jueves, abril 10, 2014

Naturaleza e identidad


Kim Pérez


En las trans femeninas observo a menudo una diferencia entre su naturaleza de trans y su identidad femenina.

La primera puede ser visible desde los primeros años, y la segunda, ser consciente desde esos primeros años o no.

Esto es lo que quiero subrayar: hemos podido ser niños femeninos sin tener conciencia de serlo, es decir, conscientes de una identida...d masculina.

Todo ello puede ser difuso, que será, dentro de un más o menos, más bien más que menos, más femenino que menos (aunque no lo hayamos sido del todo) Esta feminidad puede corresponder objetivamente a una conducta menos androgénica, aunque esto no se puede medir todavía con precisión.

La naturaleza a la que me refiero es por tanto conductual, dependiente según muchos autores, de Swaab a Guillamón, del grado de androgenación cerebral, que es variable y puede ser mayor, igual o menor que los valores medios.

Es compatible por tanto con la androgenación mayor, igual o menor del resto del cuerpo, y estas variaciones son las normales de la naturaleza, sin que los valores mayores o menores que los promedios puedan ser llamados patológicos, sino que pueden incluso ser más adaptativos y funcionales para el conjunto de la especie.

Conducta muy androgénica, en un niño XY o XX (u otras variantes), corresponde más que menos a movilidad física, acometividad, inquietud, dominancia, emulación o rivalidad, interés por juegos de competición, trepar hasta puntos altos, tendencia a la extraspección o hacia lo exterior, interés por los vehículos, por lo mecánico, descuido por el arreglo personal…En clase, pueden haber mostrado más interés por las matemáticas, la física o la química, que por las asignaturas de tipo social, literarias o artísticas.

Todo ello se puede dar junto, determinando personalidades muy androgénicas, o como una mayoría de cualidades.

Una prueba externa de esto puede verse en que, si son XY, se integran bien en su grupo, por el que sienten su afinidad y no son acosados por razones de género (pueden serlo por otras), y si son XX, pueden integrarse bien en el grupo masculino, por el que sienten su afinidad, y no son demasiado acosados, porque saben defenderse.

Con frecuencia (aunque no siempre), su mirada es intensa, incluso brillante, y sus facciones fuertes, resultando masculinos desde pequeños.

Las niñas trans pueden observar en su naturaleza una ausencia de estas cualidades, en todo o en su mayoría, y una presencia de las que ahora voy a enumerar, también en más o menos, también en todo o en parte.

Al leer lo que sigue, puede ser que haya trans que vayan diciendo “sí, sí, sí” , pero la mayoría dirán muchos sí y algunos no. Se trata de ver un conjunto difuso, no binario, en el que la diferencia entre los sexos, siendo real en conjunto, tiene límites difusos, borrosos, indefinidos.

Vamos a ver qué cualidades corresponden a una naturaleza menos androgénica que la de los niños XY o XX masculinos, hipoandrogénica en relación con éstos.

Empezaré hablando en masculino, porque la situación previa puede ser masculina, pero menos masculina, y seguir siendo más o menos masculina. Pero usaré enseguida el femenino, porque pueden tener o llegar a tener una identidad más o menos femenina.

Pueden haber sido tranquilos y caseros (o tranquilas y caseras), jugando más bien a juegos solitarios o con niñas y en casa.

Por tanto, a vestir y peinar muñecas, a estimar y admirar las casitas, como representaciones de la propia identidad (habitáculos protectores, ventanas abiertas al sol, cortinas alegres y acogedoras…)

Pueden haber tenido facciones suaves y ojos dulces, siendo confundidos con niñas (o vistas como niñas) desde pequeños o desde pequeñas (incluso con extrañeza propia)

Pueden haber sido poco acometivos, tímidos, más bien asustadizos… o poco acometivas, o tímidas, o asustadizas…

Pueden haber sido femeninos (sí, dicho en masculino) o femeninas en gestos y actitudes, incluso inconscientemente.

Pueden haber tenido poco interés por los juegos de competición.

Puede que les haya interesado poco o nada la mecánica. No se les ocurriría romper un juguete para ver “cómo está hecho”, puesto que tenderían a encariñarse con él.

Pueden haber tenido mucha conciencia de su ser interior, introspectivos o introspectivas.

Pueden haberse interesado mucho por la lectura, y vivir en un mundo de imaginación.

Puede haberles gustado cuidar su aspecto.

En la adolescencia, pueden haberse enamorado de compañeros varones, o si han preferido a las mujeres, pueden haber idealizado su manera de ser e imaginarlas sobre todo como compañeras de vida, o pueden haber amado a unos y otras o no haberse enamorado ni de unos ni de otras (androsexualidad intensa o ginesexualidad moderada o bisexualidad o asexualidad, todo relacionado más o menos con una baja androginia).

En clase, pueden haber preferido las asignaturas sociales, literarias y la expresión artística. Pueden haber sido más torpes en matemáticas, física y química.

Una prueba externa de todo esto es que, en nuestra cultura actual, muy homotránsfoba todavía, pueden ser algo o muy acosados o acosadas por razones de género, incluso con sorpresa propia, y no suelen saber defenderse.

La experiencia muestra que todas estas actitudes pueden darse o con identidad femenina, desde los primeros años, incluso con dos años, o con identidad masculina. Estas identidades pueden depender de las referencias presentes “y” de la intensidad de las afinidades. En algunas trans puede ser efecto de una adoración por la mujer, incluso de su madre, en la que el “quiero ser como tú”, se transforma en “yo soy tú”.

La identidad femenina temprana es muy profunda y resistente. Puede ir acompañada de un rechazo de los genitales masculinos muy temprano y de un deseo de tener los femeninos, aunque este sentimiento puede faltar. Al ir acercándose a la adolescencia, se suele tomar conciencia, en nuestra cultura, de las dificultades sociales que se pueden encontrar y, ya en la pubertad, de las dificultades sexuales. Entonces es frecuente que la persona trans se esfuerce en autonegarse, e incluso en hipermasculinizarse, ensayando por ejemplo una identidad homosexual. Puede ser que incluso sienta un placer “homovestista”, al asumir una personalidad correspondiente a su sexo aparente. Puede ser que se instale en una seudoidentidad homosexual, aunque siempre sintiendo que la práctica de hombre con hombre no corresponde a su verdadera identidad.

Las niñas trans que empiezan a ser educadas como niñas durante la niñez y la preadolescencia, y son conscientes de una mayor adecuación social, pueden desear hacer este experimento en la pubertad; será conveniente un diálogo profundo sin resultado predeterminado, pues dependerá del equilibrio de los sentimientos que cada cual encuentre en sí, sabiéndose libre para elegir su camino.

La identidad masculina se suele fundar en el mínimo común de la masculinidad, en una masculinidad de límites inferiores, poco intensa, basada en la admiración del modelo paterno, más que en líneas masculinas de conducta propia. Puede consolidarse si se cuenta con amigos queridos, como “hermanos mayores”, que allanen las diferencias y posibles dificultades con los niños más androgénicos. Es más corriente que se vaya sintiendo un desajuste creciente con el grupo masculino, empezando por las distintas aficiones, que expresan una naturaleza distinta, y pudiendo llegar en la adolescencia a una distinta genitalidad y al rechazo de los genitales masculinos. A partir de la pubertad, puede reforzarse la identidad masculina también con el deseo de la compañía de la mujer, aunque también éste puede ser más bien platónico, no específicamente genital, puesto que se parte de bajos niveles de androgenia conductual.

Estas identidades primeras pueden ser de género, no genitales, cuando no se tiene conciencia de la diferenciación genital o no ha suscitado atención. Por eso, algunas trans femeninas con identidad temprana, cuando crecen, pueden no sentir necesaria una operación genital y en cambio insisten en la adecuación de género, y si llegan a una operación genital, la hacen reflexivamente, no impulsivamente, en función de la coherencia de género, más que de las funciones genitales.

Pueden tener incluso una imagen corporal femenina que incluye los genitales, viéndose como una “mujer fálica”. En este caso, la operación comprometería su autoimagen interna.

En general, muchas personas trans se identificarán más bien con el modo no binario de entendimiento de la sexualidad, más bien como mujeres o más bien como varones o más bien como personas ambiguas o más bien como queer. La identidad siempre seguirá a la naturaleza, será la forma consciente de una realidad previa, que en el momento de nacer, se sentirá pero es inconsciente.

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