viernes, diciembre 31, 2010

Presencia y Ausencia




Hasta el siglo XIX, Dios aparecía majestuoso, fuerte, terrible. Temor de Dios, real, después retórico: “Grande es Dios en el Sinaí”, Castelar en el Congreso de los Diputados. Una Presencia.

Avanza el estudio filológico e histórico de la Biblia, y en el siglo XX, incluso para los creyentes, todo se vuelve inseguro, dudoso, confuso, débil.

Hay un hueco infinito, una falta, una nostalgia, un clamor (nuestra Guerra Civil) Pero existe como Ausencia. Los hombres se dividen entre quienes saben que sienten el vacío y quienes viven como si no lo sintieran, y por eso zahieren e incluso persiguen a los que aceptan que lo sienten.


Todo estaría permitido si no hubiera Dios (Dostoievski) Pero quienes sentimos su Ausencia nos vemos invitados a actuar como si estuviera presente, por la fuerza de este Vacío que es la forma de Dios en el siglo XXI.

La Biblia era un Código y se convierte en un dato.

miércoles, diciembre 29, 2010

Mayor precisión gracias a la Biología





(Debo a ni amiga la Dra. Amalia Jiménez, de Granada, la incitación a leer sobre la biología de la diferenciación sexual, y a un texto muy claro del Dr. Rafael Rico García-Rojas, de la Universidad de México, algunas de las nociones que me han valido para fundamentar esta entrada)


La diferenciación sexual entre lo masculino y lo femenino sucede a partir de un embrión aparentemente indiferenciado, dotado al mismo tiempo de estructuras de Muller y estructuras de Wolff, que en el futuro serán propias de mujeres y varones respectivamente.

Sin embargo, el embrión está diferenciado en un nivel más profundo por los grupos de cromosomas XX, XY y otros más, y sobre todo, por una realidad binaria, la presencia o ausencia del gen SRY en la mayoría de los cromosomas Y, mas no en todos.

Cuando existe el gen SRY, a partir de la octava semana de la gestación, se sintetiza testosterona embrionaria y luego dihidrotestosterona que masculinizan al feto.

Si no existe ese gen SRY ni por tanto testosterona, el embrión se feminiza.

Quiero llamar la atención sobre el hecho de que esta formación de testosterona y dihidrotesterona es un flujo y, como tal, sujeto a un más o menos, y por tanto a una mayor o menor masculinización del feto, que origina una mayor o menor diferenciación, que en los grados menores, y también de forma graduada, puede llamarse intersexualidad.

Éste es el espacio en el que se crea un conjunto difuso de sexo, caracterizado por un más o menos. Mientras que la presencia o ausencia del gen SRY es binaria (sí o no), la diferenciación es no-binaria (más o menos)

Al considerarse la socialización ulterior y la conducta de los seres que somos, más o menos diferenciados, encontramos dos planos, que son la sexualidad, o conducta directamente asociada al sexo, y el género, o conducta culturalmente asociada al sexo, que pueden estar también más o menos diferenciados.

Seguimos por tanto en el ámbito del más o menos y por tanto de los conjuntos difusos o del no-binarismo de sexo-sexualidad-género.

Es verdad que, en esta conducta o actuación de las potencialidades sexuadas, volvemos a encontrar una realidad binaria al considerar la fertilidad. La mayoría de los seres sexuados son fértiles, pero hay una minoría de infértiles.

Se trata de nuevo de un “sí o no”, un binario. Pero la fertilidad no es un atributo necesario de todos los individuos de una especie –considérese el caso extremo de las abejas, una sola hembra fértil en cada comunidad acompañada por una gran mayoría de hembras infértiles y algunos machos fértiles. Por tanto, de los individuos infértiles pueden esperarse contribuciones a la especie distintas de las de su reproducción individual.

Las personas transexuales somos potencialmente fértiles y muchas procrean hijos, aunque parece ser que la transexualidad procede de una intersexualidad cerebral que no se manifiesta directamente en los genitales.

En algunos casos, se observa una tendencia a la incompatibilidad emocional entre cerebro y genitales; en otros, la intersexualidad cerebral tiene efectos en la identidad, la sexualidad o la conducta de género, sin afectar a los genitales. En todos ellos, se registra un “más o menos”, un conjunto difuso de la transexualidad que deja margen para la adaptación, para la transacción e incluso para la procreación.

domingo, diciembre 26, 2010

Transexualidad no-binaria




El binarismo es la creencia ideológica de que hay hombres y mujeres. "¡Y yastá!". Sabemos que la realidad es más variada. El binarismo la acepta a regañadientes, pero censura, patologiza, descalifica a todos los que estamos en sitios más o menos intermedios.

En términos binaristas, cuando no estabas a gusto al lado de los hombres, no te quedaba más que pasar al lado de las mujeres. Un barranco metafísico por medio. Un abismo de no ser, entre un ser dividido en dos.

Aun así, nosotras nos atrevimos a saltar ese foso. Por eso, fuimos llamadas trans-sexuales. De un llano al otro, barranco por medio.

Pero no comprendíamos que, por debajo de nuestras suposiciones, la realidad era no-binaria.

Ahora la vemos, vemos que hemos estado siempre en ella. Vemos que no hay conjuntos cerrados de hombres y mujeres, sino conjuntos difusos, de personas que son más o menos hombres, o más o menos mujeres.

Incluso hay conjuntos de personas que asumen que son más o menos intersexuales o más o menos transexuales...

Y para los homosexuales, lo mismo. Mucha gente es más o menos homosexual, más o menos hetera. Es decir, la mayoría son más o menos bisexuales.

Por tanto, las cosas cambian para la transexualidad.

Si se piensa que otra cosa es demasiado griálica, demasiado utópica, ya no es preciso saltar del todo al otro lado. Nos podemos quedar en alguna de las amplias llanuras intermedias que hay donde antiguamente se veía un imaginario barranco.

Entrando en ella, se puede hacer quirúrgicamente o no quirúrgicamente, hormonalmente o no hormonalmente, con un cambio de género espectacular, o con un cambio de género moderado, según lo que cada cual comprenda de sí y de lo que puede y lo que no puede.

Nos encontramos con una transexualidad mucho más relajada, de muchas formas. Pero antes, el binarismo, nos hacía pensar que hubiera una "transexualidad verdadera" y temer que la nuestra fuera errónea; un "sí o no", esencia del binarismo. Ahora sabemos que la transexualidad es cuestión de un "más o menos", fórmula del no-binarismo donde cada cual se encuentra donde está; dicho de otra manera, donde quiere estar.

Porque no-binaristamente, la transexualidad se puede definir como una intersexualidad cerebral que se expresa en términos hormonales, quirúrgicos o de género.

martes, diciembre 21, 2010

Mi historia en estado de revista




Con unos doce años, me emocionó leer una novela sobre unos guardiamarinas británicos que en el siglo XIX hacían un viaje en un gran bergantín por los mares del Sur.

Eran muchachillos muy disciplinados, ingenuos, buenos, nobles, buenos compañeros (me imagino, ya no me acuerdo bien), que llevaban uniformes inmaculadamente blancos que correspondían a su manera de ser.

Por eso lloré mucho, leyendo aquella historia y pensando que yo no podría ser uno de ellos.

Un año después llegó mi pubertad y no pude aceptar lo que significaba ser varón.

Viviendo en un medio binarista sin fisuras, en 1954, si yo no quería ser varón, no podía ser más que mujer.

Aquella perspectiva me atrapó. Era fascinante, superponer sobre mi figura una figura de mujer. Sería bella, querida, admirada, respetada (era un iluso de trece años)

Era tan fuerte, que durante años y años estuve persiguiendo aquel sueño.

Sin embargo, algo no encajaba y periódicamente me desengañaba de él, pasando a vivir una temporada en un estado de frialdad, impersonalidad y sentido del deber. Luego volvía la fase transexual, ardiente, apasionada, vital, loca...

De todas formas, cuando vi que esas vacilaciones se repetían en un ciclo, no pude decidirme a hacer ninguna transición, temiendo que volviera el desengaño. Incluso decidí, con treinta y dos años, renunciar del todo a mis sentimientos, que no me llevaban a ninguna parte.

Hasta que, al cabo de muchos años, el estado de ansiedad, casi frenesí y casi locura en el que llegué a encontrarme, me hizo decidirme y hacer la transición, en lo que acerté, pues a partir de entonces me estabilicé y hallé primero un estado de felicidad gracias a mis amigos, y luego un estado de bienestar en el fondo permanente.

Cuando me operé, de manera privada, pues no existía entonces la atención pública, me hubiera gustado decirle al cirujano que se limitara a quitar los genitales masculinos, que no me hacía falta que hiciera los femeninos, pero desistí, para que no fuera a denegarme la operación suponiendo que estaba trastornada.

Durante todos estos años, en tono menor, han reaparecido las antiguas vacilaciones, con el pensamiento de que yo no soy exactamente una mujer, aunque el haber dejado de ser varón las compensaba.

Sin embargo, gradualmente, fui tomando conciencia de la realidad del no-binarismo de género. Ya el año 2000 empecé a ver que lo de ser mujer, era ser "más o menos" mujer, lo que
me dejaba bastante campo para entenderme. Despertar fue lento y trabajoso, pero en 2009 ya estaba despierta del todo, aunque un poco desnuda, recordando mi antiguo entendimiento de mí mismo como distinto de los varones, como ambiguo, es la palabra exacta, un sentimiento ingenuo, inocente y limpio, de mis once o mis doce años, que ahora estoy dispuesta a mantener precisamente por la realidad de su inocencia, que puede acercarme a las lágrimas.

Resulta entonces que, en efecto, yo no podía y no quería ser varón, como lo eran todos los que me rodeaban, pero que eso no significaba que tuviera que ser mujer.

Podía ser ambiguo, o intersexual, ahora lo sé. Lo que era, lo que siempre he sido. Un ángel sin sexo, pero enérgico, decidido, San Miguel con la espada en la mano. Un guardiamarina con uniforme inmaculado.

Tenía que aprender a ser yo mismo. Como me dice mi amigo Pablo Vergara, he acabado por transitar de VaI, de varón a intersexual. Lo he aprendido del no-binarismo de género o, en términos positivos, de la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero. No hay sólo hombres y mujeres; también estamos los intersexuales. No hay sólo heteros; también hay los homos; y los bisexuales... Existimos, tenemos derecho a existir.

lunes, diciembre 20, 2010

Abajo el Test de la Vida Irreal



La lucha contra el Test de la Vida Irreal se convierte en la expresión concretísima y máxima de la lucha por la Autonomía Trans.

Cuando se consiga (porque es imparable, lo conseguiremos) será fruto de la lucha de las personas transexuales que combaten por su Vida Real.

No hay fórmulas prefijadas de género; no hay formas que pueda juzgar un profesional para la expresión de género de otra persona.

Sólo cada cual, en cualquier caso, en cualquier circunstancia, puede decidir su expresión de género, si ponerse ropa unisex o definida, falda o pantalón, maquillarse o no, o cómo maquillarse, atendiendo a lo que mejor le siente, lo que mejor sirva a sus intereses; imponerle otra cosa es sexista, que un extraño defina cómo debe vestir otra persona es alucinante.

