Hace dos semanas vengo usando la palabra “intertransexualidad”, pues cada vez me convenzo más de que el hecho intersexual y el transexual son la misma cosa, aunque sea práctico seguir usando las dos palabras por separado cuando nos refiramos a las dimensiones específicas de cada uno. Sin contar con que haya quien prefiera usarlas juntas; yo me considero muy “intertransexual”, por ejemplo. La intertransexualidad sabemos que se refiere a una configuración orgánica alejada de las más cercanas a los dos sexos abstractos, que en realidad son conceptos matemáticos, atractores estadísticos femenino y masculino (ver los Comentarios anteriores sobre este tema) La intersexualidad (sin aludir al hecho trans), se puede ver a simple vista o mediante la ayuda de instrumentos, y se puede diferenciar de la mayoritaria en el plano genético, o en el cromosómico, o en el gonadal, o en los conductos internos o externos, o en el fenotipo o apariencia corporal a simple vista... No se trata de una patología, sino de una muestra de la variabilidad de las formaciones vivas; puede ser aceptada socialmente sin problemas por las culturas que integran con naturalidad el No-binario o en cambio, no ser aceptada por las culturas binaristas de género, que no entienden que haya nada legítimo fuera del esquema hombre-mujer (masculino-femenino, ginéfilo-andrófila); con la desolación correspondiente. La transexualidad se entendió en principio como una actitud mental: “alma de mujer en un cuerpo de hombre encerrada”, pero también desde el principio hubo investigadores que buscaron las posibles razones corporales de esa alma de apariencia cruzada. Gilbert-Dreyfus, gran especialista francés, tuvo la intuición de incluirla entre las intersexualidades, aunque no supo explicar en qué consiste exactamente, desde el punto de vista orgánico. La hipótesis es completamente razonable: puesto que se puede demostrar que en animales y humanos una parte de la conducta sexual deriva de factores relacionados con el cerebro, se puede deducir que la sexualidad cruzada pueda derivar de factores cerebrales cruzados. Por tanto, si hablamos de cerebro, hablamos de cuerpo, y de una intersexualidad, aunque difícilmente identificable dado nuestro incompleto conocimiento de las funciones de las estructuras cerebrales. El siguiente paso era tratar de identificar esos factores. Ya ha habido algunos avances, como el conocido de Zhou, Hofman, Gooren y Swaab, el de Kruijver, el de Diamond y Hawk, pero insuficientes, dada la pequeñez de la población transexual y las dificultades de la investigación cerebral. = = = En esta situación de espera, una alternativa vino del campo de la política. La Perspectiva de Género no es una teoría científica, sino una posición política, práctica, generada en un sector del feminismo, que mantiene que la conducta sexual humana es enteramente (subrayo el “enteramente”) una construcción cultural y no una consecuencia biológica, con lo que tratan de modificar al cien por cien las conductas sexuales (de género) de mujeres y varones. En esta posición, y después de algunos vaivenes, encontraron muy representativa la transexualidad, que entendieron como una demostración de que personas “enteramente” masculinas podían vivir vidas “enteramente” de mujeres. Es decir, la biología (el sexo) podía ir por un lado, y la cultura (el género) por otro, por lo que éramos un ejemplo perfecto para las mujeres biológicas que afirmaban que “biology is not destiny” para emanciparse de una cultura que, en el otro extremo, mantenía un determinismo biologicista (más bien que biológico) asfixiante. Esta posición del generismo radical fue aceptada también por la corriente principal del movimiento gay, que temía fundadamente que cualquier atribución biológica de la homosexualidad diera sustento a los funestos intentos de curación que de hecho han herido tanto a tantas personas. Por tanto, durante muchos años, se ha desestimado políticamente más que científicamente la hipótesis de un origen biológico, intersexual, de la transexualidad. Y no ha sido sin motivo, aunque sí exageradamente. = = = Sin embargo, gradualmente, el No-binarismo de sexogénero, nacido también en el ámbito feminista, ha aportado la evidencia de una alternativa a la alternativa. Como sabemos, éste afirma que la realidad sexogenérica es naturalmente variable e incluso fluida. No hay un conjunto cerrado de “varones” y otro de “mujeres”, siendo todo lo demás patológico o antinatural, como se suponía desde los criterios binaristas. La naturaleza genera una variabilidad que va de lo más masculino