El Uno de Enero es una buena fecha para hacer declaraciones.
La primera es por qué llevo algún tiempo hablando de cosas que no son la transexualidad e intercalándolas con las cuestiones principales del blog.
Es porque me sentía dividida entre varios blogs, como con personalidades distintas, y ahora quiero juntarme yo misma en lo posible, que éste sea mi blog central, la mejor expresión de yo misma.
Y en esta voluntad, me encuentro con mi preocupación por la otra vida, si existe o no, si hay un Dios que organice la realidad o no. Ésta es la primera de mis preocupaciones, hasta el punto de que, por encontrar la respuesta, sería capaz de olvidarme de la segunda, las cuestiones de mi identidad.
Ayer fui demasiado pesimista, al hablar del gran hueco de la Ausencia que nos ha dejado Dios. No me acordaba de que tengo por lo menos una certidumbre, que viene de Pitágoras y Platón, sobre la matriz (matrix) que forman las Matemáticas para configurar el Universo material.
Es decir, algo que es razón, abstracción, es previo a la materia y la organiza. Eso es lo mismo que pensaron los Judíos cuando pusieron en el Santo de los Santos del Templo sólo tres objetos: una medida de longitud, una de volumen y un juego de medidas de peso (Encontré este dato en Robert Graves y no sé de dónde lo sacó) Es decir: Él es el Dios de la medida, el Dios de las Matemáticas (la Justicia es medida...)
Por tanto, cabe la esperanza racional, filosófica, de que la materia no sea la última realidad y que cuando se descomponga la nuestra no sea el final para nosotros.
Sobre mi segunda preocupación, mi identidad, también me voy aclarando cuando pienso que hasta hace poco, como todos o casi todos, he estado atrapada en el pensamiento binarista, del que empiezo a liberarme.
El no-binarismo me enseña que soy una persona ambigua, que existimos, que tenemos el derecho de ser reconocidas. Soy más bien masculina, pero no soy un hombre, y me desagrada que me consideren un hombre; sobre todo, no tengo una sexualidad de hombre, hubiera preferido no tener una pubertad masculina.
A la vez, tampoco soy una mujer. Hay muchas formas de ser de las mujeres que yo tengo que traducírmelas, porque no las comparto, en especial los fuertes, superfuertes sentimientos hacia los bebés.
En fin, que no me entendía ni como hombre ni como mujer, pero puedo entenderme como ambiguo, a mi manera, distinta de otras personas ambiguas, pero dentro de lo ambiguo.
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