Por Kim Pérez
(Licencia Creative Commons. Se puede difundir libremente haciendo constar el nombre de la autora)
FUNDAMENTOS MATEMÁTICOS
Anoche, viernes, [25 de febrero de 2011], estaba redactando de nuevo este texto [que recoge el centro de mi pensamiento desde hace más de veinticinco años, me parece] , cuando pensé que podía enviarlo al Diario Digital Transexual [http://CarlaAntonelli.com] Quienes no estén especializados en estas cuestiones, tendrán que leerlo despacio; pero confío en que se entienda por todos los que quieran leerlo.
En el siglo XXI, estudio Matemáticas.
En el siglo XXI, estudio Matemáticas (o hago teoría de las Matemáticas: reflexiono sobre lo que son las Matemáticas en relación con el resto de la realidad)
Son una actividad lógica; lógica quiere decir que se puede hablar de ellas coherentemente, consistentemente.
La coherencia o consistencia constituye el centro de la actividad mental que se construye sobre la suposición de que la realidad sobre la que se aplica es igualmente coherente o consistente: si no lo fuera, no podríamos hablar coherentemente.
El postulado de la coherencia es también el del sentido; todo debe de tener sentido, puesto que podemos hablar de ello coherentemente.
Y la coherencia crea un sistema único, pues cualquier incoherencia del sistema equivaldría a la dispersión de la realidad y haría imposible un discurso unificado; la ciencia abre el cuadro racional del Uno teísta.
El mayor grado de coherencia en el conocimiento subjetivo se da en las Matemáticas.
Me pregunto sobre si las Matemáticas están
=fuera de mi mente (clásicas)
=o dentro (constructivistas)
Veo, empíricamente, mirando la Naturaleza, que
=1. Las abejas trazan hexagonoides (para ahorrar cera)
=2. Los astros son esferoides (por la gravedad)
=3. Aquí y allá se observa una tendencia al número de oro o “divina proporción” (especialmente en formas vegetales)
(Un grupo de la Real Sociedad Matemática Española ha presentado en Cosmocaixa una exposición en la que exponen la forma de la ecuación (X2 + y2 +z2)2 = X2 +y2, que es la de una manzana perfecta, y la de X2 +z2 = y3 (1 – y), que es la de un limón arquetípico (El Semanal, 27 de febrero de 2011). Por supuesto, esas líneas pensables pero no visibles, exactas, no pueden coincidir con las irregularidades o rugosidades de las frutas materiales, que se acercan a ellas sin llegar a ellas)
Concluyo:
Las Matemáticas clásicas (cuyas relaciones son exactas) definen unos límites o atractores a los que tiende la materia, sin llegar a ellos (Veo el parecido de esta idea con Platón)
Como todo ello sucede desde antes de que hubiera humanos, las Matemáticas están fuera de la mente humana y organizan o gobiernan las formas de la materia.
Pero quedan unos márgenes o diferencias entre las formas materiales y las formas matemáticas exactas.
Si los seres materiales (como los humanos) fuéramos matemáticos exactamente, todos seríamos
=iguales
=invariables
=eternos
Lo que no es el caso.
Este margen objetivo entre Matemáticas exactas y materia se descubre también en el estudio de la abstracción subjetiva o razonamiento.
Formamos nuestros conceptos
=hallando lo que hay de común entre realidades distintas y
=dándole nombre.
Por tanto, lo que no hay de común, lo único, lo que nos hace únicos, lo singular, lo no-matemático-exacto de cada realidad material, es
=inconceptuable
=pero accesible a la intuición, que empíricamente sabemos que ve su unicidad; la intuición es la clase de pensamiento o representación que se practica en el arte y el amor o el odio.
(El margen de inconceptuable y no matematizable exactamente es lo que funda las diferencias humanas y, entre ellas, la intertransexualidad o la homosexualidad)
Profundizo:
Newton elaboró la fórmula matemática-exacta de la ley de la gravedad.
De acuerdo con lo anterior, se podría haber predicho
=que la realidad material de la gravedad se acercará a esas relaciones matemáticas exactas, pero nunca llegará a ellas;
= y esto es lo que la experimentación empírica comprueba constantemente.
(Lo mismo se puede decir de Einstein: a partir de deducciones matemáticas exactas, sobre el papel, dedujo que en las grandes distancias rige una geometría no euclidiana, pero la investigación comprueba que no es ni puede ser de manera exacta)
Por tanto,
=los seres materiales tienden a la perfección matemática exacta de sus formas
=que no llegan a ella, porque dejarían de ser materiales, convirtiéndose en teoremas.