Lo denunciamos ante el Movimiento Feminista, lo denunciamos ante las Unidades de Género para que tomen conciencia con espanto de lo que están haciendo, lo denunciaremos ante los organismos gubernamentales de Igualdad, lo denunciaremos ante los tribunales nacionales e internacionales.

¡Ganaremos!

¡El Test de la Vida Irreal humilla a personas reales!

domingo, diciembre 19, 2010

Ejecuciones de hipotecas

Publicado en mi blog http://econuestra.blogspot.com el 27 de octubre de 2010


El diario "Ideal" de Granada dice hoy que tres familias granadinas pierden sus casas cada día por razón de sus hipotecas.

Si multiplicamos por 50 (es práctico y suele funcionar), en España serán 150 familias al día.

600 personas... 3000 cada cinco días, los laborables de una semana... unas 12.000 al mes... 144.000 al año... Los padres, los hijos que aprenden desde pequeños lo que es un desahucio, los abuelos que vivieran con ellos...

Ésta es una de las consecuencias más dolorosas de la crisis. ¡Perder la casa!

En su columna, Melchor Sáiz-Pardo, Defensor del Ciudadano de Granada, dice que puede haber remedios de emergencia, como períodos de carencia, renegociaciones de la deuda, ejecutar la hipoteca, pero dejar a la familia vivir en la casa...

Las hipotecas, normalmente, tienen una dimensión privada, pero en esta crisis, tienen una dimensión pública. Requieren soluciones públicas: legislación coyuntural, apoyos...

¿No es con dinero público extraordinario con el que se ha atendido a las necesidades de los bancos? ¿No será con medidas públicas extraordinarias con las que habrá que atender a las víctimas de la crisis?

¿No las estamos dejando hasta ahora entregadas al "sálvese quien pueda", en total soledad, como si fueran problemas privados?

¿No sería, la búsqueda de esas soluciones de emergencia, la micropolítica que demostraría que se está pendiente de los más perjudicados?

viernes, diciembre 17, 2010

Manifiesto personal no-binarista






Publicado previamente en
http://arcoiris-difuso.blogspot.com

Por Kim Pérez


Todos sabemos que somos hombres y mujeres. Éste es un dato básico de nuestra cultura. Y de nuestras leyes. Cuando nace un niño, tiene que ser dado de alta como hombre o como mujer. Y en los documentos de identidad, hay sólo dos alternativas: hombre o mujer.

Sin embargo, todos sabemos también que nacen niños intersexuales. Pero se considera que esa es la excepción que confirma la regla, y hay que meterlos, aunque sea a empujones, en una de las dos casillas, hombre o mujer.

También sabemos que, cuando crecen, hay hombres que no están a gusto siendo hombres, y mujeres que no querrían ser mujeres. Se nos llama transexuales, y también tenemos muy claro que, si no somos lo uno, tenemos que ser lo otro. También, aunque sea a empujones, tenemos que ser mujeres u hombres.

Por tanto, la realidad cultural y legal es que hay hombres y mujeres, y quienes no se ajusten, tienen que ser hombres o mujeres.

Esto se llama “binarismo de sexogénero”. Significa que la realidad física y físicopsíquica, o mental, tiene que ajustarse aunque sea a empujones dentro de una supuesta realidad cultural y legal, que en el fondo, es una fantasía.

La realidad real, la verdadera, es mucho más variada, más difusa. Hay un No-binario. El universo natural del sexogénero es no-binario. Hay hombres, mujeres, hombres femeninos, mujeres masculinas, intersexuales, transexuales, todos en grado diverso. Lo sabemos verdaderamente, no hace falta más que abrir los ojos, sólo que la realidad virtual de nuestra cultura nos hace olvidarnos.

Es como una “matrix” que nos hace ver que sólo hay dos donde en realidad hay más clases. Cerramos los ojos después de abrirlos.

Lo interesante es que esta “matrix” es un sistema de dominación.

Sabemos que en la cultura tradicional hay sólo hombres y mujeres, y sabemos también que, en ella, los hombres son los dominadores y las mujeres las dominadas.

O sea, que la distinción entre dos, se transforma en voluntad de dominación; o la voluntad de dominación se transforma en distinción.


La dominación es binaria, desde luego. Quien quiere dominar, admite sólo dominados. Si admitiera terceros, personas libres, su dominación podría verse comprometida. Podría haber alianzas inesperadas, etc

¡Nada de eso! Dominador y dominados. Si acaso, dominadores y dominados.

La dominación primordial, la más básica: hombres y mujeres.

Sólo que “hombres” y “mujeres” se definen matricialmente, binaristamente, dejando a un lado a quienes convenga, o burlándose y apartándonos mediante la burla, o matándonos directamente, porque rompemos el esquema binarista.

(Ese esquema de dominación no ha existido siempre; no existió cuando la forma de vida era recolectora –por ejemplo, en “Los dioses deben de estar locos”- cuando en la práctica, hombres, mujeres y hasta niños aportaban alimentos por igual; existió cuando surgió la gran caza organizada, en la que los varones tenían que alejarse del campamento para cazar a los grandes animales, y las mujeres tenían que quedarse en él con los niños, etcétera...Es una larga historia)

A medida que rompemos la dominación, rompemos el binarismo.

Quien quiera, hoy, ir contra la dominación de unos humanos por otros, tiene que ir contra el binarismo, la primera y fundamental de las dominaciones, la que entrena en la dominación, uniéndola al placer sexual.

La que hace desear la dominación.

No se puede ser no-dominacionista y seguir siendo binarista.

El feminismo empezó en el siglo XIX siendo la mayor fuerza del liberacionismo o no-dominacionismo de sexogénero; a imagen suya, nació el movimiento gay a mediados del siglo XX; y poco a poco, en un movimiento y otro, fueron surgiendo los conceptos no-binaristas (teoría queer)

Pero ha hecho falta el nacimiento del movimiento trans para que, naturalmente, el movimiento no-binarista se defina y se universalice, ya en el siglo XXI.

Vemos con toda claridad que el feminismo, el movimiento gaylésbico, el movimiento trans, y bisexual, e intersexual, del siglo XXI, tienen que ser liberacionismos de sexogénero, cada uno en su ámbito, no-dominacionismos, no-binarismos, sabiendo que la realidad de sexogénero entera es No-binaria, difusa, como un arcoiris.

Yo en mi cuerpo




Miro mi muñeca derecha y veo sorprendida que, antes de llegar a la palma, hay tres venillas finas que entran o salen de ella. No tenía ni idea de que estaban ahí. Tres pequeños conductos en mi armazón.

Como siempre me ha pasado, me sorprende estar en mi cuerpo. Lo mismo me sorprendería ver de pronto que estoy en el de una extraterrestre, completamente distinto de la estructura humana.

Yo vivo en mi cuerpo; no soy mi cuerpo; ni siquiera es apropiado decir "mi cuerpo", este cuerpo no es mío.

Estoy yo en él, pero ni lo he hecho, ni sé cómo está hecho, funciona al margen de mi conocimiento y mi voluntad, y un día fallará sin que yo sepa ni cómo ni cuándo.

Éste es el sentimiento más profundo y antiguo que tengo respecto a mi corporalidad. Junto a él, es nada que me extrañe que haya habido en él genitales masculinos, que no me haya acostumbrado a ellos, etcétera. Si me sorprende que mi piel sea del color ocre claro que es, que sea casi lampiña, a diferencia de todos los mamíferos que conozco, que el pelo esté concentrado en partes de la cabeza como las cejas, etcétera!

Creo que la transexualidad es nada más que un aspecto menor y secundario de una extrañeza radical por vivir en este cuerpo. En él soy como un ángel metido en un armatoste de conductos, cables, músculos, etcétera...

(Escribo unos días después. Ayer hablé de esto con una recién conocida, y esta noche estuve recordando cuándo pensé en esto por primera vez. La primera vez que miré mi mano asombrándome de que fuera mía, fue el año que tuve por primera vez un suspenso en clase, que me humilló muchísimo y me hizo sentir un paria; eso pasó cuando tenía... catorce años, más o menos un año después de mi pubertad y de que se definiera mi transexualidad.

Encuentro que este dato es de la mayor importancia, pues significa que mi transexualidad no fue un sentimiento aislado, exclusivamente sexual, sino la parte más práctica y visible de una extrañeza general porque mi cuerpo fuera mi cuerpo, porque yo estuviera aquí y ahora, porque mis padres fueran mis padres, etcétera, que me parece común a todos los humanos adolescentes, pero que en mí fue particularmente fuerte, como manifiestan muchos otros recuerdos)

martes, diciembre 14, 2010

Religión y Crítica




O más exactamente, al volver sobre esta cuestión del pensamiento científico y el religioso, no quisiera que se me olvidara la experiencia de aquel adolescente que fui yo y sobre el que cayó una losa claustrofóbica que no podía siquiera ver pero que le ahogaba. ¡Una pesadilla que duró decenios, la más agobiante experiencia de su existencia!

En la turbulencia de las sensaciones y sentimientos de la pubertad, descubrió que no podía hablar con nadie que se los aclarase o que no le echase la culpa por principio. No podia hablar de ellos, tenía que callar y resolver aquella terrible confusión a solas, y aquello duró decenios.

Aquella cultura estaba fundada en el axioma de que la verdad se impone, no se discute. Por eso no encontraba a nadie que quisiera sencillamente hablar con naturalidad de aquellos deseos de cambio de sexo que estaban apareciendo en su corazón, de manera que pudiera empezar a entenderse.

Por eso, si yo hubiera tenido un hijo, no querría olvidar mi propia experiencia tan dolorosa, y empezaría por enseñarle que la verdad se encuentra más fácilmente cuando se discute, ya que era la verdad sobre mí lo que tuve que buscar con ansia sin que nadie me ayudara.

Por eso veo a Hesíodo como un aliviador maestro de la verdad religiosa, al que no quiero renunciar. Cuenta, en su "Teogonía", el "Origen de los Dioses", que vivía de niño junto al monte en que vivían las Musas, según la opinión común, y al que tenía que subir todos los días, porque era pastor, para guardar su ganado.

Tenía la esperanza de verlas, dada esa circunstancia única, pero nunca las vio.

Entonces, al escribir su libro, se inventa que se le aparecieron, y que se burlaron amablemente de él, diciéndole se supone que con voces cantarinas:

"¡Nosotras sabemos decir mentiras que parecen verdades y verdades que parecen mentiras!"

Y ésa es la actitud que hay que tener ante cualquier afirmación de lo sobrenatural. ¡Ojalá hubiese tenido yo, con catorce años, alquien que me hubiera hablado, no ya de transexualidad, sino de Hesíodo! ¡Que me hubiera enseñado que mi sentido religioso, mi deseo del Infinito, mi añoranza de la Pureza, mi muchísimo respeto, mi confianza, mi admiración (no mi adoración) a Jesús Nazareno tendrían que pasar, no por la libre discusión placentera y reveladora, sino por su imposición, hasta el punto de hacerme creer que eran una losa inmensa en la que no había sitio para mis sentimientos!

