lunes, julio 31, 2006

Mi compañero

¿Puedo hablar de amor o de no amor, de afecto profundo o de no afecto, sin hablar de ti, concretamente?

Te he elegido y yo soy, por naturaleza, leal; además, ha habido motivos para elegirte. Eres lo que quise ver en Philippe, y después, no fue; pero tú eres de verdad y has sido y todavía eres.

¡Qué foto tuya, la de tus quince años, en blanco y negro! ¡Cuánto hubiera soñado con ella de haberla visto entonces!

Sé que en Philippe y en ti, con aquellos años, si hubieran sido también los míos, hubiera visto sobre todo un tierno compañerismo.

Qué difícil es explicarlo: un compañerismo de compartir veranos, de ver juntos las estrellas y hasta de abrazos temblorosos.

Entonces no fue, pero esto es lo que he andado buscando. Por eso no me ha importado que Philippe y tú fueseis homosexuales; no quería que fuésemos amantes, sino compañeros, y sentir hasta el fondo del corazón lo que esta alegría significa.

No pretendo vuestros cuerpos, sino vuestro cariño y vuestros abrazos; no deseo hacer los juegos sexuales que os gustan a los gays, experimentar con la piel, los labios, los volúmenes, las penetraciones, sobre todo lo que veis como un monumento impresionante y yo veo como un apéndice ridículo que no tendría que existir, en nadie, un triste invento de la Naturaleza.

Pero, aparte de eso, ¡qué a gusto estoy contigo y con tus amigos en las distancias cortas! ¡Cuánto me gusta que me des un beso ligero en la boca y sentir tus labios finos y duros! ¡O las mejillas pinchudas, por mal afeitadas, de tus amigos, cuando nos saludamos cara a cara, o las que se vuelven increíblemente suaves por lo pilosas, como la piel de un animal, las barbudas!

No busco la violencia de los cuerpos que se entrelazan y jadean, pretendiendo su fusión total. No me interesa ni con vosotros, ni con mujeres. Con ellas, no, porque no puedo imaginar ninguna aventura conjunta. Busco compartir nuestras juntas, como cuando fantaseamos con irnos a la India, y entrar por una casa con veranda, con todo abierto y que tú tuvieras allí mil amantes, o cuando nos ponemos a ver una película gay, de las que a mí me hacen llorar, y luego nos acordamos de que la vimos juntos.

O cuando me invitas a tu casa y yo tengo la seguridad y el orgullo de pertenecer a las mil aventuras del ambiente sólo porque estoy en ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preciosa declaración de compañerismo, querida Kim, preciosa, me recuerda a momentos similares, con buena gente, ya que si no es buena gente, pues evidentemente el recuerdo no sería un recuerdo precioso.

Muchas gracias por hacermelo recordar.