miércoles, septiembre 20, 2006

Compañeros del alma

En una terraza alta, a contraluz, veo a Ene Ele Efe, una figura en negro, con sus características orejas sobresalientes.

Luego, por el camino que hay bajo ella, pasa con una moto a toda velocidad, arrogante como es él.

Tengo suerte de tener una librería en mi misma casa, en los bajos; pero luego veo que las altas estanterías están muertas, inmovilizadas, desertadas.

Cuando me despierto, entiendo por fin mis perplejos sentimientos hacia Equis. Me acuerdo muy bien de que lo que me atrajo cuando lo conocí fue su secreta fuerza, su autoridad silenciosa, la imagen senatorial de su firme belleza romana.

Lo veía como un hermano mayor, mucho más vivido en amores y experiencias que yo, por lo que sentí que nunca iba a encontrar ya a nadie como él, marqués, seguro, firme, enamorado de la música.

Bello por su grandeza, digno de admiración, lo que siempre he deseado (y él también ha deseado, como en una cadena de admiraciones)

Luego, naturalmente, he conocido sus debilidades, comparables con las mías, como producidas por las mismas aflicciones por tantos agravios. Pero ahora puedo sentirlo cerca de mí, parecido aunque distinto de mí, afligido como yo, compañero mío, palabra para mí muy grande.

A la vez que desentrañaba las preguntas sobre mis sentimientos por Equis, en esta misma noche, vuelvo a sentir, con absoluta claridad y dignidad, que toda la historia de mis sentimientos está en la homofilia, hasta el punto de que es casi igual que una historia homosexual, pero sin excitación física.

Es un sentimiento de profunda verdad, sereno hasta el punto de que supero mi acostumbrada inquietud y desasosiego, en el que puedo descansar con toda estabilidad.

En su fondo hay el deseo primero de un hermano mayor, lo que sentí por Walter; y con necesidad ya, por Philippe.

Luego Ene, que me dio intimidades compartidas, alegres y hermosas, viajes nocturnos y felices, pero con quien todo fracasó porque es demasiado egoísta y cruel, y luego Equis, estabilizándolo y compensándolo todo, mi Philipe finalmente de verdad.

Con Philippe y Equis he llegado a sentir que me transformaba en ellos, viendo su figura en todo mi cuerpo, como máximo de la admiración, lo que me hace pensar que si todo ello me hubiera llegado en la adolescencia, en mi crisis radical, mi masculinidad se habría desbloqueado, primero homosexual y luego, tal vez heterosexualmente. Pero no fue así.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho como escribes, se nota que amas la lectura. Una vez leí en una entrevista a Cortázar que él, cuando escribía, en realidad estaba jugando; jugaba con las palabras y eso le divertía. ¿Por qué no dedicar tu vida a divertirte? Debio pensar.

Un besote.

Aniel.