No he tenido hijos, pero he podido hablarles año tras año de Hesíodo a los adolescentes que he tenido como alumnos de Filosofía.

Ojalá ya fuera frecuente (todavía no lo es) encontrar a muchas personas que unan las intuiciones religiosas a fondo con una reflexión crítica incesante!

domingo, diciembre 05, 2010

La busca de la Verdad





Si yo tuviera un hijo, al tener que educarlo, movida por el amor hacia él, querría que aprendiera el pensamiento científico crítico, analítico, metódico, antes que el religioso, que toca planos muy profundos de la vida humana, pero que está demasiado lleno de emociones y dogmatismos. Al enseñarle ese orden de las afirmaciones, le estaría dando seguridad para el futuro y confianza en mí.

Sólo una preparación crítica permite seguir con fundamento las afirmaciones religiosas, distinguiendo lo que aprendió a distinguir Hesíodo ya en el siglo VIII aC, las mentiras que parecen verdades y las verdades que parecen mentiras.

Esto quiere decir que le enseñaría a respetar por encima de todo la verdad, de manera absoluta para sí mismo, puesto que mentirse o no atreverse a afrontar la verdad es ponerse en peligro de un desastre.

Le enseñaría que del respeto a la absoluta verdad para sí mismo nacen la necesidad del estudio, la conveniencia del diálogo para hallarla, la humildad ante los propios errores, la honradez o rectitud, que es actuar conforme a la verdad, la sinceridad para los otros, que es decirla en la medida de lo que sea posible.

¡Tantas buenas cualidades dependen del respeto a la verdad! En realidad, los humanos nacemos y vivimos para la verdad. Para ella debemos desarrollar nuestros cuerpos, que son como un escalón para nuestras almas, ávidas de conocimiento. El desarrollo de la salud y de la inteligencia y todo lo que lo favorece es bueno, lo que lo impide, o lo estorba, es malo.

lunes, noviembre 29, 2010

Infinitología



El infinito se forma fácilmente en nuestra imaginación cuando pensamos en algo grande, que puede ser más grande, hasta llegar a lo más grande, incalculable.

Es un concepto matemático, con el que podemos hasta operar.

Las experiencias de gozo y dolor nos llevan también a saber que este concepto de menos y más hasta el infinito se puede aplicar a las sensaciones y los sentimientos y entonces toma el nombre de perfección.

Como concepto matemático, no es preciso que el infinito y la perfección existan materialmente; sólo es preciso que tengan un hueco para existir.

El infinito tiene que ser único; no puede haber dos o más infinitos que se limitarían unos a otros.

El interés por el Infinito, la Perfección y lo Único está en la misma naturaleza de la mente humana.

Es fácil percibir intuitivamente estas abstracciones. Es suficiente con ver el cielo estrellado o sentir el océano para intuirlo, aunque sea menester distinguir lo material, por grande que sea, de lo que representa como un símbolo, que pertenece al orden de lo no perceptible, pero concebible.

Como todas las Matemáticas, que sin embargo configuran la materia, que tiende imperfectamente hacia sus formas perfectas.

Cuando la vida humana está presidida por la conciencia del Infinito Único y de la Perfección, como tendencia de todo lo limitado e imperfecto, es equilibrada y serena.

Cuando está reducida a la conciencia de lo limitado, se dispersa en la multiplicidad y se angustia, pero no deja de buscar inconscientemente un goce infinito y perfecto.

Santa Juana de Arco, Caballero no-binario



Aben Arabí de Murcia trazó las cualidades de un Caballero en el siglo XII. No creo que nadie las haya descrito mejor. Era sufí, un "loco del amor de Dios", cuando el Islam había alcanzado su esplendor, y pensaba que todas las religiones eran en el fondo verdaderas, porque todas llevan a Dios.

Encontré estos consejos suyos traducidos no sé por quién ni dónde. Le doy las gracias a quien los tradujo. Me han acompañado muchos años y a veces los he dictado a mis alumnos.

El Maestro Mayor recomendaba a los Caballeros:

Energía física y moral;
generosidad y liberalidad;
prudencia práctica para conocer el derecho del prójimo e imponerlo.
Al pobre con piedad, al igual con respeto, al rey con obediencia, a todos con desinterés.
No actuar en balde.
Juzgar con serenidad y sin indignarse.
Devolver bien por mal.
Reprimir con violencia las pasiones propias y perdonar las ofensas.
Ser altruistas como Dios.
Hacer el bien ocultamente.
Preferir la gloria de Dios a la propia razón o al propio deseo.

Ése era por tanto el ideal de masculinidad para los musulmanes y, muy parecido, lo fue para los cristianos.

En el siglo XV, una muchacha campesina de Francia, Juana de Arco, oía voces.

Modernamente se la consideraría paranoica, pero aquellas voces la aconsejaron bien.

Las voces le mandaron que fuera a ver al joven Delfín de Francia, en unos tiempos en que, de acuerdo con las leyes feudales, el Rey de Inglaterra, que era su vasallo, ocupaba la mitad del país y reducía por tanto a la mitad sus fuerzas.

Juana trató de llegar a él. Con diecisiete años, estuvo en las operaciones contra el asedio de Orleans, vestida de hombre porque Dios se lo había mandado, aunque llamándose a sí misma la Doncella, la Virgen, y animando a las tropas con su estandarte, que estimaba más que a su espada.

Por fin, el Delfín accedió a verla. Escondido entre sus cortesanos, ella lo reconoció y le habló a solas.

Después de unas pruebas de varios días en Poitiers, la muchacha campesina recibió el mando de un Ejército.

A su frente, liberó del asedio la ciudad de Orleans.

Después venció en cuatro batallas más, que cambiaron el destino del Rey y de Francia.

Vestía de hombre siempre, siguiendo la orden de Dios, y con armadura cuando era necesario. Permaneció siempre virgen.

Modernamente diríamos que quizá fuera inconscientemente transexual.

Cayó en manos del Ejército del Rey de Inglaterra, que la entregó a la Inquisición Católica, la cual le exigió que se integrara en la Iglesia Militante, sin pretender obedecer directamente a Dios, y que volviera a la ropa de mujer.

Juana se negó a lo uno y lo otro, aunque aceptó vestir como mujer si le permitían volver a su pueblo, a lo que los jueces se negaron.

Fue condenada a la muerte en la hoguera y murió, con diecinueve años.

Es la única víctima de la Inquisición a la que la Iglesia Católica ha reconocido como Santa. También la venera la Iglesia Anglicana.

sábado, noviembre 27, 2010

Matematización de los Conjuntos Difusos de Sexogénero




La androgenización prenatal forma un continuo que va desde un valor 0 hasta un valor tendente a n.

Los valores intermedios de este continuo generan una intersexualidad fenotípica.

Hipótesis:

La androgenización cerebral puede estar diferenciada ¿temporalmente? de la androgenización fenotípica.

En este caso, la androgenización prenatal cerebral formará un continuo que irá desde 0 hasta aproximadamente m.

Los valores intermedios o los cruzados con la androgenización fenotípica generarán una intersexualidad cerebral, que regirá la conducta sexual.

Nota:

Los Conjuntos Difusos de Sexogénero son identidades psicosociales que se forman según la consciencia o inconsciencia de estas realidades biológicas. La consciencia a su vez depende de las formas de la cultura social y de su dialéctica con la realidad individual

viernes, noviembre 26, 2010

Ciencia; y de paso, Matemáticas



Leo de Alan F. Chalmers, "¿Qué es esa cosa llamada ciencia?", que divulga el actual estado de la reflexión sobre qué es la ciencia.

Es un libro de filosofía, no de ciencia, puesto que es ciencia que trata de la ciencia.

No habla de la Matemática. Tampoco de las ciencias humanas. Habla de los problemas filosóficos de la ciencia empírica, la ciencia natural, examinando críticamente la inducción, la falsación popperiana, las estructuras de Kuhn, Lakatos (voy por ahí)

Para mí, la prueba de la ciencia es práctica: la técnica. Mientras una luz eléctrica se encienda, la base científica de esa técnica será verdadera. Cuando un instrumento nuevo no funcione, habrá que revisar su técnica y quizá su ciencia.

Por otra parte, no se puede hablar de ciencia sin hablar de Matemáticas, esa ciencia exacta, inmutable, no inventada por los hombres sino presente en la Materia (número de oro, hexágonos, esferas, leyes formulables...)

No matematizando la Materia, sino hacíéndola tendente a sus formas inmateriales, sólo pensables. Mandando así sobre la Materia, lo que se sabe desde la Musicología de Pitágoras al E=mc2 de Einstein.

¿Algo pensable, atemporal, inmaterial, debajo de las formas temporales?
¿Matrix? ¿Dios?

jueves, noviembre 18, 2010

Sólo catorce páginas de versos

Por Kim Pérez

¿1961?

Para arrancarme las penas
faltaría un cuchillito
afilado como ellas.

No hay pena como mi pena
porque no tiene remedio.
Qué pena, si lo tuviera.

Para la pena que tengo
un remedio no adivino;
quizá no tenga remedio.


13 de enero de 1964

Sobre mi techo los negros
ruidos de un avión nocturno
nubes y una luna que lo mira
Es la hora del fin del mundo
Las estrellas se bajan a la tierra
y se venden a cinco pesetas el kilo en el mercado al por mayor
pero nadie las quiere
hora del pardo y el rojo
en la que no importa lo mío
Árboles como órganos en torno a mí
y un banco en el que no se sienta nadie
como una estación del metro
avenida de olmos, y una fila de luces
Apenas nada importa
el fin del mundo se acerca
los estudiantes extranjeros
tienen tópicos en la boca, y hablan y hablan.
Yo -te lo digo ahora aunque podría callarme-
soy un joven muy viejo y muy ligero que no sabe hablar
oh estudiantes extranjeros
con el intestino sacudido por espasmos de metal
no os habéis dado cuenta de que ya venden las estrellas como si fueran manzanas?
Y que hay un muro, en la noche, ante el que se acaba vuestra juventud?
Si llega de verdad el fin del mundo...
Todos los clavos del embalaje se salen y nada queda en su sitio
habla, si quieres, pero sucederán cosas al margen de tus palabras
Una vieja mira el fin con su cara pálida y una toquilla negra,
sentada en el banco de los árboles
y una niña me trae una baraja, un juego de cartas coloradas
No sé si bastará esto para detener el fin del mundo.






Te encuentro y me vuelvo hacia ti
pongo mis pensamientos en orden
asombrado de tu perfume femenino
de tu distinta naturaleza
me acerco
me entrego a ti
se abre el mar
percibo el fragor de las olas
la espuma el aroma las flores las sombras
soy yo y me pierdo



Digo que yo soy yo, y siento vértigo
Por este juicio singular y vivo
Puesto que sólo yo puedo decirlo
Y me hace distinto del universo,

Que al no ser yo, es grande, pero externo.
Distinto soy de ti, y distinto de ella,
Y distinto de aquel perro, que mira y que jadea,
E incluso soy distinto de mi cuerpo,

Porque yo soy quien mira, el resto es lo que miro,
Estoy dentro de mí y todo, alejado;
Al lado, diferente, veo y muevo mi mano,
Externa, incomprensible, como los aerolitos.



