A las 5.30 de la madrugada pienso que estoy más cerca de los homosexuales como varón ambiguo. Los siento parecidos, me siento a gusto con ellos, los deseo como compañeros aunque no deseo como ellos. Por tanto, si me puedo considerar un varón ambiguo, la lógica requiere que deje de llevar falda, cuyo significado ya no siento, que use pamtalones, que entre en los aseos de caballeros… Pero estas perspectivas ya me resultan insoportables. Quiero una consideración como varón ambiguo pero a condición de que estuviera reconocido que un varón ambiguo no es un varón como los otros. Y no es así.
A las 5.45 me pregunto con angustia cuál puede ser mi modelo de vida.
A las 6, me acuerdo de Isabelle Eberhardt, pero con escepticismo. Eberhardt vivió entre los tuareg del Sahara, cabalgó y galopó y guerreó con ellos. La imagino pequeña,esbelta, nervuda, vestida con sahariana -una chaqueta de campaña con grandes bolsillos, de lona ligera- y calzones de montar, polainas o botas, etcétera. Poco a poco me va interesando su imagen. No es la de la mujer apocada, oscura, febril. Es la de quien habla de igual a igual con los hombres, sin ser un hombre… y encima es admirada por ellos, deseada por ellos, sutilmente protegida por ellos. Erguida y fina como una planta silvestre.
Esta imagen cumple todas mis expectativas. Me sitúa en la ambigüedad, pero en otra. Mientras que la ambigüedad masculina es recesiva, porque tiene que expresar delicadeza, timidez, encierro, ésta es expansiva, se abre a la inmensidad del mundo y de las batallas. Es turbulenta y yo también soy turbulenta, aventurada, metida en mil combates, pero esperando siempre la delicadeza final, el beso que los selle y concluya.
No está sola Isabelle en mi memoria, también Amelia Earhardt, la aviadora, y Carolina, mi amiga, la princesa-guerrero de su imaginación. Me puedo meter con placer en las tormentas.
Resuelvo también una contraposición que me dolía, la de caballero, palabra noble y altiva, frente a dama, suave y pasiva. Recuerdo una contraposición mejor, la de las pruebas hípicas: jinete frente a amazona. Y me siento afín incluso a Safo, amante de ls mujeres y de los hombres, a unas y otros de distintas maneras y por distintos motivos, siempre grandiosamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario