jueves, noviembre 23, 2006

Esbozo de una teoría del trauma




Por Kim Pérez



CONTEXTO TEÓRICO

En un reciente artículo, “Por qué la cuestión naturaleza/medio no puede desaparecer”, (en “Daedalus”; traducido al español en “Claves de razón práctica”, en 2006), Steven Pinker ha expuesto el estado de la cuestión que también se llama “naturaleza o cultura”, “nature versus nurture”, o como yo prefiero decir, “biología o biografía”.

Después de un siglo XIX biologista y un siglo XX ambientalista, expone cómo se está llegando a la conclusión de “lo uno y lo otro”, pero también cómo esta posición de interaccionismo holístico, como la llama, corre el riesgo de parecer demasiado obvia y, por tanto, aburrida, o de dar lugar a demasiados malentendidos.

Esta advertencia puede estar justificada y ser oportuna en el plano general de las ciencias humanas, pero al concentrarse en el ámbito de los estudios sobre transexualidad, cualquier temor se desvanece.

Aquí tenemos una situación muy problemática. Preguntarse por la cuestión de “biología o biografía” no sólo es pertinente, sino que todos cuantos estamos dentro de la temática transexual nos lo preguntamos insistentemente y nos lo respondemos porque sabemos muy bien cuán transcendente es esta pregunta y la respuesta a la pregunta, a efectos de análisis, de pronóstico, de consejo e incluso de valoración moral.

En el siglo XIX y principios del XX, la transexualidad, con el nombre de transvestismo o incluso de homosexualidad, fue entendida biologistamente (“anima mulieris in corpore virile inclusa”); en el siglo XX, ha sido entendida culturalmente y por tanto políticamente (escuela de Foucault); y en el XXI, podemos empezar a pensar en un fundamento biológico no específico y un desarrollo biográfico específico, situado en un trauma y una respuesta.

¿Pero cómo se articulan uno y otro, para no quedarse en un puré ecléctico y sin interés?

La presente e incipiente teoría, todavía situada en el punto de la formulación de hipótesis, propone la consideración de cuatro factores del desarrollo de la transexualidad, dos variantes biológicas y dos biográficas.

Por tanto, articula ambos campos en un aspecto concreto del desarrollo humano, y lo convierte en un modelo de las nuevas aproximaciones teóricas.


TEORÍA DEL TRAUMA


La simple predisposición de tipo biológico no me parece una causa suficiente.

Primero, hay montones de varones hipoandrogénicos (tímidos, introvertidos, poco o nada dados a los deportes fuertes) y de mujeres hiperandrogénicas (audaces, extravertidas, deportistas), que no son transexuales y,

segundo, hay transexuales que no han sido hipoandrogénicas (han sido resueltas, mandonas, peleonas) ni hiperandrogénicos (han sido reflexivos, intelectuales, tranquilos)

Entonces, hay que dejar la biología básicamente fuera, aunque muchas personas transexuales, desde luego, hayan sido hipoandrogénicas o hiperandrogénicas, respectivamente. Pero esto funciona de otra manera. No es la biología la causa directa.

El origen de algunas formas de la homosexualidad y de la transexualidad puede estar en las vicisitudes biográficas de la homoafectividad u homofilia, que es una fase de la evolución personal muy intensa especialmente durante la preadolescencia, que permite aceptarse y valorarse a sí mismo en su propio sexo, como consecuencia de sentimientos de admiración y gratitud hacia otras personas integradas en él.

Este sentimiento, a veces, puede ser tan intenso y feliz, que propicie una detención o fijación en él, que generaría, al sexualizarse, una homosexualidad no traumática.

En cambio, su falta, si produce una ansiedad por vivirla, por llenar ese vacío, generaría una homosexualidad, y si lleva a una imposibilidad de identificarse con el propio sexo, una transexualidad que se podrían calificar como traumáticas.

La homoafectividad es tan necesaria, sea vivida con el padre o con los amigos que, cuando falta, quien vive esta carencia radical evolucionará como homosexual, si siente la necesidad de remediar su falta a toda costa, buscando al hombre que represente a todos los hombres, o si la falta llega a ser una homoautofobia (o aversión al sistema de semejanzas y a sí mismo como integrado en él), produce una evolución transexual, que más radicalmente hace ser incapaz de verse a sí mismo como hombre.