Héroe cargado de gloria o criminal
Cargado de vergüenza, ¡qué más da!
Como un niño contemplo, con los ojos
Muy abiertos, esta realidad.

Hombre generoso o mujer
Tranquila y reflexiva, me da igual.
Cuando miro más dentro, sólo encuentro
Un corazón pasmado al mirar.

Humano pensativo, planta verde,
Animal sensible o piedra mineral.
Cavilo, me ensancho al sol, siento, me quiebro,
Soy yo, el mismo, tal cual





¿Por qué he nacido, humana cobertura,
capaz de hablar de mí, palabra santa,
que a todos nos iguala y nos distingue?

¿Por qué me he librado de ser un simio,
sujeto como yo al peso y al deseo,
pero incapaz de hacer algo tan simple
como ver su mirada cuando mira?

¿Por qué he venido a este mundo y no a otro
que un gajo de luz acompaña, desde cerca,
planeta hermano y muerto, por milenios?



Diré: desesperación, con tal de decir yo mismo;
Yo mismo, tal como soy, sin consentir un conforme;
desesperación es el nombre de unos jardines de noche,
extrañas plantas que alumbra una callada bombilla;
la flor más rara de todas es la que llamo yo mismo,
machacada, machucada, herida, rota, ensuciada,
y diciendo: “Soy quien soy; que me tome quien me quiera”
Romperé para librarme lo que pueda, aun sabiendo
que tras cien barrotes rotos reaparecen mil doscientos.
No quiero ninguna ley, aunque comer y beber
me haga agachar la cabeza, pero no el corazón.
¿Qué es lo que puedo deciros, obligado a hablaros?
Que busquéis, que es lo que yo he hecho, en el fondo de las almas
los mares maravillosos y las islas del amor
y digáis lo único cierto: Nunca estaré allí.
¡Dios de la Rebeldía, haz que la conozcamos!


Un día nace el sol y al otro día
vuelve a nacer; me quema con su fuego.
Cada fecha me trae tortura y amargura.
Espero la llegada de algo amable:
el trino de un canario inocente
que ordena con alpiste la mañana.
Cesa el suplicio y llega el reposo
que impone paces y da el alto a las leyes.
La memoria vuela libre, desligada,
exenta de los miedos del presente;
dulce noche, para todos los que sufren;
fresca negrura, imagen de la muerte.



El dolor me sigue lacerando
porque he perdido el tiempo, sagrado y fugitivo;
mi hermosura, dejada y desdeñada,
el aroma juvenil, desvanecido,
ya no soy digna, no puedo ser amada,
ya no merezco que me guardes un suspiro.
He vivido en la cárcel, día por día,
las paredes desnudas, aliento frío,
por motivo de unos ojos fatigados,
de unas manos quebradas, de un cuerpo entumecido,
que nunca he mirado cara a cara
ni nunca mis caricias ha respondido,
dejándome ir a un patio desolado,
cada día más triste y más vacío,
hasta encontrarme sola y destrozada,
pero dispuesta a hacer lo que fuere preciso
por unos ojos graves, por unos dedos finos.



Me conozco como elfoide,
sumida en el espesor de las glicinias,
vecina nocturna de las celestinas
y de la dureza carnal de la yedra,
mojada por pulsaciones de lluvia,
delgada, con unos brazos pálidos,
donde ni se percibe el azul de las venas,
arrastrada por cualquier brisa,
empujada como las hojas hermanas,
hacia cualquier lugar, sin voluntad
ni destino, por ser más tierna y hermosa,
con el corazón a flor de piel
asomado tras el cristal de mis ojos,
muy acostumbrados a llorar,
porque el llanto es el líquido en que te deshaces
y encuentras el placer de ser nada más
que un momento,
breve como mi estatura, liviano
como mi peso,
casi nada, pero sido.


Como una hoja llevada por el viento
movida por los acontecimientos que tú dispones
y por los remolinos de mis equivocaciones
que me llevan donde tú quieres que vaya,
¿qué es mi voluntad,
sino un grito estridente y tenaz
nacido de la impotencia frente al poderío del Destino
y que se confunde con el ruido del viento que la empuja?
¿Qué hago con ella?
¿Dejo que se pierda, reconociendo que sólo es una apariencia
que me hace pretenciosa y tonta
por el hecho de querer ser dueña de mi vida
o preservo esta savia persistente y amarga?


Arrumbada por el miedo,
casi, casi medio loca
perdidas todas las minucias que poseo,
cuanto me pesa más como posesión que cosa
y me arrastra por los pies a este abismo de materia,
empujada por la fuerza de fatales circunstancias
a liberarme por fin y a mantenerme libre
a notar día tras día el empuje de mi ánimo
y a sumergirme en este torbellino placentero
cuya falta de costumbre me hace verme adolescente
enterándome bien de lo que es la libertad,
despojamiento dichoso de ropas convencionales,
permanecer convencida en calles no habituales
y comer sólo pureza, osadía y hermosura.


De estos cuatro años, me queda todavía
mi cuerpo grácil, lo más dulce que he tenido,
que merece por fin que alguien lo ame,
aunque sólo sea yo, por recibirlo;
cuerpo mío, ahora delicado,
pétalos de rosa te conforman,
aroma de la piel que nadie aspira,
pero ya existente, ya real e irrefutable,
memoria que no podrá romper la muerte,
me dice déjame, sigue tu rumbo,
recorre los misterios del Destino,
porque te falta encontrar, sin duda,
una cosa sola: que me ame alguien,
acaricie mi brazo, que nadie lo ha hecho,
ponga al fin su mano en mi húmeda mejilla.



Afligida por el tiempo
que me invade como agua
de lluvia, inundación,
haciendo de mi condición
tierna víctima, sometida,
muy herida, poco a poco,
por los minutos y los años,
pero impávida, sonriente,
sabiendo que es un capítulo
triste, hermoso, de Novela
y que este Personaje
como todos, permanece
en la eterna tersura,
inmortal, conmovedor,
aunque ahora corresponda
que ha de inclinar su cabeza
bajo su fuerte Destino;
cuando el abismo se abre
vertiginoso y se acerca
absorbida a su borde.


Calor de las once de la noche
ramas de ciprés cubiertas de polvo
inmóviles en el aire que no se mueve
un mapa sobre la mesa de un niño de nueve años
un desconchón en el muro: ladrillo rosa, yeso blanquecino,
que forma lo mismo que un mapa
un silbido lejano, delgado, muy triste, y no modulado
las camas de rana en el agua de la alberca
muertas y tenebrosas a estas horas de la noche
un ratón gris deslizándose por la arista de la pared y el suelo,
para esconderse en su refugio
un plato con granos de granada y rajas de melón, abandonado
en la mesa del comedor
al que nadie se acerca,
el aroma insistente y polvoriento de los cipreses
entrando por todos los huecos abiertos,
las ventanas abiertas, las puertas abiertas
desnudas ante la noche purísima de cien mil estrellas.



No sé ni donde estás
estos días de verano.
El corte ha sido tan seco,
una hoja de cuchillo
o un filo de diamante,
que no puedo entenderlo.
Tantas horas de ternura,
la confianza de un beso
ligero sobre la boca
se ha convertido en herida.
La pulsera que me diste
esa noche,
señal de tanta alegría,
ahora es de incertidumbre
y me duele en mis pulsos;
la llevo porque, quién sabe,
tú quieres que no te olvide.




La gente tiene unos rollos, desea y se enamora,
la gente ve otros cuerpos y se quedan callados,
pues sienten que relucen como estando aceitados,
les atraen con fuerza tal que parece que absorben
y dan ganas de llorar cuando pasan de largo
y se van a otros sitios, llevando su belleza.
La gente dice “tú”, la cabeza en las manos,
concentrada en sí misma, en la cocina vacía,
dice tú, que resuena, tú y tú, como hojas
que traen un verde alegre y el soplo de la brisa.
Tú; qué palabra, inolvidable, única,
que cuando se ha dicho una vez, tiene un solo sentido.
La dicen y se deshacen, la risa se abre sola.
Tú, la palabra que yo no he dicho nunca,
la que me diferencia del resto de la gente.


Santa Humanidad, Santo de los Santos,
Puta, timador, ladrón y maricón,
Corazón que se parte al saberse viviendo,
Sin ver su propia luz, tapada por un saco.

Cansada hasta los huesos, pensando en lo que apremia,
O luego en naderías que permiten fugarse,
Sin saber que hay adentro tal follón de energía,
Que hasta el cielo retiembla por un suspiro nuestro.

¡Qué oculta está la luz! ¡Qué fuerte y deslumbrante!
¡Cómo irradia en el mundo sin que el Santo lo sepa!
Calienta a los niños, es el Sol que extasía,
El imbécil del Santo, mientras, se desespera.

Esta luz lo llena todo, me quiere más que mi madre,
Me ama con más pasión que un muchacho enamorado,
Es la razón del placer del que están hechas las cosas,
¡Pobre del que no lo sepa, que se pierde lo mejor!

Yo sé que tengo pruebas, porque luego se me olvidan,
La voluntad libertada hiende cualquier material,
Traspasa no importa qué muro y deshace los tumores,
Pero el Santo se queda, cuando lo ve, boquiabierto.










Soy ambiguo,
me gusta esta palabra
y me gusta serlo yo;
me recuerda
las flores impetuosas,
los aromas,
los jardines calientes tras las tapias,
tan hondamente míos;
yo soy lánguido,
langor de mis amores,
languidez de la cama,
donde desperezo largamente
largos miembros
de piel clara
como la luz de la mañana,
al despertarse,
así estoy hecha yo.




En ese bar de ambiente, me pone lo sensual,
los bellos camareros, con sus camisas sueltas,
la música y los fanales, colores absorbentes,
el roce de los cuerpos me empuja dulcemente.
Me ponen los hombres.

En quienes siento la fuerza de ojos y de labios,
la conmoción de todo lo compartido,
camaradería antigua que en sexo se convierte,
melancólicamente.

Yo a la vez estoy con ellos y no estoy; éste es mi sitio,
a condición de decirlo en tercera persona.

Ellos que hoy desfilan en formación cerrada,
músculos hasta las cejas, fuertes a reventar,
y ojos de deseo, retando hasta a la muerte,
música de los valientes.

Yo entre ellos; me pongo el chaquetón
militar; me pongo mi cronómetro,
dieciséis gramos de instrumental,
y salgo tan dispuesta, a lo mismo que ellos,
pero yo soy distinta.

Mi pelo, los mechones, juegan con el cuello alto
del chaquetón de campaña; y mi sonrisa es suave.
También sueño la vida que llega hasta la muerte,
pero yo soy yo.


