miércoles, julio 26, 2006

Subjetividad

¿A qué me dedico yo ahora, como trabajo filosófico y político?

A lo que siempre ha sido más profundamente mío: a la exploración de la subjetividad y a su apreciación.

Sólo si yo soy problemático en mí mismo, esta labor se vuelve con toda naturalidad prioritaria: ésta es la gran ventaja de que hemos dispuesto los gays o las trans, que al sentir que nuestros sentimientos más hondos y apremiantes son socialmente problemáticos, hemos tenido que habituarnos a la introspección y a decirnos con fuerza la palabra yo.

Yo: la palabra más singular del mundo, de significado único, puesto que cuando la digo significa lo que sólo yo soy. La que significa para mí algo completamente distinto que para cualquier otra persona que la use (fijaos qué cosa tan rara, una misma palabra que significa cosas completamente distintas, para mí, esto que sé que está aquí, para ti, eso que sabes que está ahí, radicalmente distinto de mí)

Y sólo yo soy yo, sólo yo puedo usar esta palabra con el sentido que tiene para mí, como representación de esta realidad interna, sólo yo sé todo lo que quiero decir cuando digo yo y escondo bajo este sonido lo que sólo yo conozco.

Me parece que esta palabra debe ser la primera entre todas, el centro del lenguaje, como yo soy de hecho, y tanto si quiero como si no quiero, el centro, para mí, de toda la realidad que veo, tal como yo la veo, aunque parezca poca cosa para otros.

Puede ser que de hecho sacrifique mi cualidad de centro en torno a la tuya, madre, hijo o amante, pero será mi amor lo que la decida, seré yo quien decida girar en tu torno y vivir para ti.

Y lo más singular de mi subjetividad es que nuestra cultura dice que no he existido, durante millones de milenios, y ahora existo, durante un puñado de años, tan grande y tan pequeño, tan central para mí , tan lo único, pues todo lo veo en mí mismo, y luego dice nuestra cultura que volveré a no estar aquí durante otra eternidad. ¿Que yo sólo sea yo durante este suspiro, y que el universo sea ciego, negro y ajeno para mí durante toda o casi su existencia?
No es lógico. Explicaciones, que haya las que se supongan, pero lo que enseña nuestra cultura no me convence.
Con este ejercicio de introspección, he aclarado de qué hablo cuando me refiero a la subjetividad y a ponerla en el altísimo lugar que le corresponde, que no puede ser otro que el de centro de la realidad que por otra parte es multicéntrica, con tantos centros como personas capaces de decir de sí mismas yo.

La condición de sujeto es la descripción dinámica de lo que soy yo, este tranquilo y profundo lago, aparentemente minúsculo, en realidad tan grande como el universo estrellado o mayor que él, y quizás tan duradero como él, porque lo mira y ansía comprenderlo todo, con asombro y ternura, este universo que comparte mi existencia.

Pero yo soy sujeto de mis pensamientos, sujeto de mis sensaciones, sujeto de mis actos, sujeto de lo que me pasa, a veces sin poder escaparme de mí cuando llega la hora de lo que me tortura. Todo cuanto comprende mi existencia está subjetivado, todo procede de mí o recae sobre mí, aunque no se limite a mí: el amor es la máxima aspiración de mi subjetividad, el amor por ti, que parece que me deshace y me anula, pero en el que me afirmo mientras me deshago y te digo que te quiero y que soy para ti: la poesía y la música son los dos acompañamientos infinitos de este amor, él las despierta y ellas lo despiertan también, cuando duerme.

Amor que sólo puede ser infinito, sólo se puede amar infinitamente, sintiendo la percusión de los dedos del infinito en la piel que acarician, dejándome ansiosa, jadeante, porque si no es infinito, no es amor.

Y que nadie pueda entrar en mis pensamientos, nadie disponga de un instrumento para entrar en esta parte infinita de la realidad y ver lo que siento exactamente, y que cada cual sólo haya visto directamente lo que hay en sí mismo, ignorando lo que hay en los miles de millones de personas que le rodean, ni yo mismo sea capaz de expresarlo del todo, de ponerlo fuera, de objetivarlo, ¡qué misterio!

Sí, es verdad. Es en el infinito espacio de la subjetividad donde yo quiero y debo centrarme, no distrayéndome por otras objetividades.

Aquí es donde encontraré lo que estando en mí es más grande que mí, porque sé que aquí está y aquí es donde lo veré: la música y la poesía me adelantan su presencia.

Aquí es donde encontraré el misterio de mi transexualidad; aunque me lo expliquen desde fuera: comprobándolo con lo que yo sepa que hay en mí podré decir que ésa es la verdad.

Y aquí es donde sabré que tú has llegado.

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