sábado, octubre 06, 2012

Autobiografía en una sola canción


Es verdad que yo soy hipoandrogénico.
O yo que miro, veo que mi cuerpo
Es hipoandrogénico
De una persona XY,
Baja en andrógenos,
Una criatura
Cerebralmente intermedia
Entre el varón y la mujer
Mi sexualidad
Es hipoandrogénica,
Mi vida
Es hipoandrogénica,
Soy tranquilo, conciliador
Quiero gozar de la serenidad,
Aunque sé que tengo genio,
Siempre he tenido mucho  genio,
Sé que me hago respetar
Aunque no quiero mandar,
Quiero hacer ver lo que veo.
Yo fui un muchachillo ambiguo
Y lo soy todavía,
Aunque muy distinto de las mujeres,
Un varón tierno,  después de todo.
Esta fue mi identidad verdadera,
Conmovedora,
Pura,
La que puede hacerme llorar
Al recordarme;
Muchachillo esbelto,
Delicado,
De largos brazos
Y largas manos,
De largas piernas
Y grandes pies,
De ojos grandes, negros,
Cabello con bucles negros,
Sobre la frente.
“¡Qué niño tan guapo;
Qué lástima que no sea una niña!”,
Me anunció aquel hada cincuentona y acertó:
Qué lástima.
Porque va a sufrir mucho.
Por ser tan guapo,
Por ser un niño,
Que deberá combatir.
Me recuerdo leyendo
Incesantemente
Por una curiosidad por el mundo
Ávida, inagotable,
Definida poco a poco
Cartulina y color
De los libros de niñez
Tebeos que leía y dibujaba
Libro de geografía
Con tapas de cartón coloreado
Novelas de la Malasia,
O del Océano Pacífico.
Un interés objetual,
Masculino,
No un interés subjetual,
Por personas ni por amores
Por la familia o por mí,
Femenino.
Pero no corría,
Ni peleaba,
Ni me subía a los árboles,
Solo leía; contemplaba.
Acepté sin mucha atención
Mis genitales impúberes,
Que servían para hacer pis.
Mi manera de ser me trajo problemas
Con los niños más androgénicos,
Que no me gustaban
Distintos de mí,
Ni yo les quería
Ni ellos me querían.
Pero yo, orgulloso,
Pretendía mandarles,
Aunque fracasaba,
Porque era torpe.
Uno me amenazó
Y tuve tal miedo
Que me duró semanas
Oscuras, de noche,
Con miedo a que de pronto
Me asaltara por la calle,
Hasta que el sol de la tarde
Me trajo una fantasía
De sumisión
Formada en un momento
Con ocho años.
Por primera vez tuve miedo de un varón
Y unas sensaciones afloraron, me dijeron:
“Sé su esclava”
Aunque terminado en o.
Un deseo arrollador.
Como un juego. Un placer.
Una alegría.
Pero no encontré a mi Dueño
Que quizá fuera el Demonio,
Porque todo consistía
En dejarme llevar
En no combatir
Y desde entonces me dejo llevar
Y no combato.
Pero entonces era incapaz
No lo sabía,
No emergía de mí ninguna fuerza
Aunque la hubiera en secreto
Ningún niño veía en mí
La fascinación de un varón,
La valentía,
Y  me quedé muy solo.
Ni un solo amigo.
Nunca sonó el teléfono.
Iba al cine del colegio yo solo
Y jugaba a solas.
A los diez años encontré lo subjetual
En casa de los abuelos
En el corredor de arriba
Cuando vi con asombro
Que yo era yo
La división mayor del mundo
Y con once descubrí que ansiaba
Uno en que poner todo mi sentimiento,
En que descansara mi corazón
Y no se dispersara;
Y desde entonces lo busco.
