Miro mi muñeca derecha y veo sorprendida que, antes de llegar a la palma, hay tres venillas finas que entran o salen de ella. No tenía ni idea de que estaban ahí. Tres pequeños conductos en mi armazón.
Como siempre me ha pasado, me sorprende estar en mi cuerpo. Lo mismo me sorprendería ver de pronto que estoy en el de una extraterrestre, completamente distinto de la estructura humana.
Yo vivo en mi cuerpo; no soy mi cuerpo; ni siquiera es apropiado decir "mi cuerpo", este cuerpo no es mío.
Estoy yo en él, pero ni lo he hecho, ni sé cómo está hecho, funciona al margen de mi conocimiento y mi voluntad, y un día fallará sin que yo sepa ni cómo ni cuándo.
Éste es el sentimiento más profundo y antiguo que tengo respecto a mi corporalidad. Junto a él, es nada que me extrañe que haya habido en él genitales masculinos, que no me haya acostumbrado a ellos, etcétera. Si me sorprende que mi piel sea del color ocre claro que es, que sea casi lampiña, a diferencia de todos los mamíferos que conozco, que el pelo esté concentrado en partes de la cabeza como las cejas, etcétera!
Creo que la transexualidad es nada más que un aspecto menor y secundario de una extrañeza radical por vivir en este cuerpo. En él soy como un ángel metido en un armatoste de conductos, cables, músculos, etcétera...
(Escribo unos días después. Ayer hablé de esto con una recién conocida, y esta noche estuve recordando cuándo pensé en esto por primera vez. La primera vez que miré mi mano asombrándome de que fuera mía, fue el año que tuve por primera vez un suspenso en clase, que me humilló muchísimo y me hizo sentir un paria; eso pasó cuando tenía... catorce años, más o menos un año después de mi pubertad y de que se definiera mi transexualidad.
Encuentro que este dato es de la mayor importancia, pues significa que mi transexualidad no fue un sentimiento aislado, exclusivamente sexual, sino la parte más práctica y visible de una extrañeza general porque mi cuerpo fuera mi cuerpo, porque yo estuviera aquí y ahora, porque mis padres fueran mis padres, etcétera, que me parece común a todos los humanos adolescentes, pero que en mí fue particularmente fuerte, como manifiestan muchos otros recuerdos)
1 comentario:
Esto de nuestro cuerpo, y de que la mayoría de la gente trans vayamos llen*s de ilu al quirófano da que pensar... Nuestros "salvadores", velando porque nos amputemos a tontas y a locas, y nosotr*s pensando: "¿de qué narices hablan?"...
Creo que ya te he contado que cuando era tan pequeña que apenas lo recuerdo, me llevaba unos sustos tremendos al ver mi imagen en el espejo, porque "no tenía que ser esa"...
Ahora me pasa que me miro y no veo a un hombre por ninguna parte... no entiendo qué quieren que cambie los que tratan de obligarme a parecer mujer... pero en fin...
Muchos besos!
Ángela.
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