a lo menos masculino o de lo más femenino a lo menos femenino –como todos sabemos en la práctica de sobra, pero no sabíamos que tuviera una razón teórica. En esta variabilidad, algunas personas se encuentran no más o menos cerca, sino en posiciones equidistantes de los dos atractores estadísticos. Todo ello es natural, y hasta conveniente para la especie. ¿Qué sería una humanidad formada sólo por varones hiperandrogénicos, acometedores, fuertes y relativamente brutos, y por mujeres muy hipoandrogénicas, tímidas y hogareñas, no habiendo nada en medio, cuando tenemos la convicción de que justamente en ese terreno intermedio florece la riqueza cultural, la ciencia y el arte? No; la verdad es que son naturales expresiones de sexogénero muy diferentes, no se puede definir dos únicos modelos que deban ser acatados por todos, deben ser valorados como expresiones diversas de la naturaleza. Las identidades son el reconocimiento y la aceptación de cada cual en su propio ser. En sentido propio, hay tantas identidades como seres humanos, aunque se observa también la presencia de unos atractores estadísticos masculino y femenino, a los que cada cual se acerca por razones de afinidad (por conciencia de su afinidad), aunque puede decidir también permanecer distante de ambos. Al movimiento feminista, la teoría no-binaria de sexogénero le dice que las personas identificadas como mujeres pueden fundar su autonomía de género, sin que nadie les imponga un “papel de mujer”, definido por otra persona, en que la realidad es que sólo cada cual puede definir su identidad y sus afinidades, puesto que sólo cada cual conoce o puede conocer exhaustivamente sus motivaciones. En cuanto a las personas identificadas como homosexuales, pueden justificar su rechazo a la imposición de una supuesta curación, en que sólo esa persona puede conocer y valorar exhaustivamente, matizadamente, su propia afectividad, que es, como todas, infinitamente matizada. Nadie tiene derecho a pretender conocer mejor una afectividad ajena, puesto que goza del fuero interno, de la subjetividad incomunicable. “Cuando canta para mí una mañana, una cama, sólo yo oigo esa canción”. = = = Todo este planteamiento modifica profundamente el entendimiento de las actuales Unidades de Identidad de Género, tan vitales para las personas intertransexuales. En primer lugar, todas las personas intertransexuales que llegan a ellas deben ser presupuestas como intertransexuales por el simple hecho de llegar, puesto que hay un principio de la comunicación humana por el que no es posible observar objetivamente la subjetividad ajena, y menos juzgarla, y puesto que cualquier identidad diferente de las mayoritarias puede ser considerada en principio natural. Los profesionales deben renunciar al concepto de “verdadero transexual” (o “no-verdadero transexual”) que las funda, y que les da supuestamente el derecho de decidir por ellos mismos cuál es la identidad de otra persona, y al hacerlo, decidir sobre su destino, su felicidad o infelicidad. Lo que los profesionales pueden tener en cuenta es que la intertransexualidad asume tantos matices como personas y que la persona concreta que llega a su consulta puede necesitar una clarificación de sus sentimientos. Todas las personas de nuestra cultura estamos más o menos impregnadas por nuestro binarismo cultural. Todas o casi todas diríamos que “si no soy hombre, seré mujer”, o si “no soy mujer, seré hombre”, viendo en nuestra imaginación uno de los dos atractores estadísticos. Uno de dos. Esto es el binarismo. Así lo ven también los profesionales, no menos impregnados de binarismo que nosotres (lo diré así), sino generalmente, más: “Si no eres hombre, tendrás que ser mujer”, o “si no eres mujer, tendrás que ser hombre” (sólo una de sólo dos posibilidades) Algunas personas intertransexuales dirán: “De acuerdo. Eso es justamente lo que pretendo. Mi identidad es de hombre” (O de mujer) Inequívocamente. Su identidad, su entendimiento de sí y su valoración de sí, está plenamente del lado de uno de los dos atractores. Esto sería posible de entender por una explicación biológica, cerebral, completable por una explicación biográfica, y perfectamente respetable y natural. Y otras personas intertransexuales diríamos que no, que por ejemplo no ser hombre no quiere decir ser mujer, sino otra cosa, que no tiene todavía ni nombre, ambiguo a algo así, o mujer, pero a mi manera (¡algo perfectamente lógico, frecuente y natural, de lo que entienden muchas mujeres!) Nos situaríamos en terrenos intermedios. Hemos dicho que las identidades son