lunes, enero 08, 2007

Un diagnóstico





Yo soy un varón, mi orientación es básicamente heterosexual, mi temperamento es hipoandrogénico, lo que lo hace, según el esquema de Heymans-Le Senne, emotivo, no activo, secundario, por lo que soy sentimentalmente sensible y vulnerable, y eso explica que sufriera un trauma homoafectivo que me impidió, en su momento, desarrollar la conciencia y valoración de mí como varón heterosexual y me produjo por tanto una disforia de género.

Ésta es la descripción científica de lo que soy y hace que la definición más exacta de mi identidad sea la de varón heterosexual disfórico de género.

En tal definición es donde puedo encontrar la solidez que necesito como punto de partida para evitar los zarandeos de las opiniones que he mantenido: ni soy una mujer ni soy un varón heterosexual no disfórico.

Esto significa que mi definición como mujer sería inestable porque contradiría en cada momento la realidad de los sentimientos que nacen en mí, tan importantes para mi temperamento E.a.s. Y mi definición como varón heterosexual, a secas, contradiría también los importantes sentimientos que nacen de la disforia de género.

Sentimientos que son en origen negativos, de inadaptación a un entorno determinado y aleatorio, el de los varones que estuvieron a mi lado en el tiempo de mi formación, pero que tienen también una función adaptativa, y por tanto positiva.

Pero la disforia de género debe ser relativizada y medida. No puede llegar al extremo de hacerme pensar que “soy mujer”, porque esto simplemente no es verdad, por lo que resulta desestabilizador y difícil de mantener a la larga.

Si no soy una mujer, mi conducta disfórica deberá por eso encontrar las formas de expresión que correspondan a mi realidad profunda, que he definido como de varón, heterosexual, hipoandrogénico, sentimental, disfórico de género.

Necesito aferrarme a esta definición científica. He visto que, en los últimos meses, en mi diario público, he seguido oscilando fuertemente entre los dos extremos: el voluntarismo del querer ser mujer y el negativismo del afirmarme como varón heterosexual olvidando la fuerza y la realidad de la disforia.

Lo que reflexione y consiga desde ahora, tendrá que ser a partir de este diagnóstico, o conseguir superarlo, porque me parece irrefutable; en todo caso, partir de él.

Me alegro de escribir públicamente todo esto, porque así me obligo a ser más consecuente por respeto a quienes me lean.

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