidad y ayuda a expresarlo relativizadamente.