Ésta es la justificación de nuestra existencia individual, como seres distintos de la perfección racional, pero que tendemos a ella.
También esto ocurre en nuestras relaciones: esto explica la diferencia entre la justicia material y posible y la justicia perfecta o exacta o imposible.
Esta distancia insalvable entre las Matemáticas (exactas) y la materia hace pensar que las Matemáticas (exactas) no son de este mundo material; que no sólo están fuera de la mente humana sino fuera de la materia.
La proximidad-distancia entre la realidad material y la perfección lógicomatemática exacta hace preguntarse si
=¿la realidad material, no las formas matemáticas a las que tiende, es suficientemente lógica como para ser
=suficientemente coherente (o consistente), es decir,
=tener suficiente sentido lógico?
La respuesta dentro de la lógica cerrada es “no”; en ella, las afirmaciones son lógicas o no; pero dentro de la lógica difusa, la respuesta es “más o menos”.
=Existe en efecto una lógica cerrada, que forma sus conjuntos matemáticos sobre un “sí o no” (anotados como “igual-desigual”)
=Y una lógica difusa que forma sus conjuntos matemáticos sobre un “más o menos” (descubierta por Lotfi Asker Zadeh, Doctor honoris causa por Granada, entre otras muchas distinciones)
=La lógica difusa se aplica con más o menos coherencia o consistencia (no absoluta) a los seres materiales y a sus relaciones materiales.
Examinemos como ejemplo un proceso material, el de la sexuación humana.
En él aparecen empíricamente, no necesariamente (podría ser de otra forma, como la división ternaria de las abejas), dos atractores que parecen cualitativos, no cuantitativos, el de masculinidad (M) y feminidad (F)
Pero los seres humanos nos diferenciamos en la gestación por medio de un proceso cuantitativo, la androgenización, que puede ir de 0 hasta N (máximo empírico)
Este proceso numérico forma por tanto un continuo, en el que la feminidad se define por los valores cercanos a 0, la masculinidad por los valores cercanos a N y la intersexualidad por los valores cercanos al punto medio.
Se forman así conjuntos difusos de sexo de los que se puede hablar coherentemente y son por tanto lógicamente consistentes aunque en términos difusos, caracterizados porque los elementos de los conjuntos lo son por “más o menos”, no por “sí o no”.
Estos conjuntos difusos guardan relación por tanto con un continuo numérico, matemáticamente consistente en sí mismo. Pero,
=Las divisiones materiales M, I y F no se pueden establecer en puntos intermedios exactamente determinados de ese conjunto por un “sí o no”, sino en zonas difusas caracterizadas por un “más o menos”. Y
=Aunque cada realidad material determinada tenga una determinada forma numérica de andrógenos, ésta no se puede calcular exactamente para insertarla con absoluta precisión en el continuo. Por lo que
=Sigue existiendo una distancia entre la forma material y la forma matemática que la rige.
En general, al considerar las formas materiales que aparecen ante nosotros, constatamos:
=No les es aplicable una lógica cerrada, de “sí o no”.
=Les es aplicable una lógica difusa, de “más o menos”. Por lo que, consideradas espaciotemporalmente,
=La forma lógica difusa que mejor las describe es la historia.
La historia no es exacta, pero tiende a ser exacta sólo en la correspondencia menor o mayor de su narración con los hechos que quiere referir.
CONJUNTOS DIFUSOS DE SEXOGÉNERO
Hoy 7 de marzo de 2011 he reescrito este artículo que terminé de escribir en su primera versión el 4 de agosto de 2009, dentro de la dinámica del grupo de Conjuntos Difusos, cuando nos reuníamos en el bar Botánico, de Granada.
(La lógica binaria no corresponde a la materialidad del sexogénero)
Los conjuntos difusos son un concepto lógicomatemático de Lotfi A. Zadeh, publicado en 1963-65, que se refiere a realidades que se pueden agrupar sobre un criterio de más o menos y no de sí o no.
La lógica que se desarrolla a partir de este concepto es una lógica multivaluada, en la que hay muchos valores de verdad, mientras que la lógica que se desarrolla a partir del concepto binario de sí o no (o 1,0) es una lógica bivaluada.
No es que la primera sea verdadera y la segunda falsa. Es que la primera es la que corresponde a ciertas realidades y la segunda a otras.