El trauma decisivo entonces es la falta de la experiencia de homoafectividad, el vacío en el lugar donde debía haber por las figuras masculinas un afecto y una admiración profunda, una seguridad, una estabilidad que se pudieran convertir en deseos de emulación y de identificación.

Si no lo hay, no queda más que deseo y necesidad, hasta hambre, de la presencia de los hombres (o de su símbolo escueto, el falo) o la negación de los hombres, ocultando ese deseo frustrado.

La causa directa de la transexualidad puede estar en un trauma, entonces. Diré que se trata de un trauma de inadaptación muy fuerte.

La inadaptación puede darse por muchas razones, pero creo que la más frecuente puede ser la conciencia de no ser aceptado por los compañeros del mismo sexo y la misma edad, o bien, más profundamente, por el padre del mismo sexo.

Esta inaceptación puede deberse a la consideración de que el compañero o el hijo es insuficientemente masculino.

(En este caso, lo biológico no sería lo determinante, sino la reacción social –compañeros o padre- ante un hecho biológico, la hipoandrogenia, que, en otras circunstancias, quedaría sin consecuencias)

La inadaptación viene entonces como un rechazo mutuo, puesto que quien la sufre reacciona a menudo rechazando con fuerza a quienes lo rechazan, y todo lo que tiene que ver con ellos.

Cuando este sentimiento de inadaptación es fuerte y duradero, puede dar lugar a una respuesta adaptativa que será el paso a una identificación que sustituya el rechazo de la masculinidad en uno mismo.

Se abre entonces un proceso transexual que, cuando también es duradero, cuando ocupa sobre todo muchos años de la edad de la formación, se vuelve casi irreversible.

Esta estructura hace pensar que, sobre todo en la adolescencia, debe haber una ventana en la que la homoafectividad pueda ser subsanada, siempre que se encuentre a las personas adecuadas. Y que la presencia de esta experiencia, en la edad que sea, si es fuerte, mutuamente afectuosa, permita relativizar la pulsión transexual.

Quiero insistir en que, muchas veces, la razón mediata de la inadaptación puede estar en la hipoandrogenia en los niños o la hiperandrogenia en las niñas. Pero no necesariamente, porque niños hipoandrogénicos pueden adaptarse bien a su medio y consolidar una identidad masculina y niñas hiperandrogénicas pueden integrarse bien igualmente y asumir, pese a todo su carácter, una identidad femenina.





DINÁMICA DEL TRAUMA


Lo expuesto es el mecanismo de la formación del trauma que genera la transexualidad.

Ya formado, los vacíos que tal acumulación de rechazos provoca, pueden colmarse con el impulso de deseo de lo femenino, de la que deriva la necesidad de hacer propio lo que lo femenino representa.

Entonces, la persona XY, atraída por la imagen de la mujer, la hace suya. En cambio, una persona que evoluciona heterosexualmente, siente el rechazo físico por lo masculino, pero lo compensa en lo emocional al haber desarrollado una afinidad homoafectiva, lo que le permite aceptarse a sí mismo como varón y desarrollar su deseo de la mujer, sin fundirse con ella, para lo que la homoafectividad es una barrera, que no existe en el caso de las personas transexuales.

La transexualidad está formada por tanto por cuatro pilares (el rechazo pulsional y el rechazo afectivo por el hombre, que ocultan un deseo homoafectivo, y el deseo pulsional y la identificación afectiva con la mujer, que intentan sustituirlo)

En el momento en que se debilitan el primero y el tercero por la hormonación o la operación, y el segundo y el cuarto por un proceso homoafectivo que se puede producir en cualquier momento de la vida, se debilita la reacción transexual, aunque no desaparece del todo dada su base biográfica y su arraigo en la memoria personal.

De la mayor o menor intensidad del sistema de rechazos y deseos, depende que la persona pueda vivir intermitente o permanentemente dentro del género que necesita.

Hasta ahora se usan, para diferenciar ambas reacciones, los nombres de transexual y de transgénero, para quienes eligen esta forma de vida permanentemente, y de transvestista, para los que eligen formas ocasionales o intermitentes de expresióm. Pero creo que son diferencias cuantitativas, no cualitativas.


COMPROBACIÓN EMPÍRICA

No trato de hacer ni discutir toda la puesta a prueba de la hipótesis del trauma, sino de poner aquí las primeras anotaciones para empezarla.




Historia A

XY. Aparente hipoandrogenia. Edipo normal (base heterosexual) Conflictos escolares desde los 7 a los 14 años. Con 13 años, empieza una reacción transexual. Con 19, trastorno obsesivo compulsivo.

Historia B

XY. No hay aparentemente hipoandrogenia. Edipo alterado (identificación con la madre; base homosexual) Con 7 años, empiezan los conflictos con los niños. Al acentuarse, y llegar a un conflicto social general, que hiere gravemente su autoestima, se reanuda el proceso transexual. Trastorno narcisista de la personalidad.

Historia C

XY. Aparente hipoandrogenia. Rechazo muy intenso de los compañeros desde la guardería (4 años; “mariquita”) Con 12 años, empieza una reacción transexual, identificándose con figuras de guerreras.


VALORACIÓN DE LA TEORÍA DEL TRAUMA


El nombre de teoría del trauma implica que la transexualidad es la respuesta a un trauma, producido frecuentemente por una agresión externa, pero también por cualquier otra circunstancia capaz de producir una herida.

El sistema de trauma y respuesta indica por tanto una reacción creativa, una intención adaptativa, una voluntad de resistencia y de supervivencia. No hay nada perjudicial en todo esto, sino más bien un caso más en que la vida realiza su incesante adaptación a condiciones nuevas.

No cabe por tanto seguir hablando de la transexualidad como un trastorno de la identidad de género, lo que equivale a decir que habría en ella algo de malo o enfermizo; ni siquiera se debe hablar de disforia de género, porque es una expresión descriptiva, pero negativa, alusiva a un disgusto o desajuste, pero sin explicar las razones de esa reacción, como si se hubiese producido por nada, ni tampoco a la solución que la transexualidad representa.

Esta teoría tampoco permite justificar la transexualidad por un origen biológico, posiblemente debido a una intersexualidad física, pero situada en el plano del hipotálamo y por tanto indetectable a simple vista.

Esta interpretación puede resultar sugestiva, porque eliminaría cualquier miedo de culpa moral, pero en el fondo equivale a la del trastorno, orgánico en este caso. Si es un trastorno, es algo malo, y si lo es, no hay argumentos para oponerse en el futuro a cualquier intento de corregirlo, por ejemplo mediante el tratamiento, en la edad prenatal, de los fetos a los que les fueran detectados niveles de hipo- o hiperandrogenia que fueran determinantes para producir tal transexualidad.

En el futuro, entonces, no habría transexuales, y cada persona que lo es en este momento tendría la impresión de que nuestra condición sería algo residual y sin valor en sí, desde luego.

Pero la teoría del trauma y respuesta hace ver que la transexualidad tiene valor en cuanto supone una reacción positiva, defensiva, adaptativa en un sistema de agresiones y reacciones que constituyen la misma trama de la vida. La alternativa, en la que sin duda sucumben muchas personas anónimamente, es el acobardamiento, la huída o la depresión. Se trata por tanto de una cuestión de adaptación y de supervivencia.

La transexualidad se puede incluir por tanto dentro de un conjunto de respuestas simbólicas, que incluyen las neurosis y las parafilias. No se trata de reducir el valor de la transexualidad, sino de subrayar el de estas neurosis y parafilias, hasta ahora consideradas como simples trastornos.

Lo mismo que la transexualidad, son narraciones o representaciones arquetípicas, en el sentido de Jung, en las que la mente utiliza y ordena recursos simbólicos preparados seguramente por la herencia genética.

En el caso de la transexualidad, el recurso es la migración de sexo, inconcebible a primera vista, pero perfectamente concebible como hipótesis abstracta, casi matemática: si no A, entonces B.