Luego, entre tormentos de desprecio,
Hacia mis compañeros,
Torpes y petulantes,
Gamberros y obsexuados,
rechacé la pubertad masculina
Porque me pareció muy fea,
Inapropiada para mí,
Que no me describía,
Que no me definía,
Que no quería que
Me contaran entre ellos.
Singular combate,
Rabia inagotable,
El genio de ser yo
Y de no saber serlo.
Una disforia genital,
Un rechazo de los genitales extraños,
Ajenos, no comprendidos,
No penetrativos,
Inútiles para mí.
Pero volvió la fantasía
Incitándome
A dejarme llevar
A no combatir,
La tentación de los varones
Fuertes o de los débiles,
Pensando otra vez
En la sumisión,
La degraduación
La feminización,
Las tres cosas juntas
Muy profundas,
Muy placenteras
Pero humillantes,
Muy objetuales,
Como un reloj
Mecánico
Mientras mi sentimiento lloraba,
Porque tampoco me quería
El varón número uno de mi vida
Al que yo más admiraba
Queriendo ser querida
Como lo eran las niñas,
Admirada,
Amada,
Deseada,
Cuidada,
Protegida,
Como puede serlo una mujer,
No vulgar como era yo, un muchachillo,
No menospreciado,
No gris,
No feo,
No condenado a amar
Sin ser amado.
Y esto ya no fue un placer risueño
Sino un anhelo desesperado
Porque yo no veía esperanza
Y desde entonces fui transexual,
De esta manera.
Yo sabía que no estaba bien.
Me sentía avergonzado.
Un tic deformaba mi labio
Superior, aún siento su amenaza.
Temí contagiarme de cualquier cosa,
Me sentí sucio a cada momento,
Necesitaba lavarme por cualquier cosa,
Era el dejarme llevar lo que sentía,
El sentimiento de no hacer lo que debía,
Aunque no sabía qué.
A los dieciocho años
En mi primer viaje independiente
Besé a una muchacha
aunque tenía vello moreno en la cara,
en el blanco y verde negro de la madrugada
y ya en mi cuarto miré con maravilla
mis labios que ya habían sido besados,
Pero me dejó a la mañana siguiente,
Aunque me enamoré llorando del amor
Y quise que fuera el sentido de mi vida.
A los dieciocho también
Quise amar a un muchacho
Como lo amaría una muchacha,
Que era guapo, alegre y seguro,
Y vivía lo que yo no vivía,
Con maravillosa libertad,
Como si fuera mi hermano mayor,
Y encima me quiso y me deseó
Y sus palabras eran tiernas y  afectuosas,
Brillando como el sol del mediodía,
Aunque en su cuerpo veía un gris crepuscular,
No la luz de la cocina por la mañana,
No lo deseaba, aunque sí su compañía,
Siempre he tenido nostalgia de tenerlo
A mi lado, a la vista del mar,
Riéndose y riéndome,
Con su punto de melancolía,
Lo más cercano al amor que he conocido,
Aunque todo pasó por correspondencia,
¿Por qué no puedo amar a las mujeres
Si me hipnotizan sus facciones suaves,
Sus ojos abandonados, perdidos, de vaca,
el movimiento gracioso de sus labios,
en los que no hay ni un asomo de fuerza,
entregadas, sin reacciones propias,
y bajo sus delgadas gargantas,
sus mínimos hombros,
sus brazos sin fuerzas,
Sus pechos blandos,  llenos,
Ofrecidos, inertes?
Pero sus manos pequeñas me irritan
Y en su vientre hay  una horrible caverna
Que se abre amenazante
Ante los hombres pequeños
Que la exploran sin hallar
Nada bello en ella.
Mujeres que me gustan
Pero que no dicen
nada a mi alma
que no quiere someteros
porque a ella le gusta
someterse como vosotras.