Te ruego que me leas,
aquí te pongo mis versos
como podría ponerte mi piel,
a ver si te gusto,
a ver si me besas,
a ver si te estremezco,
a ver si me haces pensar
que soy bella,
a ver si llego a las estrellas,
brillando como ellas,
eternamente, inmortalmente.


Pobre cuerpo mío
para nadie fuiste bello
Te acercas al momento
que vas a disolverte
y a sumarte al coro
inmenso de los muertos.
Nadie te ha acariciado
ni siquiera los brazos,
excepto una tarde
de un pasado remoto,
cuando alguien los dedos
puso sobre la carne
que sólo tenía veinte
estremecidos años
y luego, una noche,
cuando otra persona
vio tu grácil belleza
con ojos muy abiertos.



Buenos días, chiquillo de sol,
Principio y final de toda alegría,
La alta línea de montes azules
Te da con su luz buenos días.

Me alegra verte, muchacho veloz
Como el ciervo, que saltas y brincas,
Entre tierras, árboles y prados,
Que te entregan frescor, aroma y brisas.

Y la pasión por la hermosa criatura
Que refleja tu brillo de mojada arcilla,
En quien resuenan los goces y las penas
Sin que se pueda decir tuyas ni mías.

El mediodía es la hora que deslumbra
Cuando el sol dispone la justicia
De dos personas que llegan a juntarse,
A la lealtad comprometidas.

Buenas tardes, hombres y mujeres,
Trabajadores de forja y de fatiga,
Que sabéis que otros hombres y mujeres
A su compás tañen la misma sinfonía.

Buenas noches, ancianos ya serenos,
Que miráis las estrellas cómo brillan
Y al verlas en lo negro de los cielos
Comprendéis el secreto de la vida.

Adiós chiquillo, muchacho, hombre, anciano,
Cuando te vas se va tu compañía,
Corran un tiempo las lágrimas por ti,
Hasta que el tiempo devuelva la sonrisa.


He sido un niño
Poco masculino
Pero no femenino.

Entiendo a los niños
Que son como yo
Y sé lo que sienten
Muy profundamente.

No entiendo a las niñas.
No he sido una niña.

Mi vida ha acabado
Por emascularme,
No sólo castrarme
Ni feminizarme.

Ahora, sin sexo,
Entiendo la vida
Y me entiendo a mí.

No quiero ser ya
Mujer con mujeres.
¡Qué aburrimiento,
qué escasa tensión
vertiginosa!

Pero me enorgullece
Ser un hombre
Emasculado,
Palabras que dejan sitio
Al drama, la intriga,
La fascinación.

Lo que justamente soy
Y deseo parecer.

Recupero el hilo perdido
De mi historia,
De la playa,
Frente al mar,
Que perdí entre la trampa
Del vértigo de las figuras
De mujer, revueltas,
Revoluciones,
Revolar de sensaciones
Y convenciones ajenas



En el Café de Flore
Al que venía Sartre
Pero es diez años después
Y por la mañana.
Entra el sol casi hasta el fondo
Y no hay apenas nadie
Excepto este muchacho
Con un jersey de cuello de cisne
Y los brazos cruzados
Sobre una barandilla de latón
Deslumbrando con su gentil belleza
A quien le mira.

En esta plaza de Argel
Frente al mar
Con sus plátanos de Indias
Como columnas y bóvedas
Estuve con Philippe mi amigo
Cuando teníamos veinticuatro años
Disfrutando y riendo.
Pero él había muerto en realidad
Cuatro años antes.

En las escaleras de Perpiñán
Junto a la fachada con persianas,
Esperaba, convencidamente,
Maravillas de amor y libertad.


Tienes setenta y un años
Pero piensas que tus mejillas
Están tersas todavía,
Cuando en tu mente se forma
La imagen de un cuerpo hermoso
Como lo era el tuyo
Hace medio siglo.
Ámalo mientras puedas,
Entrégate al amor en tu imaginación,
Y no hagas caso de lo que digan,
Porque una cosa es tu piel que se desploma
Y otra lo que brilla en tu mente.


En la plaza de Zafarraya
Hay ocho plátanos de Indias
Y junto a cada tronco
Se pone una yunta de bueyes y un carro
De los que suben de Vélez
Dispuestos a barcinar o a cualquier labor.
Los carreteros vienen con sus familias
Mujeres y niños, y guisan allí mismo,
Y duermen bajo el carro,
En la noche de verano.
Los bueyes son enormes, más altos que un hombre
Y de noche mugen, no se sabe por qué,
Y el mugido resuena en las casas vecinas.

Un varoncillo
Delicado
Lector
En el jardín
Soleado.
Le azota
El desprecio
Y el abandono
Absoluto,
Hasta que
Furiosamente
Rechaza
Todo uniforme
Común
Y quiere ser
Otra cosa,
Alucinando
Ansiosamente
A cualquier precio
Con tal de escapar
De aquí
Pero soñando
Que todo es posible,
En las noches solitarias
Del verano.
Hasta que la fantasía
Se deshace entre sus manos
Y debe volver
Al principio
Y mirar
Dónde está,
Sin más compañía
Que la razón.


Yo
Amaré
Y compadeceré
A mi hermano
En este infierno,
Levantaré
Mi cabeza
Hasta la muerte
Y sólo agradeceré
Estos sentimientos
Que encontré al nacer;
Y ésta es toda
Mi Ley.


Hoy quiero ver el mar, vamos a verlo,
el auto recorrerá las carreteras
llegará a las cimas peladas y ventosas,
y desde ellas veremos su círculo.

Tranquilo y claro, tan igual y homogéneo,
como la cara de un planeta extraño,
que surge aquí mismo, detrás de los cortijos,
caminos, árboles, cabras y caballos.

Bajaremos luego y en una playa larga
lo veremos cercano y afectuoso
cantando sin parar pero extendido,
manifestando que no tiene dimensiones

Dejaré que bese mi tobillo
y se retire y vuelva a besarlo;
percibiré su sal como de lágrimas,
la saliva de una boca que da besos inmensos.

Lo miraré callada impregnándome
en su fuerza resuelta y su ternura
en su presencia sobrecogedora
y en su vaivén y suspiro incesante.

Mar, aquí estoy, he venido a verte,
eres la hermosura que contiene mi vida,
un esbelto recuerdo de mi madre
en tu reflujo y en la luna que riela

Confianza de un amor como tu pálpito,
alegre como los árboles que adornan
tus playas, tus bromas tan seguidas
y a veces tus enfados momentáneos.

Hasta el momento en que ni vi ni supe
que sería arrancada de tu lado,
llevada tierra adentro, donde hay olas
de materia seca y descarnada.

Tierra a la que se le ponen puertas,
que se queda tan quieta donde está,
árboles que no van a ninguna parte,
y caminos que se mueven quietos.

Ni hubo ya mar, de nuevo, en mi vida,
ni hubo amores, ni ningún agua salada
besó mi boca en un cuerpo perfumado,
desnudo en una cama como en ti.

Y por eso este día en que cumplo
las sentencias que me han hecho envejecer,
y se abre la cárcel de mis soledades,
quería volver a ti para verte

y sentir tu perenne juventud,
tu sonido que es el mismo de antes,
tu aroma, tus bromas, tus promesas
de amor y abrazos, tus besos, tus caricias.

Sentir tu inmensidad en el gris de este día
leves luces y sombras de tu cuerpo,
levantándose y formando cuevas
en las olas que me absorberán.

Como diciéndome, “no tengas ningún miedo,
confía siempre en mí, yo soy el mismo,
tan hermoso, ahora me ves triste,
y mañana brillaré plácido y claro”.

domingo, noviembre 14, 2010

Filosofía del No-binario de sexogénero






Todas las reflexiones humanas deben insertarse dentro de una reflexión más general. La reflexión sobre el sistema sexogénero debe insertarse dentro de una reflexión previa sobre cuestiones que aparentemente no tienen que ver con él.

Ésta es mi filosofía más general:


Hay tres formas de conocimiento:

Una, la razón, que descubre relaciones entre abstracciones, como los niños preguntando series de porqués; la pregunta funda la crítica, como lo hizo Hesíodo preguntándose por qué no veía a las Musas; la razón es gradual y objetiva, puede comunicarse.

Dos, la intuición, que ve las realidades en su conjunto, como en el amor o lo sagrado o el arte o el sentido común; o se da o no se da, y es subjetiva; no puede comunicarse.

Tres, la técnica o práctica, que descubre la manera de hacer las cosas por el método de ensayo, error y acierto; es la inteligencia de los pulpos, cuando aprenden a desatornillar la tapa de un frasco en el que nada un pececillo. Es también gradual y objetiva, puede comunicarse.

En cada persona, las capacidades racionales, intuitivas y técnicas deben completarse. Pero si predomina demasiado una de ellas, hay un desequilibrio vital.

En esto incurre el racionalismo, que no toma en cuenta más que la razón y pretende un mundo puramente racional y abstracto.

Hay una ley y una moral natural (razón + intuición + práctica), que obligan a todos los humanos desde nuestro corazón.

Esta ley natural es independiente y está por encima de la voluntad humana. Nos la encontramos al llegar a la vida.


Parece converger con la hipótesis mayor que se puede formular respecto al universo: puede haber un pensamiento básico que genere la materia y no al revés (hipótesis Matrix)

Pruebas parciales que vamos hallando:

la estructura matemática de las relaciones materiales (desde Galileo y Newton a Einstein, Planck y Heisenberg);

la existencia de esa ley natural.

Según esta hipótesis, mi forma material, al morir, sería reabsorbida por ese pensamiento, no se extinguiría.

El sistema sexogénero debe insertarse dentro de este pensamiento básico. Abocetaré, sólo abocetaré, este primer intento de inserción:

El conocimiento práctico de las interacciones sexogenéricas hace ver que en ellas se plantean actualmente agobios y angustias que deben ser respondidas.

El conocimiento racional descubre gradualmente la existencia del No-binario y de los conjuntos difusos de sexogénero.

El conocimiento intuitivo permite que cada cual se sitúe dentro del No-binario a la vez que genera sus relaciones de amor.

miércoles, noviembre 10, 2010

Autonomía personal en el No-binario


Por Kim Pérez


Me han ofrecido que participe en un curso, al que voy con el tema “Autonomía personal en el No-binario de sexogénero”.

El título lo hemos pensado entre el Director del curso y yo, y estoy muy contenta de él.

Voy a empezar a explicarlo por la segunda parte.

Fijaos en que no habla de “no-binarismo”, sino de “No-binario” y con mayúscula.

Es que “no-binarismo”, terminado en “ismo”, parece el nombre de una ideología, que puede estar un tiempo de moda, y luego pasarse, o ser contradicha, o superada.

No-binario en cambio es una descripción de la realidad del sexogénero.

Es que siempre ha sido así, no-binaria. Siempre hemos visto hombres muy masculinos, hombres menos masculinos, mariquitas, intersexuales, personas ambiguas, camioneras, mujeres menos femeninas, mujeres muy femeninas...

¡Siempre hemos estado todos ahí!

¡Ésta es la realidad!

