domingo, julio 23, 2006

Prótesis o protesta

Un muchacho que ama a otro muchacho es algo natural y bello.

Una niña que, al crecer, le descienden los testículos ocultos y se convierte, a los dieciséis años, en un adolescente serio y de ojos grandes, con una masculinidad nueva y limpia de sólo seis meses de antigüedad, pasa también por una experiencia noble y bella.

Un muchacho que en la soledad de su cuarto piensa que quiere convertirse en mujer, conoce también algo sencillo y bello.

Un niño que ve una figura de niña cuando se mira en el espejo, disfrazado por primera vez para ir a una fiesta de carnaval, ve esa imagen con la pureza y la seriedad de los niños.

Todo esto es sencillo, todo esto es bello.

Pero cuando llegamos a la edad en que podemos convertir todos estos pensamientos en realidad, de pronto, a nosotros, no a los homosexuales, nos envuelve la posibilidad de recurrir a las prótesis por todas partes.

Es como recurrir a un perfume, o a un maquillaje, para asegurarnos que parecemos bellas; pero no es lo mismo que ser bellas.

Prótesis: máquina, añadidura, exterioridad a nuestro cuerpo, es la cuchilla que cae sobre él, podándolo. Prótesis exteriores son las hormonas que ingerimos, los láseres con que los que limpiamos nuestras caras, los globos de silicona o suero que instalamos en nuestros cuerpos, el maquillaje con el que perfeccionamos nuestras facciones… Nos convertimos en seres compuestos de material androide.

También hay belleza sin embargo en nosotros, una belleza distinta. Me imagino (no tengo que esforzarme mucho) a una vieja trans, sentada en una terraza, vestida con gracia y con una desafiante esbeltez, haciendo el balance de sus mil operaciones, de su rostro retocado en el que sólo la mirada de los ojos es primigenia, la de aquel niño lejano que quiso esto… y es bella.

O la muchacha trans que sólo se había dejado largo su cabello, que se ondulaba con la fuerza a veces común a las cabelleras de mujer y de varón, y que había elegido ponerse sólo unas prótesis mamarias, que dejaban ver bajo su piel reluciente el peso y la forma de dos pechos bellísimos, y a la que vi tendida desmayadamente y desnuda exponiendo a la vista y la reflexión unos genitales masculinos intactos…

Pero no he visto cosa más bella que la imagen de una trans, de no sé qué fotógrafo, con el cabello largo como al viento, los ojos fijos en el cámara y vivos, los labios serios, entreabiertos y las mejillas calientes por la sombra o el rastrojo de una barba mal afeitada, que se adelanta decididamente, con un vestido camisero que deja ver los músculos fuertes de sus brazos, sus rótulas, sus pantorrillas nudosas, y que está rodeada de letreros a mano y flechas que van, por ejemplo, a sus mejillas, y dicen “raspar las mandíbulas” o “depilar la barba”, o a su torso, y dicen “implantar mamas”, o a sus caderas, y dice “ensancharlas”, o a sus genitales, bajo la falda, y dice “reconstruirlos”, o a sus piernas… Pero nada de ello se ha hecho, todo es cálculo y pensamiento, y la belleza de la trans está en su aire salvaje, masculino, tarzanesco y en su vestido camisero.

Ya sé que todo esto en la práctica es imposible, que no se puede ser trans e ir así por la calle, que hace falta que la dejen a una tranquila y no la llamen loca, que le den trabajo, etc y que para todo eso hace falta ponerse las mil prótesis de maquillaje, hormonas, operaciones, pero quiero decir que nuestra belleza la conseguimos a pesar de todas esas prótesis, no gracias a ellas.

Si no aceptáramos las prótesis seríamos más feas por fuera, pero tendríamos una belleza singular, sólo visible desde luego para quienes supieran verla: la de manifestar que estamos entre los dos sexos, que lo hemos estado siempre, se haya visto o no.

Hay que elegir entre prótesis y personalidad: las dos posibilidades permiten forman distintas de belleza, pero es más profunda, más sinuosa, más resplandeciente la belleza de una trans que se sustente sólo en su realidad natural, tal como sea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Kim, totalmente de acuerdo, yo comprendo que socio-culturalmente muchas chicas necesitan ser más bellas o parecer por el exterior más bellas con la necesidad de las protesis tanto externas como internas, como tu dices, pero yo personalmente, prefiero la belleza externa e interna de una mujer transexual, que solamente con las hormonas consigue esa especie de ambigüismo que nos hace (y me incluyo) más bellas, lo único que nos ha cambiado son las hormonas, pero particularmente yo soy la mujer que soy como si hubiese nacido como tal, con mis "defectos" físicos, no me gusta ser carne de espejo, carne de muchas tablas ni carne de poses para parecer más bella, yo soy yo, y si mi belleza externa agrada, me siento satisfecha, pero me siento aun más satisfecha si mi belleza interna agrada hasta el límite de enamorar.

Anónimo dijo...

Hola Kim!

A mí me ha traído a la memoria tu relato a las fotos que tiene Lorend Cameron en las cuales se fotografía orgulloso de su cuerpo conseguido y sin tapujos, dando a los demás la belleza de su cuerpo.