El día 5 hizo 16 años que me operé. Me figuro que a algunas amigas les interesará cómo me ha ido.
Lo primero que voy a decir suena hoy raro: pero si yo hubiera conseguido vivir constantemente en el Mundo de la Santidad, el de la Rectitud o la Pureza, el de las personas que ven más allá de lo material, un mundo tan hermoso, no me hubieran preocupado demasiado las cuestiones de mi identidad de género, que son de tejas abajo.
Pero no lo conseguí. Tuve que vivir de tejas abajo.
En este terreno pegado al suelo, he visto cómo, en general, me alegraba de haberme operado. Precisaré que yo no quería tanto como una neovagina. Hubiera sido suficiente quitar los genitales masculinos y dejarme en un estado asexual.
También hubiera sido suficiente, quizá, conservar los genitales si hubiera podido conservar mi impotencia y que se supiera, como digo esta semana en el Comentario en http://CarlaAntonelli.com
Lo que yo no entendía, ni quería, era la funcionalidad masculina, ni que quienes me vieran creyeran que yo era un varón como cualquier otro. No lo era.
Lo que sí se ha disipado en estos años es la fascinación por la Imagen de la Mujer en el Espejo, lo que Blanchard ha llamado autoginefilia y Anne Lawrence ha admitido considerándola un motor de muchas transexualidades.
No lo es; te la encuentras en el camino y, mientras dura, es verdad que es un motor para tomar decisiones. Es como un reflejo fragmentario masculino que puede ofender el sentido de tu identidad. En mi experiencia, bastó con la hormonación para que se desvaneciera. Sin embargo, mi transexualidad siguió intacta porque se basaba en otros sentimientos.
El paso de las ideas binaristas a las no-binaristas me ha ayudado mucho a entenderme. Si no quiero ser varón, no tengo por qué ser mujer. Es suficiente que sea lo que siempre he sabido que soy, lánguido, ambiguo, sentimental, llorica, con estallidos de ira que no me gustan, admirando a las mujeres pero no deseándolas sexualmente, rechazando a los varones pero aceptándolos sexualmente...
Soy como soy, de tejas abajo. Ahora intento subir al tejado de la Pureza, aprovechando que tengo casi 70 años y que el borde de la vida se ve cada vez más cerca y que estoy sentimentalmente tranquilo o tranquila, nada más que ansioso de algo más, de la Hermosura que reina en las alturas.
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