Los hombres tampoco puedo amarlos,
Uno por uno, estoy ciego ante ellos,
O no los miro
O si los veo me desagradan,
Reacciones masculinas,
Y no quiero tocarlos ni que me toquen,
Facciones  que parecen deformadas,
Agrandadas más allá de lo corriente,
Saturados de testosterona,
El olor a almizcle de sus cuerpos,
Intenso y crudo
Como la ropa de trabajo
sudada
(aunque una vez
El semen me olió a perfume
De flor de castaño
Embriagador,
Nocturno)
Y sus grandes dientes secos,
En los que no hay ternura,
A no ser que entre ellos, de repente,
Haya quienes entrecierren los ojos
Midiendo la distancia y sus fuerzas,
Temibles, pacientes y sudorosos.
Amenazadores, pistoleros, mortales,
Habituados a dar la muerte
Y a protegerme por mi debilidad.
En esos sí, me interesan sus facciones,
Percibo la lógica que une sus rasgos,
Sigo con curiosidad el espacio junto a sus labios,
O la forma de sus trazos,
El detalle de sus comisuras,
Las ventanas de su nariz,
Las arruguillas junto a sus ojos,
Y si me tomaran, simplemente me entregaría.
No sé si hay dejarse llevar
O la sabiduría de mi cuerpo.
Cuando  estoy muy cerca de un hombre,
De pronto se despierta mi sensibilidad,
Pasaría mis dedos entre el vello de sus brazos
O si pudiera entre el de sus pecho o de sus vientre,
El de su espalda, el de sus piernas
Y me daría miedo tocar el de sus ingles.
También miro con placer el vello de las piernas
Desnudas de los muchachos al calor del verano.
O  siento con placer que me hieran con su barba pinchuda
O que mi mejilla caiga en el blando nido de su barba crecida.
Siento todo lo propio de un varón primitivo.
Y siempre recordaré con ternura
Aquellos ojos que me vieron desnudarme,
Cuando mi cuerpo era juvenil y esbelto
Y sus brazos lo abrazaron con delicadeza,
Y me deshago de agradecimiento.
No tengo remedio.
Me dejo llevar,
Pero con fundamento.
¿Hay una mujer escondida en mí,
Más allá de mi conciencia de muchachillo,
De mi orgullo ingenuo
De mi genio
De mi ansia de fuerza
Quizá superficial?
¿Será esa la verdad acerca de mí,
Aunque haya habido poco amor?
¿Será ese mi deber de mujer?
¿Podré afrontar la muerte y el juicio
Sin temer al Demonio,
Cuando veo que hay en mí mucho placer
Y una ternura que no sé si llegaría
A sentir que las hierbas del campo
Con toda su pureza
Forman parte de un único deseo
Que incluye el agua fresca
Y limpia, la visión de las estrellas,
Cara a cara, entrando en ellas?                                                                                
Decenios. Vacíos.
Llegué al quirófano
Me emasculé
Y quedó un cuerpo perfecto,
Una ingle contenida,
Que yo puedo contemplar
Con sensación de descanso.
Y fui feliz doce años.
Hicimos nuestra familia.
Viajamos en el Murphy.
Compartimos nuestra casa.
Miramos la televisión.
Nos hicimos la comida.
Nos fuimos a la playa.
Me tumbé bajo la sombrilla.
Miré el zénit oscuro.
Vi de pronto asomar tu cara,
Sonriente y afectuosa,
Felicidad
No exenta de dudas como aquel lugar
Alto en que el azul
Se mezcla con lo negro.
Pero estuvimos con tus padres
Comiendo ensaladilla deliciosa
Hecha con el mejor vinagre,
Y con los tuyos,
En su casa nueva y limpia,
Y todo fue su cariño,
Sincero que me hizo reir
Con tu camisa colorada.
Quise a tu dulce hermanillo
Como si lo fuera mío.
Fuimos a casa de amigos
Nos sentamos ante la estufa
Y hablamos sin parar
Mientras entraban sus perros.