La persona transexual es, entonces, la que es capaz de concebir y realizar lo que ninguna otra se atreve a pensar, más allá de pasajeras fantasías. Y no lo hace porque se le antoja, sino para mantenerse y sobrevivir. Es una salida, y alegre, por tanto, sana.

Las neurosis son expresiones simbólicas del sufrimiento e intentos de solución; pero resultan infructuosas, y por eso siguen siendo dolorosas. En el trastorno obsesivo compulsivo, las manos se lavan una y otra vez como símbolo de inexplicables sentimientos de culpa; pero no consiguen aclarar las terribles dudas, y por tanto se sigue sufriendo.

Las parafilias son también soluciones simbólicas de problemas reales; pero no consiguen superar el nivel de lo simbólico o imaginario y convertirlo en una realidad aceptable, por lo que el problema real subsiste sin resolver, lo que lleva a la reiteración como rasgo propio de la parafilia: un pájaro que se golpea una y otra vez contra los barrotes de la jaula sin conseguir romperlos.

Los traumas que provocan la respuesta transexual son variados. Muchos de ellos se relacionan, es verdad, con una inadaptación sexual a la media social –hipoandrogenia XY, hiperandrogenia XX- , que puede provocar ataques sociales de los que hay que defenderse. La transexualidad aparece como una estrategia para salvar estos ataques y la angustia y odio y vergüenza y culpa que generan en quien los sufre, especialmente en la niñez y la adolescencia.

Pero la diferencia no es la causa directa de la reacción transexual. Si transcurre sin trauma, no hay transexualidad. Y el trauma debe alcanzar una intensidad crítica, un umbral de insoportabilidad que la cause.

Pero también existen otros posibles traumas. Por ejemplo, una crisis de inseguridad en la niñez; o el estrés o el fracaso amoroso en la edad adulta. En estos propios de la madurez, el umbral crítico se alcanza cuando existen otros problemas previos, es decir, cuando existe una preparación que haya disminuido la interiorización de la homoafectividad.

La teoría del trauma y respuesta permite por otra parte graduar y relativizar la respuesta transexual. No se trata de expresar nada, aparte de la propia historia, ni de adaptar la realidad interior a la exterior, ni de obedecer a ningún estereotipo de género, sino de ajustarse cada cual lo mejor que pueda para vivir mejor.

Al hacerlo, supera la radical inseguridad provocada por el trauma, y lo debe hacer cada cual a su manera, sin modelos ajenos, sino juzgando su respuesta primero por ser una respuesta –no un hundimiento- y segundo, valorando los resultados y contrarresultados conseguidos, en un juego de equilibrios y compensaciones.

La persona transexual puede decir al realizar su proceso, del todo o en parte: “Ésta es mi historia y he salido adelante”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que voy a decir no tiene mucho que ver con este post. Sólo decirte que este blog, para mí, tiene una banda sonora muy particular; una canción de Antony & The Johnsons que siempre termina dándome una mezcla de alegría y melancolía.
Te dejo un enlace por si nunca la has escuchado.
"My Lady Story"
http://www.youtube.com/watch?v=J6X03nsQSsw

Hasta otra.

Aniel.

Anónimo dijo...

PD: Por cierto, al final decidí dar el paso.

Aniel.

Kim Pérez dijo...

Me encanta la música americana, Aniel, quizá por esa mezcla de alegría y melancolía, o de infinito y sentimiento.

Le pedí a mi amiga, la que hace todas las cosas de la página que yo no sé hacer, que me pusiera jazz, o blues, o soul, o negro spirituals, o gospel, o country... Me emociona todo. (Un día se sabrá el nombre de mi amiga)

Y me alegro de la gran noticia de que has dado el paso. Siempre es mejor andar, buscando la salida, cuando se está en un túnel negro... ¡Que te llegue la luz!

Kim

Trans_Bitácora - Diario de Información Digital Movimiento TLGB dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Kim, el caso es que entre amigas de verdad, nos ayudamos dentro de las posibilidades de cada una esto me lo enseñaste tu, por cierto mi nombre se va a saber oficialmente el próximo día 10 de Diciembre, un día especial.

Recibe un fortisimo beso, Kim