Por ejemplo, si clasificamos los paisajes que conocemos según su belleza o su fealdad, estaremos situándolos en conjuntos difusos de bellísimos, muy bellos, bellos, corrientes, feos, muy feos, feísimos. No es una operación mental puramente subjetiva ni especulativa: sobre ella se montan de hecho estrategias de viajes, desde los tiempos del Grand Tour de los ingleses, que tienen las consecuencias económicas que conocemos,
Por otra parte, toda la informática está fundada sobre un sistema binario de 1,0, o de lógica bivaluada, cuyos valores de sí o no resultan imprescindibles para conseguir los propósitos a los que responden los ordenadores.
El binarismo no es por tanto el uso de la lógica binaria, sino la pretensión, errónea y de resultados calamitosos, de tratar binariamente realidades que no lo son ni lo pueden ser conceptualmente.
Pero la distinción entre binario y difuso no es binaria. Quiero decir que no hay sólo realidades binarias y realidades difusas. Hay realidades no binarias que no son difusas, y cuando se está en una práctica no binarista hace falta distinguir entre unas y otras. Es preciso tomar en consideración lo no binario, pero no difuso, y lo no binario y difuso como lo que son.
Partimos de que la lógica binaria aparece a nuestros ojos con un prestigio y una radicalidad que nos incita a querer que sea binario lo que no lo es. Queremos que haya una belleza (1) y una fealdad (0), un bien (1) y un mal (0), al que coherentemente se ha definido como “la falta de bien”, pero sabemos que en estas realidades existe verdaderamente una amplia zona de grisuras.
Lo mismo se puede decir de la pretensión de que sólo existan hombres y mujeres. Esta frase es binaria (1,0) si partimos de una definición rigurosa, por ejemplo basada sobre el sexo cromosómico: ¿Es persona XY? Entonces, contamos el valor sí; ¿no es persona XY? Entonces, contamos el valor no. También podemos hacer la misma operación con las personas XX.
Encontramos entonces la definición de hombre como no XX y la de mujer como no XY. Pero la frase que consideramos empieza diciendo “sólo”, es decir, que supone que “todos los humanos somos XX o XY”, lo que sabemos empíricamente que es falso, puesto que existen personas que no son XX ni XY. Por tanto, el sexo cromosómico no es una realidad binaria y empeñarse en que lo sea es binarista. Más adelante veremos que el sexo cromosómico, no siendo una realidad binaria, tampoco es difusa.
Lo mismo, o más, sucede si usamos otro criterio para definir hombre y mujer, por ejemplo, la forma de la región genital, en la que nos encontramos todas las variaciones de la intersexualidad en una proporción relativamente elevada, de alrededor de un 2% de los nacidos. La realidad es por tanto no binaria, y la negación de la realidad conduce por ejemplo a imponer reasignaciones quirúrgicas para ajustar a la persona intersexo a los dos únicos conjuntos supuestamente existentes.
En cambio, alcanzamos lo no binario o difuso cuando se trata del género como conducta, y se trata de definir lo masculino y lo femenino. Sabemos que esto, que a simple vista resulta inasible, se convierte en los sistemas binaristas (objetivamente erróneos en cuanto a los sexos, tal como se ha visto) necesariamente en un Código de Género autoritario, puesto que no corresponde a la realidad y sólo se puede imponer por miedo.
De hecho, el Código de Género de nuestra sociedad, de manera no escrita, enumera cuidadosamente las profesiones, conductas, ropas, arreglos, gestos, posturas, maneras de hablar, etc que se consideran masculinas o femeninas, e impone a quien lo contravenga penas que van desde la irrisión pública al destierro familiar, la pérdida de empleo, la cárcel o la de muerte, impuesta por linchamiento o crimen de odio, o por ley escrita.
Mientras que la estructura no binaria y no difusa, en el dominio somático, es cuestión de mayorías/minorías, en el terreno del género la estructura no binaria y difusa afecta a todas las personas, como una liberación de la falsedad, puesto que en un sistema binarista todas se ven obligadas a ceñirse a los preceptos del Código de Género binarista, unas convirtiéndose en opresores, incluso contra su voluntad, y otras en oprimidas, incluso aunque no lo sepan.
La comprensión de la realidad no-binaria en cuestiones de sexo y de género va a menudo acompañada por una sensación de alivio, que surge de la distensión de las rigideces interiorizadas del Código de Género todavía vigente.