Una vida para siempre
Que terminó de repente,
Aunque pude refugiarme
En tu casa tan querida,
Y tuvimos cien comidas,
Disfrutando a mil amigos,
De cien mil conversaciones,
De salidas a los bares,
De vueltas de madrugada,
De amores en perspectiva,
Mi hermano mayor real,
Mucho más joven que yo.
Pero todo ha terminado.
Nada de lo que quise se ha hecho verdad.
Nadie ha tomado mi brazo con su mano.
Nadie me ha besado ni me ha hecho soñar
Con el blanco y el azul de una salina.
No me he despertado nunca entre las sábanas arrugadas
Mirando un cuerpo salado
Profundamente aromático,
Que me haya amado.
El sueño subjetual ha terminado.
Me importa esta tristeza, pero como no he tenido nada,
Puedo olvidarla, sobreponerme.
Como si no hubiera pasado nada, porque no ha pasado nada,
Puedo refugiarme en mi vida objetual,
Mi vida de muchachillo, hecho a estar solo
Y entretenerse
En una vida menor.
Me consuelo pensando en la Geografía,
Y en la Genealogía y tengo más amigos,
Que lo comparten, con quienes reímos,
Y conversamos estilizadamente,
Y el que es cantante y músico
Y me recoge en su auto
Y me ha acercado al mundo libre de los músicos,
Lo más parecido a los gays de los heteros
Y los amigos y las amigas
Que comparten mi condición
Y me oyen y me miran,
A veces consternados,
Dándome su cariño,
Yo ansiosa de cariño.
Cuando veo personas tan tiernas como lo fui yo,
Mirando su vida con miedo y esperanza,
Empezándola,
Jugando ese juego de la sumisión,
Me ahogo de dolor por lo que
Pudo ser y no fue.
Me pregunto, siempre,
Siempre me angustiaré,
Pensando si me dejé llevar
O eso era lo mío,
Si hubiera tenido que erguirme
Como un hombre,
Hipoandrogénico,
Más allá de mis fuerzas,
Construyendo unos sentimientos
Inimaginables,
En la pureza
De los cielos azules,
De aquel uniforme blanco
De guardiamarina
Que siempre he añorado,
Dando la preferencia
A esa autoridad
Sobre mis amores hipoandrogénicos,
Turbios, primitivos,
Imposibles,
Frente a un imposible
Alto.
Leo.
Tengo que darle importancia
Porque no soy yo quien lo ha escrito,
Sino personas no transexuales
Que miran objetualmente
Y hablan de un fascículo longitudinal
Y un fórceps minor
Y un tracto córticonoséqué
Que escaneando los cerebros de transexuales
De hombre a mujer
Tienen dimensiones intermedias
Entre el hombre y la mujer,
No son de hombre
Ni tampoco de mujer
(mientras que en los transexuales
De mujer a hombre
Son de hombre)
Este artículo parece describir
Minuciosamente lo que me pasa
Este hombre que veo asomar a veces
No del todo
Esta mujer que pide ser atendida
Otras veces
Mi parte de varón me pide no dejarme llevar
Sino crear  mi mundo,
Con total seguridad,
Combatir por lo que debo,
Aunque la brutalidad no me interesa,
Sino quizá  la belleza,
De la mano atada
De la hipoandrogenia
Que me hace ser yo
Entero
Vigores y debilidades
Heridas
Y posibilidades
Y la mujer que hay en mí
Me dice que eso está bien
Que ella se deja llevar
Por mí mismo
Por mi parte
Masculina
Que no se deja llevar,
Sabiendo que yo soy yo, en mis ojos desde dentro,
Grandes y oscuros y transparentes
Que anhelan la pureza
Y la ascensión,
Y ansío en la multiplicidad
Y la dispersión de mis sentimientos
el  Uno,
que está ciertamente en mí,
que me unifica,
que está en mí y  más allá de mí,
en mis ojos y detrás de mis ojos,
tan grande, tan magnífico,
el dueño de los océanos
y de los polvos de estrellas.

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