sábado, diciembre 23, 2006

Sólo voy a hablar sobre lo que siento



Yo sirvo a Dios buscando la verdad sobre mí, que puede ser la misma para otras personas transexuales y distinta que la de otras personas transexuales.

La verdad sobre mí empieza por que, siendo transexual, yo no soy una mujer. Me conozco ya bien y sé hasta qué punto me parezco en carácter, inclinaciones, reacciones, a los varones (pero no a los varones más masculinos, de quienes también me diferencio) y hasta qué punto no entiendo, no comparto, el carácter, inclinaciones, reacciones, de las mujeres.

Pero si hubiera que deducir que puedo vivir como varón, si fuera posible retrotraerme a los meses anteriores a la fecha en que tomé mi decisión, me imagino que sí, que puedo adaptarme de día, pero de noche, acostado y diciéndome que tengo que aceptar los genitales que hay en mi cuerpo, siento que nunca aceptaré que estén ahí y que nunca los entenderé.

En mi niñez, los aceptaba con naturalidad, cuando eran pequeños, tiernos y pasivos; pero, desde la pubertad, me parecen desagradables, feos y extraños o ajenos.

¡Qué gusto, tranquilidad, bienestar, agrado, dudas morales, me da saber que ahora ya no están ahí!

Mi transexualidad se define por el desagrado ante los genitales masculinos, en él encuentra su punto crítico, por lo que sea, y por eso creo que he hecho lo que corresponde al operarme y al simbolizar este hecho para todos mediante la adopción de ropas femeninas, porque sé que tengo que comunicarlo de alguna manera, y no conozco otra, aunque yo no me sienta mujer.

La razón de este sentimiento puede estar en que las circunstancias particulares de mi gestación propiciaron una diferenciación sexual incompleta del cerebro, por lo que la imagen corporal interna no corresponde con la externa. Por eso, no me puedo figurar haciendo los movimientos de la penetración, ni lo deseo, aunque otras funciones masculinas, no genitales, sí pueden haberse formado.

Este esquema lo he visto desde dentro, y pensando sólo en mi experiencia, lo que le da fuerza de verdad, porque no he pensado en otras consideraciones, ni en integrar otras experiencias de otras personas en esta explicación. Me limito a buscar lo fundamental que puede haber en mi transexualidad y encuentro algo más profundo que mi propia ambigüedad. Pero el esquema que he puesto en la "Teoría del trauma" hace hincapié no en las diferencias con la masculinidad arquetípica, como la ambigüedad, o esta misma inadecuación genital, sino en la fuerza del trauma que puede impedir la homoafectividad y, por tanto, el reconocerse alegremente como varón.

Puede entenderse, con arreglo a la teoría, que cierta ambigüedad caracterial favorezca el trauma social, la inadaptación de género, la falta de homoafectividad, y también esta experiencia se ha dado en mí; pero esto es género y parece que en el género, en lo social, todo es más fluido y acomodaticio.

Pero esta ambigüedad encuentra en mi caso su núcleo en la inadecuación genital masculina, cuyas primeras formas encuentro a mis trece, catorce o quince años, distinta de la inadaptación de género que sentí a los diez y que luego fui dejando a un lado; el repudio de que los genitales me obligaran a ser contado entre los varones parece más bien una cuestión de género, que no le da a los genitales más que un valor como símbolo; pero ha habido también un desagrado persistente hacia estos genitales, neto, desnudo, simple, independiente de cualquier consideración de género.

Este desagrado fue tan intenso, que su intensidad lo convirtió en trauma, añadido al rechazo de, y rechazo hacia mis compañeros.

Por eso veo ahora que, dada la fluidez de las formas sociales del género, podría adaptarme bien al género social masculino, si no fuera por el único y decisivo punto de tener que usar los aseos de hombres, en los que el énfasis se pone sobre lo genital.

No soy por tanto una mujer social, no soy transgénero, soy transgenital.

1 comentario:

ANIEL dijo...

Me encantaría que las psicóloga de Carlos Haya leyera algunos de tus artículos, quizá así sea un poco menos estrecha de miras. Una pena que la persona que se supone te ha de entender sea como todo ese mundo que no te entiende.

Ey! Espero que hayas pasado una feliz Navidad!

Besotes.