conceptos y valoraciones, y para que se formen es preciso disponer de esos conceptos y valoraciones conceptuales. Si no se dispone de ello, una cultura binarista, falsa, genera conceptuaciones terribles: “¿pero qué soy yo?”; “¡no sé lo que soy!”, sentimientos de culpa, de vergüenza, conflictos familiares, desastres laborales, oscilaciones de un extremo a otro, vacilaciones, arrepentimientos, contraarrepentimientos, dolor a chorros, y no producido por la condición intertransexual, que es natural, sino por el binarismo, que no la entiende. Esto es lo que en el futuro harán los profesionales de las Unidades de Género: aclarar a las personas que las usen la realidad del no-binario de sexogénero, las diferencias de planteamiento con la ideología del binarismo que todavía estamos sufriendo. La función esencial de los psicólogos será dialogar con les usuaries y aclarar sus conceptos si no los tuvieran claros. Les podrán hacer distinguir entre disforia de género y disforia de genitales, como entidades distintas, muchas veces juntas pero otras muchas, alternativas, de manera que una puede excluir la otra, sin que signifiquen por sí solas mayor o menor feminidad o masculinidad (muchas veces, paradójicamente, es al contrario) Les podrán explicar que sólo en la disforia de genitales está indicada la operación de genitales. Pero, a diferencia de lo que sucede ahora, les harán ver que su asistencia proseguirá aun cuando decidan no hacer la operación de genitales. (Ahora mismo las Unidades están concebidas com criterios muy simples y ya arcaicos: un binarismo hombre-mujer (y nada más) y un itinerario con tres únicas estaciones: autorización psicológica, hormonación y cirugía) Pero la asistencia sigue siendo necesaria como consulta psicológica, libremente solicitada (no como, ay, intromisión, como es ahora), como supervisión endocrinológica, como atención a cirugías plásticas que mejoren la inserción personal... Esta asistencia, con vistas a un consentimiento informado, puede ser incluso prevista como temporalmente necesaria para las cirugías de genitales, pero dejando clara a la persona usuaria desde el primer momento que la decisión final, suficientemente informada, será suya, y sólo puede y debe ser suya, que deberá asumir incluso el derecho de equivocarse por sí misma. ¡La negación de cualquier tutela! ¡El dejarme que yo me conozca a mí mismo y decida por mí! Con el consejo ilustrado ajeno, que agradeceré, pero por mí. No sé cómo será, en el futuro, la experiencia colectiva y generalizada del No-binario de sexogénero. Al ser todas las experiencias de nuestras identidades fluidas y libres, no será traumático. Al no ser traumático desde nuestra niñez, al haber podido expresarnos siempre con naturalidad, quizá consideremos todo nuestro ser con su compleja naturalidad, viendo que se inserta con fluidez en el continuo No-binario. Esto puede hacer incluso, no lo sé, que en muchas historias, la fluidez de las identidades y los reconocimientos culturales no haga necesaria la cirugía, o la vea sustituible por un proceso de células madres que haga posible incluso nuestra maternidad o paternidad cruzadas, o cualquiera de las maravillosas sorpresas que podemos esperar.
domingo, marzo 27, 2011
Artículos sobre Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero ( II )
ÉTICA RACIONAL E INTERTRANSEXUALIDAD
Por Kim Pérez
Publicado en http://CarlaAntonelli.com el 7 de marzo de 2011
Todos estos artículos están bajo una licencia Creative Commons: Se pueden reproducir libremente, mencionando el nombre de la autora
He considerado en las Matemáticas el ser de las formas que inspiran las formas materiales, pero tengo que ir más allá de las formas estáticas y considerar también el debe-ser o el hacer: la Ética.
La Ética tiene que centrarse en el conocimiento humano, porque es nuestra característica específica, nuestra vocación peculiar. Homo sapiens.
=El conocimiento humano parte de la memoria (análogo: la informática) Nuestra memoria parte de 0, se incrementa, y vuelve siempre a 0 (muerte corporal)
=La memoria se procesa. Una parte del procesamiento, por la comunicación, llega a ser memoria extracorporal.
=Somos seres vivos los procesadores, intuyentes y deseantes. El deseo del conocimiento es curiosidad, interés, voluntad de saber. Sin límites, todo. Por tanto, el procesamiento tiende a infinito. O, dicho de otra manera, un programa informático que lo recoja debe permanecer abierto.
=La tendencia al infinito parte de 0. El proceso de acumulación de conocimientos puede volver a 0 (destrucción planetaria) o llegar a infinito.