Lo que ha sido ideológico, ha sido el binarismo, que se ha negado a ver la realidad y ha dicho, con los ojos cerrados:

“Hay sólo hombres y mujeres.

“Los hombres tienen que ser masculinos y las mujeres, femeninas.

“Los hombres tienen que desear a las mujeres y las mujeres tienen que desear a los hombres.

“Todo lo que esté fuera de estas reglas, no existe; y si existe, no se habla de ello; y si se habla, es para llamarlo antinatural, o vicio, o delito”.

La consecuencia de la ideología binarista es que, durante siglos, y milenios, muchas personas nos hemos visto apartadas de la sociedad, o calladas, o penalizadas.

Cuando en el No-binario, que sólo hoy empezamos a verlo, hay sitio para todos: para los hombres muy masculinos y las mujeres muy femeninas; para los menos masculinos y para las menos femeninas; para los, las y les intersexuales; para los homosexuales al 10% o al 100%; para los, las y les transexuales...

Para la variabilidad humana, tan interesante, tan emocionante...

Por eso, ver el No-binario es ver la realidad; es como si se nos hubiera caído un velo de los ojos, al comprender que todo ello ha estado siempre ahí y que todo es respetable.

Está y ha estado en distintas proporciones de la vida social. Hay mayorías y minorías, grandes mayorías y pequeñas minorías, aunque muchas personas que están en la mayoría, lo están sólo por miedo al binarismo y estarían en alguna minoría si pudieran.

No es nada nuevo; es que lo que hay, se acepta.
Y se valora.

Ver el No-binario es como ver el Universo. Por eso lo escribo con mayúscula. Es la Realidad.

Para colmo, cuando miramos los componentes del No-binario, nos damos cuenta de que no podemos señalar los límites estrictos entre unos y otros.

¿Dónde está la separación entre hombres muy masculinos y hombres menos
masculinos?

Vemos muy bien la diferencia entre algunos y algunos otros, los que lo son de manera más exagerada. ¿Pero para los hombres más normales, los más corrientes, millones de padres de familia, miles de artistas, dónde está la división?

No hay línea de división; hay una matizada, infinita, gradación, en la que encontramos quizá a muchos hombres que nos son muy admirables y muy queridos.

Lo mismo sucede con los homosexuales; si sabemos que la mayor parte de las personas hallan en sí mismas sentimientos homosexuales y heterosexuales en distinta proporción, ¿dónde está la línea de separación?

No hay líneas tajantes en el No-binario. Hay conjuntos difusos de sexogénero.

Hay muchos conjuntos difusos, de hombres muy masculinos más heterosexuales, de hombres muy masculinos más homosexuales, de... etcétera (que significa: Y los demás)

En la realidad del No-binario, formado por conjuntos difusos, cada cual tiene su sitio, y sólo reconoce que otros están en sitios distintos del suyo.

No hay que preocuparse por mayorías: la mayoría es de hombres más masculinos y más heteros, y de mujeres más femeninas y más heteras. Y además saben que hay diversas minorías, y que todo es más o menos, es decir, que todo es difuso.

No inventamos nada. Todo es como es, todo es la realidad que conocemos, variada, curiosa. Sólo que no le imponemos a nadie que sea como no es, en nombre de un binarismo que no tiene que ver con la realidad.

Los conjuntos difusos se forman por afinidades: éstos se parecen a mí. Yo estoy a gusto entre éstos.

Los conjuntos difusos son conjuntos de personas afines.

Siendo nuestra mente lo principal de nuestra vida, nadie puede decir objetivamente, fijándose sólo en lo físico, a qué conjunto pertenecemos.

Sólo cada cual, mirándose por dentro, puede decidirlo.

Cuando andamos por el No-binario, sabemos que sólo cada cuál sabe dónde está y dónde quiere estar.

Es tan sutil todo, tan difuso, que nadie desde fuera puede saber mejor que nosotros dónde estamos y dónde queremos estar.

Quiénes son nuestros afines cuando nos encontramos conviviendo con ellos. Muy masculinos o menos masculinos, muy femeninas o menos femeninas, muy ambiguos y viéndonos justamente como ambiguos, muy heteros, muy homos, menos heteros u homos...

Ésa es la inmensa Realidad que nos rodea, el No-binario. Y para andar por ella, sólo la autonomía personal lo puede decidir...

jueves, octubre 28, 2010

Despatologización



Publicado en Dos Manzanas, el 27 de Octubre de 2010


Me he encontrado a gusto dentro de la Red por la Despatologización Trans y de la Campaña STP 2012 desde que supe que optaban por el no-binarismo, que es ya un logro irreversible del conocimiento sobre el sistema sexogénero.

Pero no-binarismo no quiere decir, ni mucho menos, que estemos a favor de que la sexualidad sea un puré o un gazpacho homogeneizado.

Todo al contrario: es reconocer que existe una multitud de formas, desde las más definidas a las más ambiguas, todas las cuales forman parte de la realidad desde siempre, las hemos visto siempre, sólo que ahora sabemos que todas son igualmente legítimas.

Y además, desde que sabemos que el sistema sexogénero está articulado por dos partes, sexo y género, sabemos que cualquier persona transexual puede también situarse en los lugares más definidos o los más ambiguos, y que la decisión debe ser siempre suya.

El segundo punto postulado por la Red de Despatologización y la Campaña STP 2012 que suscita mi entusiasta adhesión es este reconocimiento de que las decisiones deben ser siempre nuestras.

Hemos postulado hace años un cambio del régimen de autorización vigente por un régimen de autonomía. La Red y la Campaña son los instrumentos adecuados para llegar a eso.

Autonomía informada; decisión de la persona candidata después de un período de asesoramiento y consultas con un psicólogo, que pase a ser un amigo en vez de un juez temible que asume un poder fundamental sobre nuestra vida.

Y la consecuencia de esta tarea que hemos asumido será simplemente un cambio de protocolo, mediante el cual, la decisión será sólo de cada persona, que conoce sus motivaciones como nadie, después de un periodo de extensa información.

Pero solo cada cual tiene poder sobre su vida, lo que incluye el derecho de equivocarse o acertar.

Por la propia experiencia de lo que es ser transexual, sabemos que para algunas y algunos es esencial la cirugía.

¿Cómo se defiende? Por lo que puede suponer de mejor ajuste personal, en circunstancias que producen dolor. Nariz grande, orejas abiertas, seis dedos, pueden producir inmenso dolor, especialmente en la adolescencia, y hacen indicada la cirugía mediante una autonomía informada. [Y no son una patología] Yo sufría tremendamente a consecuencia de que mis genitales fueran masculinos, y no concedo a nadie el derecho a medir mi dolor.

Sé -yo misma estuve a punto de creer que yo no podría hacer más- que, para algunas personas que ansían la operación, no es posible moralmente, por sólidas razones familiares y laborales que sólo ellas pueden evaluar, hacer un cambio de género, en ninguna medida.

Para ellas -para mí-, al menos la operación, la íntima constatación de que el problema ha desaparecido, sería el mínimo suficiente. Sé que a veces la operación es la única esperanza.

¿Qué es lo que pedimos en resumen?

Que se tomen en cuenta todas las inmensas posibilidades del no-binarismo y, más concretamente, de los conjuntos difusos de sexogénero, tanto para situarse en los puntos más definidos como en los menos definidos y los más indefinidos.

Que los protocolos para los cambios de identidad legal sigan un modelo de autonomía informada de la persona que los solicite.

Y que se siga el mismo modelo de autonomía informada, respetando y atendiendo en particular a las personas que requieran tratamientos endocrinológicos y quirúrgicos.

miércoles, octubre 27, 2010

La transexualidad no es una enfermedad



Por Kim Pérez


Hace más de un siglo que reflexionamos acerca de la variedad de la sexualidad.

Antes, por un platonismo asumido por el cristianismo, se negó el cuerpo y se afirmó la conciencia desnuda; toda la sexualidad quedaba bajo sospecha, y hasta el matrimonio era un mal menor, frente al ideal de la castidad perfecta.

Por tanto, cualquier divergencia de lo tolerado era un vicio o un crimen, que se castigaba hasta con la hoguera.

En el siglo XIX, un paso movió las aguas: los divergentes fueron considerados enfermos, dignos por lo menos de atención, respeto y cuidados. En vez de sodomía, se habló de inversión o de homosexualidad. Se distinguió entre los “invertidos” a los homosexuales de los transexuales.

Como patología, sin embargo quedaba abierto el paso a la terapia y al intento de curación incluso autoritaria.

A mediados del siglo XX, se comprendió que la homosexualidad era natural, lo que empezaba a liberarla de la patologización. Pero la transexualidad quedó atrapada dentro de la patología porque nos convenía a las personas transexuales: era la única manera de conseguir la atención médica que tanto necesitábamos.

A fines del siglo XX, hace nada, la Teoría Queer planteó que no existe homosexualidad ni heterosexualidad; las personas tienen prácticas homosexuales, heterosexuales o ambas, y pueden pasar de unas a otras, que son formas variadas de la expresión sexual.

Mientras tanto, descubrimos que la visión tradicional de la sexualidad era binarista (hombres y mujeres, masculinidad y feminidad, todo bien separado) e irreal; ahora emergía el no-binarismo de género e incluso de sexo, con la fuerza de la realidad: no hay sólo masculinidad y feminidad, no hay sólo hombres y mujeres, hay una infinidad de formas intermedias, intergenéricas, intersexuales, y todo es natural.

Se diluyen con estos conceptos los de heterosexualidad y homosexualidad y hasta el de transexualidad.

Todos dejan de ser círculos cerrados y se convierten en prácticas abiertas, dirigidas por el deseo/necesidad y la experimentación.

El deseo profundo no es caprichoso, sino que está movido por profundas estructuras de necesidad. La experimentación puede ser un juego, pero es mucho más cuando responde a esa necesidad. Lo mismo es el deseo/necesidad de tener hijos y criarlos, que el deseo/necesidad de los distintos o de los iguales, o el deseo/necesidad del cambio de género o el de sexo.

Estos dos últimos, el deseo/necesidad transexual, no es sólo de las personas que hoy somos llamadas transexuales, sino de todas las que alguna vez han deseado ser del otro sexo, o de ningún sexo. La necesidad a la que responde es la mejor adaptación mutua entre las personas individuales y el sistema sexogénero.

Éste es siempre humano, conceptual, por lo que la inadaptación se debe a las inadecuaciones del sistema sexogénero a la realidad.

Por eso, el deseo/necesidad transexual instaura un diálogo personal con el sistema sexogénero que se potencia inmensamente cuando alcanza dimensión colectiva, de conciencia literaria (“Orlando”) y especialmente de militancia.

Los resultados personales de este diálogo pueden llegar a formas como la integración plena en los actuales estereotipos de sexogénero (aunque no es estereotípica la adscripción voluntaria a ellos) o la ambigüedad, ya muy generalizada entre muchísimas mujeres-binarias y algunos hombres-binarios; o el cambio de género (el más difícil, público) sin cambio de sexo (íntimo), o el cambio de sexo sin cambio de género (cuando no hay más remedio por las obligaciones laborales o familiares); o creando formas nuevas, como hoy sólo se atreven a hacer las tribus urbanas.

