viernes, enero 12, 2007

Dos experiencias que me faltaba procesar




Una función de xy, esto es la línea de mi ingle y mi vientre, cuando la palpo al lavarme. Empieza suave, curvadamente horizontal, y va elevándose girando hacia una línea casi vertical.

Me agrada sentir cómo encaja con la forma de mi mano, que la envuelve y la protege.

Esta experiencia la considero fundamental porque corresponde quizá a lo que espera mi cerebro, que no puede entender que haya allí la complejidad de los genitales masculinos, cuya función penetradora le es completamente ajena y desconocida.

Sé que hay muchos hombres, sobre todo homosexuales, tan pasivos como yo, por lo que la pasividad sola es compatible con la masculinidad, pero pienso que también a los hombres, incluso a los pasivos, les horrorizaría perder los genitales, y a mí me da igual o hasta me agrada.

Después de comer en el Corte Inglés, subo al autobús para volver a casa. El sol está bajo en la tarde de invierno, que es clara pero ya amenazada por la sombra, a una hora tan temprana.

Pero mientras brilla, me alegra cuando me da, en mi asiento, casi de frente, un sentimiento que equiparo con la base de bienestar que siento al estar entre la gente con falda, lo mismo que sé que de ir de hombre, todo serían tensiones.

¿Es posible saber que soy fundamentalmente masculino y a la vez aceptar con naturalidad que mi cuerpo sea ahora como es y que estoy más a gusto viviendo con mi falda?

Esos dos factores señalan los límites de mi masculinidad como si dijeran que soy varón de sentimiento pero no de sexualidad y que eso lo expreso mejor socialmente viviendo como vivo.

No hay comentarios: