miércoles, noviembre 29, 2006

Ser bella y a la vez que me teman



(Apuntes de Marbella. Para saber quién es Marbella, ver la entrada "Primera noticia de Marbella" en octubre de 2006)


Esto es lo que quiero, mi doble pretensión. Y sé que lo estoy consiguiendo. Lo primero significa que me quieran, que me admiren, que les deslumbre, y sé que mi pelo negro y medio corto, mi coleta, mis rasgos angulosos y suaves y finos, mis ojos que se clavan en los de los varones como preguntas, les deslumbran, los paran por un momento, pero los paran.

Incluso ahora, cuando todavía voy de muchacho, hago fijarse en mí incluso a los heteros, aunque sea por un minuto y aunque aparten enseguida la vista, de inseguros que se sienten. No deberían: ven en mí los rasgos de una mujer bellisima, lo sé, una cara, unos brazos delicados, unas piernas largas, que forman a la vez un cuerpo de muchacho.

Que me teman es lo segundo que deseo, dado que los que no pueden comprender sus deseos, los convierten en insultos contra mí. Es verdad que hubiera podido limitarme a reírme, porque yo sí sé lo que les pasa, me insultan porque desean la figura de mujer que ven en mí, y se confunden y revolucionan porque la desean pero no pueden desearme a mí, por ser todavía un muchacho a sus ojos.

Es decir, que están vencidos de antemano, por mi belleza y su confusión. Hubiera podido desentenderme de ellos, pero son demasiado peligrosos. Hacen daño, de muchas maneras, son estúpidos y agresivos, violentos y hieren, hieren de verdad, como si fueran cuchillos, y por eso decidí hace tiempo que necesito que me teman.

Lo he conseguido haciéndoles frente. El año pasado hice un curso de autodefensa, en el que se aprendía algo de artes marciales, y como son tan brutos, y tan torpes y tan vagos, enseguida les encontré las vueltas, porque no se les ha ocurrido siquiera ponerse a aprender llaves ni disciplina de combate.

A fin de cuentas, ahora ven mi belleza como si fuera de acero, indiscutible y a la vez temible, enloquecedora. Pero no me interesan ya las peleas de la vida diaria, porque he descubierto con asombro que no son enemigos para mí. Me agreden y, cuando yo les sujeto y les hago que ellos mismos se tuerzan los brazos, lloran. Me quedo vacía, entonces. He vencido a un hombre, y me parece que por lo menos todavía no es más que un pobre hombre, un pobre muchacho, un niño con mala idea.

Por eso fue para mí como el clic de un interruptor, como una sacudida eléctrica, como una luz que cruzó mi mente de Este a Oeste, cuando comprendí que puedo ser militar.

Cuando lo sea, mi belleza pasará oficialmente a segundo plano, nadie hará como que la ve, pero será vista y yo seré respetada.

Me respetarán mis subodinados, que tendrán que decirme “Mi sargento”, o lo que sea, y obedece lo que yo les mande, aunque por dentro se estén derritiendo por mí o me aborrezcan por ser tan guapa, da lo mismo, por tener el cuello fino y blanco, este rosto anguloso, esta coleta negra.

También me respetarán mis iguales y mis superiores, porque para eso están las Ordenanzas. Y yo seré una de las primeras suboficiales transexuales del Ejército español, ni siquiera la primera.

También me ha interesado comprender que, en el Ejército, todo lo mío se vuelve general, más que personal. Yo necesito respeto, y mando, y alegría, y este Ejército español, por lo menos, no está hecho para agredir, sino para hacer respetar a quienes lo necesitan, permitirles que manden en sus vidas y que sepan lo que es la alegría. Ahí está mi padre en Afganistán, haciendo sólo eso, no como los americanos, que son unos buscabocas y unos follonistas de bar. Por eso el Ejército será lo mío, mi futuro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece con todo respeto que vives en soledad, que guardas en secreto lo que a piel esta"". por parte mia veo que estas enamorado de la parte femenina. sin ser muy inteligente creo que deverias confrontar a ambas partes!!!!