Partiendo del deseo/necesidad, algunas de estas formas necesitan de una ayuda endocrina o quirúrgica para alcanzar el bienestar que el actual sistema sexogénero niega; pero no será por atender a una patología, sino a ese deseo/necesidad profundamente arraigado en la persona, como, en menor medida, en todas las personas.

miércoles, octubre 20, 2010

Empleo en tiempos de desempleo



Una amiga mía se ha colocado porque es más que simpática.

Pero no todas somos tan simpáticas.

Y de todos modos, los prejuicios siguen haciendo que nuestra tasa de paro, como transexuales, siga siendo ¿del 98 %?, en unos momentos en que la tasa general en España es nada menos que del 20 %.

Es inútil llorar.

Ante esto, en vez de pedir que nos "den" empleo, es el momento de que nosotras lo creemos.

Podemos crear por ejemplo una cooperativa.

Las preguntas previas serían:

=Primera. ¿Qué podemos hacer? Para responder, buscar las actividades para las que estemos càpacitadas, que nadie hace en nuestro entorno y que tienen, aun ahora, demanda.

=Segunda. ¿Qué sacrificios requiere? Puede ser que tengamos que estar un año o dos trabajando sin ganar. Pero eso tiene un valor económico: es una inversión que crea capital, que incluso de puede contabilizar como fondo de empresa.

=Tercera. ¿Quiénes pueden ser mis socias, socios o socies? Sobre todo, quienes estén dispuestos a afrontar los sacrificios de los primeros tiempos, que son una excelente prueba.

martes, octubre 19, 2010

Camino transexual (I , II y III)



Publicándose en http://carlaantonelli.com/

Por Kim Pérez




Un niño callado.

Tímido. Torpe para tratar a otros.

Más absorbido por sus lecturas que por la realidad. Leyendo a todas horas. En la mesa, durante las comidas, cuando tiene la suerte de comer solo.

Viviendo en las novelas de aventuras. Protegido de la realidad.

Fracasado y desdeñado al jugar con sus tíos-primos (de su misma edad). Porque es tímido, reflexivo, nada impulsivo, nada activo, nada alegre, nada seguro, nada arrollador.

Sabor áspero en la boca. Ni piensa en sus tías-primas; un paraje inaccesible, desconocido, inexistente. Consuelo: Isolde, en la dulce cotidianidad de su jardín: la tela metálica de sus gallinas, sus patos y sus conejos. Pero en cuanto llega a su casa, se sume en la lectura.

No hay nadie compartiendo su vida. Bueno, sí: en el cortijo, símbolo de la frustración, de la tierra quieta y gris con cercas fijas, la Mode y él haciendo cortijicos de barro, mulicos de bellota. Todo tierno, pero rudo y él no es rudo. Tampoco desea ir con el Nono a tirar piedras en el campo, ni montar en las yeguas y darse una corrida, ni... nada.

Sólo a veces sube solo a los cerros a mirar el horizonte... Las lomas lejanas, azules como joyas, entre las que quizá se vea, desde alguna parte, el llano del mar...

Pero en ese tiempo, tendría como once o doce años. Se puede ir más atrás.

Su padre empezó a enseñarle a leer desde los tres años, con una cartilla muy sosa y fea.

Pero recuerda su primer libro, la figura de un negrito redondito, de colores vivos, y una sola estrofa en cada página, que recuerda perfectamente:

“Está muy triste/ pobre Pepito/ porque no es blanco/ porque es negrito”.

Y luego, en una tina de madera con espuma:

“Se lava el cuerpo/ con afición/ con estropajo/ y con jabón”.

La conclusión:

“Pero no es blanco/ pobre Pepito/ que sigue siendo/ negro, negrito”.

Y una cantinela de entonces, que le enseñó su madre:

“Señor Don José
¡qué gordo está usted!”
“¿Cómo no voy a estar gordo
si vivo muy bien?
Me fumo mi puro,
me tomo mi té
y por eso me llaman
Señor Don José”.

Pero los recuerdos principales de su madre son otros.

Bella. Como una actriz de cine. Así de sencillo la ha visto siempre.

En el piso. Una mañana de sol, en invierno o primavera. Su madre haciendo la cama de su dormitorio. Cantando:

“Cuando yo te digo adiós en la ventana,
pienso en mañana,
y así es mejor...”

O en la casa de los abuelos, con motivo de una fiesta, él tumbado sobre una cama y su madre inclinándose sobre él:

“¡Mi carita de luna!”

Antes de ser tímido, era contemplativo.

Al despertarse, medio entrando la luz de la mañana por la persiana, contemplaba una modesta colgadura que había en la pared, junto a su cama: era como un mantel blanco, bordado en azul, con aves como asirias, algunas con tres patas, y recuadros.

Él empezaba a pedir que vinieran a vestirlo. Llamaba como si fuera un rito, un día y otro:

“¡Levántame!
¡Vísteme!
¡Ábreme la ventana!”

Analizaba lo que decía, aunque parezca imposible que lo haga un niño de cuatro o cinco años. Le sonaba como

“Levanta-me.
Viste-me.
Ábre-me la ventana”.

Era como un juego de palabras. “Me” es lo que dicen las cabras. Entonces, decir “levanta Me” era como decir a una cabra que se levantase. Estaba bien. Pero con “viste Me”, ya no servía el juego. Y menos con “abre Me la ventana”.

Leía tebeos y disfrutaba de las imágenes en las hojas apaisadas, antes de la contraportada en la que venía la lista de los títulos sugestivos, en tinta azul.

“El Guerrero del Antifaz”.
“Roberto Alcázar y Pedrín”.

El Guerrero era guapo y elegante, su casco de metal, su máscara negra, sus facciones finas y macizas. La musculatura, clave para los otros lectores, dibujada incluso bajo la ceñida cota de malla, más bien le disgustaba. Le interesaban los campos, la vegetación, el aire romántico del Guerrero.

Roberto Alcázar, moderno, prosaico, policial, seguro, protector de Pedrín, que peleaba a sus órdenes.

(No le interesaban las peleas, aunque fueran el verdadero tema del tebeo. Le interesaban los personajes y su ambiente, quizá porque se identificaba con ellos)

Una vez, una sola vez, tomó para analizarlo un solo tebeo de su hermana.

Eran más pequeños que los tebeos para niños, y de las protagonistas se realzaban las grandes melenas rizadas.

Se le caía de las manos. Nunca volvió a querer leer otro. La verdad es que a su hermana tampoco le interesaban mucho, porque tampoco vio nunca otro tebeo de niñas en su casa.

Ahora, al pensar en aquello, piensa que si hubiera estado suficientemente aburrido, lo habría leído, como una vez, con más edad, llegó a absorberse en un muestrario de punto de cruz con casitas de tejados colorados, y ovejitas y arbolitos, todo en colores vivos... O la otra vez que tuvo que leer una novela rosa porque no había otra a su alcance...

Y se habría quedado asombrado al comprobar el carácter indeleble de aquellas impresiones en su imaginación.

Más segura era la dualidad de los juguetes. Su hermana tenía una muñeca Gisela, de dos palmos de estatura, absolutamente ininteresante...

A él le regalaban cochecitos (aburridos) o camioncitos (más interesantes) o una canoa que, en teoría, podía navegar por el baño con un mecanismo ¡a reacción! con aceite de la cocina que olía a quemado... y que nunca funcionó.

Pero maravillosa. Más maravilloso, el avioncito con hélice que vio una vez, en un escaparate, y que nunca le compraron. Le recordaba a los aviones de verdad en que volaba su padre.

O las maquetas de un barrio de verdad que hacían en un sótano, junto a su casa, que vio un día por las ventanitas a ras del suelo, que estaban abiertas ese día y que jamás volvieron a abrirse.

= = = =


Los niños.

Alguien de quien hay que huir.

Niños en pandilla “debajo de los árboles”, el bulevar terroso de Madrid.

Peligrosos. Lejanos. Observadores. Amenazantes.

Un momento, una excepción.

Walter era el hijo de unos alemanes refugiados que vivían en el piso de arriba.

Era mayor; tenía por lo menos seis años. Un día tuvo que subir a su casa.

Walter estaba sentado a la mesa de despacho de su padre, alumbrada por la pantalla de un quinqué, y tenía delante de él un libro de cuentos que, al abrirse, ponía en pie desplegables de vivos colores. Algo maravilloso. Y Walter era el dueño de tales prodigios.

Bajó a su casa con un sentimiento confuso que más tarde entendió como el de que Walter fuera su hermano mayor.

Un hermano mayor sabe más que uno mismo y puede enseñarle las maravillas que domina. Un hermano mayor protege al menor de la hostilidad del mundo. Protege.

Aquel niño no encontró jamás, en la realidad, un hermano mayor, a la vez que lo deseó siempre, profundamente.

Lo soñó. ¿No se parecía, muchos años más tarde, a aquel muchacho de ojos profundos que miraba desde un gran sillón en el que estaba cómodamente sentado, junto a una hogareña lámpara de pie?

Aquel muchacho apareció en las fotos de una revista porque había sido un intersexual cuyo sexo masculino emergió de repente haciendo gimnasia o algún movimiento brusco parecido. Había también una foto de cuando creían que era una niña, sonriente e ingenua.

Ahora, lo que atraía de él era su belleza masculina, de mandíbulas cuadradas pero en un contexto suave, en el que la mirada honda expresaba a la vez una melancolía extraña y más sensibilidad que en cualquier otro muchacho.

La preparación de la Primera Comunión. Desagrado profundo, material, cósmico, por los compañeros. Uno, guapo, rubio, alto (para tener siete años) le parecía muy petulante. Lo veía todo por el lado malo: los ojos le eran desagradables. La boca desagradable.

Otro menudo y muy moreno, gracioso, simpático, pero por alguna razón, incorporable al grupo del anterior.

Sólo el último día llegó un niño agradable. ¿Por qué? No lo sabe. Flequillo despeinado. Sencillo. ¿Amistoso?

Ninguno de los niños que le desagradaban le había hecho nada malo. Era mera repulsión, biológica, yo qué sé. Una sensación de incompatibilidad.

Ese mismo mes de octubre entró en un Colegio de niños, ya empezado el curso.

Tenía algunas esperanzas. Otro niño ingresó el mismo día que él y quedó convencido de que eso sería el fundamento de una amistad que duraría toda la vida, pero nada de eso. El otro niño, un tanto avieso, hizo su vida por su lado desde el primer momento.

Entre clase y clase, solos, un rato en que el profesor no estaba, de conversación general. Las luces encendidas. Espacio entre los alumnos. Faltaban todavía muchos. Debían de ser las ocho de la mañana. Percibió la extraordinaria aspereza masculina, en niños de siete años. Conversaciones duras. Seguridad en sí mismos. Hostilidad. Desdén mutuo. Como hombres adultos.