(Los conjuntos difusos de sexogénero)
Puesto que la realidad sexual y de género no es binaria, cabe preguntarse por qué no forma un continuo indiferenciado, un más o menos infinitamente gradual, sino conjuntos o núcleos.
En parte es por razones objetivas, según el elemento definidor que usemos. Existen verdaderamente conjuntos de personas XY, o de personas XX, o de personas X0, o de personas XXY, etcétera. No hay un continuo de más o menos, sino de diferencias cualitativas. En este caso hay que hablar de una realidad que no es binaria, pero tampoco difusa.
La realidad difusa se encuentra cuando se puede definir por un más o menos, y esto es lo que ocurre precisamente con el proceso de androgenación de 0 a N que experimentamos o no los humanos prenatalmente.
Partiendo de una morfología común, que incluye dos tetillas y un órgano clitorideopeniano, los seres humanos, siguiendo los cromosomas X o Y, permanecemos en una forma femenina, que es la básica, o nos masculinizamos más o menos.
Como se verá, hemos tenido que recurrir a un “más o menos”, con lo que estamos definiendo conjuntos difusos de sexo, formados sobre un continuo de no-androgenación o androgenación. Al tratarse de una formación de andrógenos que forma un flujo, éste no se puede calcular en cantidades materialmente exactas para todos los humanos.
La existencia de dos atractores estadísticos (también llamados extraños), masculino y femenino, forma parte de la realidad; sin embargo, al ser sólo estadísticos, y por tanto abstractos e inmateriales, los seres humanos materiales estamos más o menos cerca o lejos de su cuantificación mayoritaria, encontrándonos una minoría lejos de ellos.
Esta minoría puede experimentar su situación intermedia en las formas fenotípicas más visibles y entonces se llama, con criterios más pragmáticos que lógicos, intersexual; en algunas personas, esta fuerte intermediariedad parece ser que interviene en las estructuras cerebrales y entonces suele resonar en la sexualidad, o conducta biológicamente ligada al sexo.
Todo ello forma conjuntos difusos de sexo. Sin embargo, en los humanos hay que distinguir también la consciencia de estas realidades.
Se trata de las representaciones y los sentimientos ligados a la propia realidad sexual, más los elementos aportados por la superestructura cultural, que pueden ser aceptados o rechazados por cada cual, y que constituyen su identidad de género.
La identidad de género es por tanto un proceso cognitivo, referido a la propia posición en cuanto a los dos atractores estadísticos. Puede ser lineal, cuando está más o menos de acuerdo con el atractor asignado, o cruzada, cuando está más que menos en desacuerdo. En este caso, se habla de transexualidad, también con la misma intención más pragmática que lógica que se ha usado con la palabra intersexualidad.
De hecho, no está muy lejos de la realidad usar un término común para la una y la otra, que puede ser el de intertransexualidad.
Es claro que la identidad de género también constituye un nuevo plano, el consciente, de conjuntos difusos en torno a los dos atractores. Es el más o menos lo que los forma.
En los humanos, las materialidades difusas del sexo más las consciencias difusas de la identidad, forman el género, en el que las conductas se pueden definir fácilmente con un más o menos masculinas o femeninas (hay un verdadero continuo que va de lo extremadamente masculino a lo extremadamente femenino) y hay una amplia zona más o menos indefinida entre los dos extremos.
El género es por tanto el resultante de todos los elementos biológicos, biográficos y de consciencia de los humanos en relación con los dos atractores estadísticos de la sexualidad. Por eso, prefiero decir sexogénero, a la vez que observo que las variaciones constituyen un continuo no-binario en el que se forman conjuntos difusos.
Estos conjuntos difusos de sexogénero tienen una función de consciencia. Actúan como simplificadores de la realidad, por un mecanismo de abstracción que registra las afinidades de sexogénero (afinidades: semejanzas, simpatías, no igualdades, matemáticamente imposibles en la realidad material)
Si no fuera por la existencia de las afinidades, existirían miles de millones de géneros, tantos como personas. Las afinidades centran la conciencia en mayorías que se identifican en torno a los atractores estadísticos (mayorías que pueden estar formadas también por personas intertransexuales, que tienen una identidad definida por uno de los atractores) y minorías que se sitúen más bien al margen de los atractores (personas intertransexuales con identidad inter o trans, que en este caso suelen tener como referencia su propia condición personal, más bien que un atractor, y que por tanto asumen identidades muy variables de unas a otras)
Todas ellas, objetivamente, dentro de conjuntos difusos de sexogénero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario