domingo, diciembre 17, 2006

Cáscara amarga




Hace unos veinte años, mi primo de Madrid, al que yo quiero mucho, me saludó jovialmente diciéndome: “Parece que eres de la cáscara amarga”.

Me quedé parado, intentando asegurarme de lo que significaba esa expresión, que no sabía si era “de izquierdas” o “maricón”. Luego comprendí que era lo segundo.

Yo por entonces no había dado ningún paso público y era un cuarentón tristón y abandonado. Los hechos le demostrarían luego que era mucho más de la cáscara amarga de lo que se podría imaginar (y por cierto, me ha aceptado con naturalidad, cuando nos hemos vuelto a ver)

Pero aquella frase me mide la diferencia que puede haber entre mi manera de ser y la masculina asertiva y tan brusca como la de mi primo.

Me veo, desde luego, siempre complicado y sentimental, lánguido (es una de las palabas claves que me definen), introvertido, nada activo, tímido, acobardado (ni siquiera supe plantarme, también risueño pero enfadado, y preguntarle qué significaba ese outing; quizá, desde luego, porque era verdad en parte), y otras como comprensivo, dialogante…

Al recordarlo, me reafirmo en la conciencia de mi ambigüedad, de base masculina, pero ambigüedad.

No es cuestión de que me martirice diciéndome que podría haber sido un hombre como otro cualquiera; parecerlo, sí; pero serlo, no.

2 comentarios:

ANIEL dijo...

Hola! Soy Aniel.
Hace tiempo que no te firmaba. Pasaba para decirte que he creado un blog:
http://aniel-animafragile.blogspot.com/

Pásate si tienes un ratito.

Besotes.

Kim Pérez dijo...

Ya he entrado, y es espléndido. Va a ser precioso.

Kim