Por tanto, él no era así. ¿Qué pretendía? Amistad, dulzura, ojos amables, afinidad, compartición de lecturas y de gustos y sentimientos.

No hubo nada de eso. Aislamiento profundo. El profesor de la clase era un hombre menudo y algo zafio que ajustaba perfectamente con aquellos alumnos. Descuidado, la sotana mal abrochada en el cuello, bullanguero.

¿Qué puede hacer un niño de siete años cuando se siente en un medio extraño?

Desesperarse. No querer ir a clase. Tener que ser conducido a rastras unos cuantos días, llorando.

El profesor de otra clase que estaba situada justo al lado de la suya era un hombre espiritual y alto. Era todavía joven, pero ya sacerdote. Se dio cuenta del desamparo de aquel niño.

Una mañana, en el sol que daba en la fachada del sur, se le acercó y le preguntó atentamente por qué estaba así.

El niño le explicó lo que pudo. Aquella conversación duró un cuarto de hora, pero para su alma triste, fue como el sol que brillaba alrededor.

Tuvo la impresión de que alguien lo había tomado bajo su protección. Y además, por fin alguien se había interesado por él, le había hecho existir a la vez que le mostraba su propia existencia, había hecho reales la sensibilidad, la delicadeza y los sentimientos que ansiaba.

Pero el animal unicelular y devorador que había abierto las fauces un momento bajo la luz del sol, como para dejarlo salir, volvió a cerrarlas, atrapándolo dentro.

= = = =

Era frecuente que sintiera fobia hacia muchos, no hacia todos los varones, pero sí hacia muchos.

Hasta el punto de pensar más adelante que era algo instintivo, precisamente masculino, de varón contra varón.

Pero no, era por la manera de ser de ¿algunos? ¿muchos? ¿la mayoría? de ellos. Aspereza, prepotencia, indiferencia a quien no fuera como ellos.

Manera de ser que ahora entiende como mala educación. ¿Es posible educar mejor a todo el mundo? Sí.

Cuando ahora repasa sus fracasos sentimentales con ellos, se da cuenta de que esa mala educación era precisamente lo que le agobiaba en los que le repelían.

(La palabra “repelían” es más exacta que “desagradaban”)

Sabía que había otros varones libres de esas taras, y quizás de los más fuertes, que eran a la vez sensibles y delicados de sentimientos, gracias a su buena educación.

Vio una vez, mucho más tarde, una película, “Los 400 golpes”, que le hizo soñar en un muchacho que fuera enérgico y dulce, un poco mayor que él, más experimentado, capaz de guiarle en la vida y también de protegerle con dulzura cuando fuere necesario de los ataques de los otros.

Capaz también de compartir aficiones, de hablar de los mismos libros que a él le fascinaban, de planear y hacer reales las aventuras que él sólo podía soñar.

De ir al mundo para vivirlas juntos.

Un verdadero hermano mayor.

¿Pero dónde estaba ese muchacho, aparte de la pantalla del cine? En su vida no apareció nunca.

Piensa ahora, a menudo, que si lo hubiera conocido de verdad, si estuviera en sus recuerdos, llenándolos de sentimientos y tranquilidad, si su hermano mayor le hubiera acompañado desde los siete, los ocho o los nueve años, si cuando pensar en su niñez y su adolescencia fuera pensar en él con alegría y con amor, su vida habría sido muy diferente.

Hubiera aprendido quizá a ser varón, porque habría sido ser como él. Todo habría sido parte de esa felicidad. Recuerdos en el campo, en los sembrados vallados y luminosos bajo el sol de la tarde...

Recuerdos en el mar, bajo las galernas...

Muchas veces habría ansiado fundirse en un abrazo con él... Entre el agua espolvoreada por el viento sobre los dos ¿Homosexualidad? Quizá, a veces, en el ardor de la juventud en el que todo se superpone... Pero no, no era un sentimiento sexual, esas sorpresas indecibles y cosquilleantes que le atacan de pronto, inexplicablemente, al ver los blandos pechos de una mujer...

Amor se llama la palabra de lo que sentiría por él, pero amor de amistad, amor de las almas. Una palabra que no existe en castellano y que haría falta encontrar...

Ansia de compañía, necesidad, alegría... habría que meter todo eso en una palabra.

Pero lo ha descubierto ahora, de mayor, viendo el hueco que se quedó en su vida.

Bueno; lo sintió también entonces, leyendo una novela, porque al fin y al cabo las únicas realidades que contaban en aquellos años eran las novelas.

En aquélla se narraban las aventuras de los guardiamarinas ingleses que tripulaban una goleta en una navegación por los Mares del Sur.

“¡Guardiamarinas! ¡Qué palabra tan hermosa! Eran ingleses, del siglo XIX, perfectamente educados, idealistas, nobles en sus sentimientos y sus actos.

“Estaban uniformados de blanco inmaculado. Algo que supera todo lo que puedo sentir yo. Sus ropas tan blancas como sus conciencias, su sentido del deber y su cumplimiento.

“Delante del mar azul. Bajo el sol claro.

“Pensando en que yo podría haber estado entre ellos pero no estaba, me eché a llorar amargamente leyendo esta novela. Era una forma de la vida humana, verdaderamente humana, que existía pero que me había sido negada.

“¡La elevación de la vida! ¡La dignidad humana! ¡La nobleza de la educación, porque aquellos guardiamarinas estaban aprendiendo a ser oficiales!

“La grisura de mi vida real era un amargo contraste con aquella imaginación.”

Olvidaba hablar de algunos aspectos particularmente zafios del colegio de niños en el que el muchachillo estudiaba.

Quizá sea éste el momento, al lado del relato de la novela de los guardiamarinas, para que se pueda comprender con más fuerza lo que rechazaba.

En aquel colegio de niños, las letrinas y urinarios estaban dispuestos con total familiaridad y naturalidad entre las clases.

Había dos. Unas, en el patio, al lado mismo de donde se jugaba, al aire libre, había una fila de urinarios y detrás de retretes de ponerse en cuclillas.

En las letrinas del patio, lo más asombroso eran las filas de niños amontonados, en el recreo, para hacer pis. Pero no eran lo peor.

Lo peor eran las letrinas de dentro, las que estaban en uno de los pasillos del claustro, con las puertas abiertas al corredor, dimanando un olor profundo y repugnante.

¡Y las cocinas estaban cerca, cuarteleras, hediendo de manera todavía más terrible y repulsiva aunque no parezca posible!

La familiaridad con el cuerpo masculino que representaban las letrinas, casi a la vista, se convertía en una señal que acompañaba a la rudeza de la vida masculina, que debía sobrevivir superando escenas feas y malos olores. Quizá para un hombre consciente de esa condición fueran sólo un círculo del purgatorio que había que ignorar y sobrepasar.

Para un muchachillo tierno eran casi un salón de los infiernos.

No le era fácil aprender a ser hombre.

Hasta aquí no sucedía nada de extraordinario (pero sucedería)

Si repartimos a los varones en tres grandes sectores, según el nivel de los andrógenos que hayan configurado su cerebro durante la gestación y condicionen así su conducta, podemos percibir las categorías de los hiperandrogénicos, mesoandrogénicos e hipoandrogénicos.

Los hipoandrogénicos son hombres tranquilos, meditativos, poco deportivos, sensibles... Nada fuera de lo corriente. Si sólo fuera por eso, este muchachillo entraría con naturalidad en este tercio.

También, dentro de las diversas tipologías que proponen los psicólogos, entraría dentro del tipo sentimental, o del leptosomático (cuerpos largos), o del cerebrotónico.

Habría soñado mucho, habría hecho poco. Habría elegido finalmente vocaciones contemplativas: la investigación; la enseñanza; la literatura; la pintura.

Habría sentido siempre sus propios sentimientos con toda su atención puesta en ellos. Habría sido melancólico y nostálgico y se habría complacido en ello. Habría sido propenso a transformar su respeto por algunos varones nada menos que en homosexualidad. Sabría que su cuerpo largo y delgado, sus manos largas, sus dedos largos hacían de él una persona ambigua.

La habría afirmado dejándose el cabello largo, si lo hubiera mantenido. Un romántico. Un Chopin.

Pero quizá habría sabido siempre que estaba dentro de ese tercer tercio de los varones ambiguos y civilizados y no habría pretendido salir de él.

Si finalmente salió, es que hubo algún elemento que no era visible con esos años y se hizo visible después.



(Continúa publicándose el capítulo IV en http://carlaantonelli.com/)

Binarismo y no-binarismo

Cuando éramos binaristas

creíamos

que sólo había y debía haber hombres y mujeres,

lo masculino y lo femenino,

el amor de los hombres por las mujeres

y de las mujeres por los hombres

y que todo lo demás era enfermedad o vicio.

pero ahora que somos no-binaristas

sabemos

que hay hombres y mujeres y más,

lo masculino, lo femenino, lo ambiguo,

el amor con frecuencias pero sin reglas,

la paz de la libertad.

viernes, octubre 15, 2010

viernes, octubre 08, 2010

¿Soy una persona religiosa?




¿Soy yo una persona religiosa?

Normalmente, no. Me fascina mucho la vida de tejas abajo.

Hasta que me figuro que me estoy muriendo, y que ya no tengo nada que hacer aquí abajo.

(Excepto preocuparme por la suerte de las personas a quienes quiero)

Entonces, al mirar adelante, no quedará delante de mí nada más que el misterio.

Que me figuro, no en los términos usuales, sino en los del Dios que está dentro de mí: el deseo de una Belleza Absoluta, de una Pureza Absoluta, de un Amor Absoluto...

Narrativas transexuales




He comenzado a publicar en CarlaAntonelli.com una nueva serie de comentarios que se llama "Camino Transexual".

Aunque los primeros tienen aspecto autobiográfico, van poco a poco entrando en una reflexión sobre mi experiencia transexual.

Las experiencias transexuales son tan variadas, que es muy difícil hacer una "teoría general de la transexualidad".

Por eso, el método adecuado para entendernos puede ser que escribamos estas narrativas, detalladas y repensadas.

Al verlas juntas, podremos ver los parecidos y las diferencias de unas con otras.

¡Animaos! ¡Y contadlo!

martes, septiembre 28, 2010

Razones para el cambio de sexo sin cambio social.



Yo desde luego hubiera sido una de estas personas muy fácilmente.

Hubiera sido bastante que mi trabajo fuera por cuenta ajena, en vez de ser socia cooperativista.

¿Hacer el cambio social, que es el más difícil, teniendo una hipoteca y otra persona a mi cargo?

Imposible. Entonces me hubiera conformado con el cambio de sexo, sabiéndolo sólo yo.

Pero, tal como están las cosas en nuestra Seguridad Social, no me lo hubiera pagado, y habría tenido que pagarlo por mi cuenta.

¿Y si no hubiera tenido ese dinero? ¿Mi equilibrio, mi bienestar, mi paz, lo que nos da la operación y lo sabemos, pendiente de mi falta de dinero?

Por eso les digo a los psicólogos de las unidades, puesto que ellos mismos son los primeros que pueden avisar de esta situación, que revisen los protocolos.