miércoles, enero 03, 2007

Dulcinea de la Mancha




La transexualidad no es cuestión de lo que se es sino de lo que se desea.

Entendiendo esta palabra como lo que se necesita, puesto que es una gran evasión, o un refugio, o una cicatrización después de un trauma.

Todas estas semanas, o meses, o años, recibía con estoicismo las noticias que me daba a mí misma de que yo no soy una mujer, que en el fondo soy un varón, que tiene sentimientos de varón, deseos de varón, pero en realidad eso es el punto de partida, lo que ya sabía, el realismo de más corto alcance, sin perspectivas, cuando lo que me pone en marcha y me hace vivir y sonreír es el deseo, la necesidad, aunque parezca imposible, de ser mujer, la felicidad de descubrir que lo soy por lo menos en una pequeña parte o de que lo voy consiguiendo, la memoria de las esperanzas y los sueños de mi adolescencia.

Es el desafío a la realidad material, éste es el sentido filosófico de la transexualidad y su belleza interior, lo que la justifica como empresa humana, la más profunda, aquélla en la que un espíritu se niega a someterse a los condicionamientos materiales, sino que quiere mandar sobre ellos.

Si Dios quiere que el hombre realice todas sus potencialidades, Dios no puede negarse a este acto en el que intentamos llegar hasta donde podemos y más allá de lo que podemos.

Entonces, nuestra verdad interior consiste en saber lo que somos y lo que deseamos, teniendo claros los dos polos sobre los que se construye nuestra vida.

Un Alonso Quijano transexual hubiera necesitado y deseado ser, no Don Quijote, sino Dulcinea de la Mancha. Así se habría podido escribir la novela de la transexualidad, unos capítulos ridículos, otros conmovedores, y todos expresando lo sublime de la transexualidad y de la condición humana, que se escapa de lo que nos condiciona y nos limita materialmente, en nuestro caso, de los fluidos hormonales de nacimiento o de un estatuto social que, por lo que sea, han llegado a hacernos daño.

Puede decirse: "Pero Dios ha querido que seas así, que tu cuerpo y tu vida sean de varón". No; la lógica nos dice que Dios lo que quiere es que el hombre someta a toda la materia a sus necesidades, como lo ha venido haciendo desde el principio. Ésta es la ley de Dios, la voluntad de Dios con respecto al hombre: que sea capaz de poner lo material a su servicio, que sea el Rey del Universo, sólo sometido a la verdad que va descubriendo sobre su bien.

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