=Esta opción nos hace entrar en la Ética. Para el conocimiento hay un bien y un mal. El bien es todo lo que permita la acumulación del conocimiento. El mal es todo lo que lo impida o lo destruya. Este bien y este mal pueden darse en la vida personal o en la colectiva. El trabajo constante, el aprendizaje, el estudio son formas del bien, porque construyen conocimiento. La pereza, los vicios, la violencia, son formas del mal porque lo destruyen.
En el siglo V, la caída del Imperio Romano produjo una inmensa pérdida de conocimientos colectivos.
El odio es particularmente destructivo, porque es la pasión de la destrucción. La procreación, la sucesión de las generaciones, es buena porque permite proseguir en la acumulación del conocimiento.
Saber es poder sobre la naturaleza y buscar la salida del espaciotiempo y la materialidad que nos oprime; la salida del espaciotiempo siempre será retroactiva; la humanidad liberada salvará a toda la humanidad.
=El sufrimiento es el gran motor del ansia de liberación. O nos mata, o espolea nuestro espíritu, por lo menos en sus clamores. Nos hace ansiar conocimientos liberadores.
=En relación con el conocimiento, el sufrimiento es por tanto bueno.
= = =
La reflexión sobre las Matemáticas y la Ética puede centrarse en la intertransexualidad de esta manera:
=Es una condición natural, procedente de las dimensiones cuantitativas del No-binario de sexogénero.
Con otras palabras, es un grado de una variabilidad natural que se expresa de forma no-binaria, y que abarca, en más o menos, desde un atractor femenino (estadístico o “extraño”- argot matemático) a otro masculino (también estadístico o “extraño”) Ambos son abstracciones, no son seres materiales. Los seres materiales estamos todos más o menos cerca o lejos de estos atractores estadísticos. Cada persona, en su más o menos, presenta ventajas e inconvenientes. Dado que este No-binario se forma en relación con la androgenación mayor o menor del niño durante la gestación, es preciso entender la función de la testosterona, que las personas intertransexuales masculinizantes conocen muy bien:
=Aumenta la fuerza muscular
=la acometividad
=la rapidez de reflejos
Todo lo cual es útil defensivamente. Pero, por eso mismo
=Disminuye la reflexión
=la autoobservación
=la serenidad
Por otra parte, se ha observado empíricamente que mujeres cuya dotación de testosterona es 0 (cero), son
=Extremadamente maternales
=pero estériles
Esto nos indica que la variabilidad del No-binario de sexogénero es muy conveniente para la especie, puesto que en ella se funda la variedad de funciones que cumplimos en una vida social muy compleja como la nuestra.
Por tanto, al valorar el hecho de la intertransexualidad, nombre que damos a las personas que nos encontramos en la zona más intermedia entre los atractores, no es adecuada a la realidad ninguna patologización ni ninguna culpabilización por la realidad intertransexual en sí.
Estadísticamente muy pocas, nos corresponden ventajas e inconvenientes propios, como a todas las demás posiciones.
Entre las primeras, que no han sido todavía estudiadas científicamente, figura probablemente una relación singular entre ambos atractores, que no se puede caracterizar a veces como “medio hombre y medio mujer”, sino o bien como “masculina y femenina”, a la vez, o bien “enteramente intertransexual”.
Las capacidades para el entendimiento comprehensivo de lo humano, más allá de las diferencias entre lo masculino y lo femenino, y para la mediación entre ambos atractores, son grandes. A menudo, su ambigüedad resulta intuitivamente atractiva, e incluso fascinante, por lo inusual. El mayor inconveniente es que a menudo no conseguimos formar parejas ni procrear.
Las razones personales para el sí o el no son enormemente matizadas, de manera que no se pueden generalizar; pero sí se puede decir que nuestra distancia corporal o cerebral de la fusión heterosexual requiere superar considerables dificultades en este sentido.
Estas dificultades pueden ser origen de gran sufrimiento, tanto en quienes consiguen procrear como en quienes no. Pero ya he expuesto que el sufrimiento, en sí, no es malo, sino un estímulo o aliciente para buscar diversas salidas vitales.
Expresa nuestros límites; y debe ir acompañado por nuestra voluntad de superarlos, poniendo como límite matemático de esa tendencia sólo el infinito.
INTERTRANSEXUALIDAD
Por Kim Pérez
Publicado en http:/CarlaAntonelli.com el 14 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario