Tener esta ascendencia me despierta el deseo de entenderla.
Tenerla: nadie es su ascendencia. Somos únicos, los primeros y los últimos cada cual. Son nuestros cuerpos los que vienen de alguna parte.
Entender esta ascendencia me parece relativamente fácil.
Venimos de Quetzalcóatl, el dios o el hombre. El dios Quetzálcóatl era el hermano de Tezcatlipoca, un concepto común en las mitologías o en el inconsciente colectivo, como lo llamó Jung, que afirma simbólicamente la existencia de contrarios, como el bien y el mal, y la necesidad de juntarlos en una unidad superior.
Pensando previamente, por otro lado, yo había pensado que si nuestro concepto de Dios expresa el "¿por qué?" final que puede parar las preguntas de los niños, la causa de todo, tendría que ser la causa del bien y del mal, y por tanto, hallarse más allá del bien y del mal, donde la lógica finaliza y colapsa.
O sea: Quetzalcóatl representa una parte de una dualidad, la dualidad moral. Se ve que, a su vez, es otra dualidad, la del ave quetzal y la serpiente, el espíritu y la materia, el hombre.
Ahora bien, en la historia-leyenda, el hombre Quetzalcóatl fue humillado y murió, pero anunció que volvería.
Es como si la historia de mi familia fuera la de la nostalgia de Quetzalcóatl y su ausencia.
Ausente Quetzalcóatl, quedó todo libre para Tezcatlipoca, para el mal. Expresado en Huitzilipoztli, el mal, como en todas partes, tiene sed de sangre humana. Durante generaciones se alimentó de sacrificios humanos.
Pero Netzahualcóyotl, el rey de Texcoco, también expresó la nostalgia de un mundo de paz, flores y belleza.
Motecuhzoma Xocoyotzin, su nieto, mi décimoquinto abuelo, cumplía con los sacrificios humanos, pero sabía que Quetzalcóatl retornaría un año Uno-Caña. Y así fue: el año Uno-Caña, 1519, llegaron los barbudos y terminaron con los sacrificios humanos, aunque también cometieron muchos crímenes (la llegada de Quetzalcóatl también se puede decir que fue la de la Virgen de Guadalupe en vez de Tonantzin en el Cerro de Tepeyac)
Tecuixpox, la hija de Motecuhzoma, era probablemente la titular de la soberanía, como bisnieta de Atotoztli, sobrina bisnieta a su vez de Ilancueitl, la estéril. Legitimó al casarse con ellos a mis dos últimos familiares que fueron Huey Tlatoani, Cuauhtláhuac y Cuauhtémoc y luego entró entre los nuevos Quetzalcóatl, al bautizarse, llamándose Isabel.
Tras otros tres matrimonios, con 22 años se casó con Juan Cano, y fueron mis décimocuartos abuelos. No es probable, pero no imposible, que Juan Cano fuera un Cohen, un Kahn, descendiente de Aaron, señalando la posible profundidad de ese matrimonio.
Es posible que esta sucesión por las bisnietas se repitiera otra vez cuando su bisnieta también llamada Isabel, se casó con su primo, Francisco de Moctezuma, legitimándolo acaso como sucesor. El padre de Isabel, Pedro de Toledo y Moctezuma, había renunciado a sus derechos españoles a favor de Felipe II, pero probablemente no renunciara a sus derechos mexicas.
Puede ser que la sucesión se renovara una vez más en su propia bisnieta, también llamada Isabel de Moctezuma; pero no sé si tuvo una bisnieta mujer.
¿Es la sucesión de Quetzalcóatl la que se ve en esta historia?
¿Soy yo la primera persona de nuestros tiempos que lo ha comprendido?
¿Yo, que por senderos distintos, llevo dándoles vueltas a los dualismos, pensando en que Dios tiene que estar más allá del Bien y del Mal, y que lo No-binario debe ser la razón final de la diferencia de sexogéneros?
¿Qué es lo que la historia de Quetzalcóatl me dice en el presente: que lo No-binario está por encima de la dualidad, en un esquema ternario, en el que haya una realidad distinta por encima de las distinciones binarias, tres realidades pues, o que lo No-binario está dentro de esa misma distinción, en la forma de un continuo cuyos extremos desde luego actúan como Atractores, pero en el que todas las realidades son infinitamente intermedias?
Esto es lo que sostengo últimamente como fundamento de mi vital, necesaria, reflexión sobre el sexogénero, que me lleva a pensar que es un continuo de realidades personales más o menos cercanas o intermedias a los dos grandes Atractores del Varón y la Mujer.
¿Y todo lo que he aprendido en mi vida como transexual significa que incluso el Bien y el Mal deben formar parte de un No-binario continuo, en el que cada hecho participa en más o menos de la atracción de los dos Atractores, ninguno de los cuales está separado por una fisura uno de otro, lo que significa que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca son en el fondo los dos Atractores de ese continuo, no dos personalidades separadas, aunque estén enfrentadas y sean contrarias?
Como dicen simbólicamente otras tradiciones, esos Atractores, representados por hermanos gemelos, pelean entre sí desde el vientre de su madre, que sería la matriz común donde se han formado. El Bien y el Mal pelean; pero es posible buscar un plano superior en el que esas realidades binarias hallen una paz que sea más que el descanso entre la guerra.
Si los descendientes de Quetzalcóatl hemos llegado vivos en nuestros cuerpos al siglo XXI y sabiéndolo, esto es acaso lo que tendrían que aprender nuestras almas.
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