sábado, abril 28, 2012

Uno



Por Kim Pérez F.-Fígares



 I. LÓGICOMATEMATICISMO O MATERIALISMO

El axioma capital de nuestra cultura científica es que las Matemáticas organizan la Materia. También se puede decir que lo inteligible precede a lo sensible. Por eso, toda ciencia contemporánea tiende a avanzar en su matematización.

Estas afirmaciones corresponden a lo que filosóficamente se llama idealismo, pero la distancia práctica entre el pensamiento científico y el filosófico, hace que en éste y en la cultura general siga prevaleciendo el materialismo, que es la opinión de que lo sensible precede a lo inteligible, o que la Materia perecedera es anterior a la Inteligencia, que sería solo un epifenómeno suyo. Curiosamente, el pensamiento científico y el filosófico siguen caminos tan divergentes, que incluso muchos científicos, que no han profundizado en las cuestiones filosóficas, creen ser materialistas, por no poder entender los fundamentos metacientíficos de su propia ciencia.

La afirmación del carácter matemático de la realidad material fue hecha por Pitágoras, cuando descubrió el fundamento matemático de la música y de la armonía. Platón, respetando las Matemáticas (“No entre aquí quien no sepa Geometría”), trazó la diferencia entre el mundo inteligible y el mundo sensible, pero olvidó de hecho el decurso matemático. El siguiente postulado decisivo fue la hipótesis de Galileo sobre el carácter matemático de todas las realidades físicas, acompañado por las formulaciones astronómicas de Kepler y la física de Newton. Ya adquirida este certeza, hizo su camino científico, sin más interpretaciones filosóficas, llegando a Einstein, Planck y Heisenberg.

Las consecuencias del  discernimiento entre idealismo y materialismo en la vida diaria y en la concepción de la realidad son tan inmensas, que su memoria inspira esta recapitulación.

II. LA LÓGICA OBJETIVA PARA LOS HUMANOS SUBJETIVOS

La Lógica es inmutable mientras que la Materia es mutable. Esto quiere decir exactamente que las relaciones entre unas realidades y otras son inmutables, mientras que algunas de estas realidades, las materiales o físicas, se definen como tales porque cambian. Hay entre ellas una inmutabilidad intersticial, que contrasta con su propia mutabilidad.

Por eso, entre los humanos, el lenguaje de la Lógica es el único universal. Cuando la encontramos, tenemos que someternos a ella, nos guste o no nos guste, porque el castigo por desobedecerla puede ser mortal. Sin embargo, en la mente humana, en su subjetividad, el descubrimiento de la Lógica objetiva no está dado, sino que aparece fragmentariamente, lo que da lugar al error, al aprendizaje por el método de prueba-error-rectificación y a gran parte de las decisiones libres.

Sin embargo, la decisión de la obediencia a la Lógica, en la medida en que se descubre, es siempre libre entre los humanos. Puede verse y sin embargo dar lugar a un sentimiento de rebeldía, aunque se vea que será seguido por la autodestrucción.

La Lógica traza un orden  natural, el orden lógico, aunque sus formulaciones concretas sean casi siempre discutibles, por la dificultad humana para ver su objetividad.

Podemos trazar cadenas lógicas, en nuestro razonamiento subjetivo, que son siempre fragmentarias, y cuya validez como descripción de la realidad material depende de un “si” condicional inicial. Cuando esta condición no corresponde a la observación de la realidad, si la cadena es seguida con insistencia, puede dar lugar a tropiezos variados.

Una insistencia colectiva dogmática en determinadas cadenas que no se apliquen de hecho a la realidad observable puede generar tiranías y otras arbitrariedades.

La Lógica nos inspira en nuestra relación práctica con la Materia de una forma instintiva y espontánea en la conducta humana, aunque no conozcamos este concepto ni sus particularidades. Sin embargo, se observa a menudo una distancia entre nuestra lógica subjetiva fragmentaria y la Lógica objetiva.

Esta distancia o diferencia, a veces genera el hecho llamado error. Pero una observación más de cerca, puede revelarnos que esta distancia es insalvable, en sus formas más profundas.

Pongo como ejemplo una experiencia que todos hemos vivido, como estudiantes y algunos como profesores, las notas de clase. Es un asunto muy serio, que a veces puede decidir el porvenir de un alumno.

Están inspiradas en una necesidad de justicia. Podemos elegir definirla como los juriconsultos romanos, “suum cuique tribuere” (dar a cada cual lo suyo), lo que inicia una cadena lógica subjetiva.

Para hacer justicia, el profesor dispone de una gama de calificaciones. Empieza por un alumno. Para darle lo que fuere suyo, tendría que calificar por lo menos sus resultados, el esfuerzo y sus capacidades. Admitamos que, dada la imposibilidad de medir justamente estas dos variantes, el profesor se centra en los resultados.

¿Pero puede estar seguro de la exactamente justa idoneidad de su pregunta, para medir los resultados de este alumno, y de la exactamente justa cuantificación de su respuesta? No; trabaja con criterios aproximados, no exactos. No puede, exactamente, “suum cuique tribuere”. Tiene que dar una calificación aproximada, dando al alumno muy probablemente algo más o poco menos que lo suyo.

Pero existe una tensión hacia la justicia exacta. El alumno puede quedar descontento de su nota, en función de su propio juicio. El profesor puede quedar inseguro de la suya, que es en el fondo una decisión en unas condiciones de tiempo limitado y necesaria atención a otros alumnos. Una nota es, finalmente, una decisión aproximativa. Los romanos se consolaron de las dificultades prácticas del “suum cuique tribuere” con el axioma complementario de “summum ius, summa iniuria”. Hay una distancia entre lo justo en abstracto y lo justo práctico.

III. FORMAS MATEMÁTICAS Y FORMAS MATEMATICOIDALES

 Una parte de la Lógica son las Matemáticas, que tratan de las relaciones cuantitativas.

Las Matemáticas inspiran las formas materiales y en este sentido, rigen la Materia.

Más precisamente, las Matemáticas constituyen un modelo tan cercano a la Materia, que ésta puede ser estudiada matemáticamente.

Incluso, las deducciones matemáticas permiten formular hipótesis sobre la Materia que luego la investigación empírica debe comprobar.

Porque las Matemáticas no son iguales a la Materia, porque si lo fueran, la Materia sería inmutable, como lo son las relaciones matemáticas, y lo que define a la Materia es precisamente que es una realidad mutable.

Hay una distancia entre las Matemáticas y la Materia, que se unen sin embargo por una tensión incesante: la Materia tiende a las formas matemáticas sin llegar nunca a ellas y las Matemáticas inteligibles tienden a su vez a degradarse en formas materiales para poder existir físicamente.

Por todo eso, mientras las Matemáticas pueden ser estudiadas por la sola deducción, la Materia tiene que estudiarse necesariamente por deducción más inducción u observación.

En general, la presencia de las formas matematicoidales en la Materia, las relaciones tendenciales entre unas y otras, nos permiten resolver la pregunta por la situación de las Matemáticas, o dentro de la mente humana, o fuera de ella, en el sentido de que incluso cuando no existían las mentes humanas, ya las Matemáticas regían tendencialmente el Universo material.

Regir tendencialmente no es regir absolutamente. Si los seres materiales fuésemos seres matemáticos seríamos teoremas y careceríamos de individualidad. La individualidad o singularidad nace precisamente en esa  distancia con las formas que nos inspiran.

Esto se puede observar incluso en el proceso del pensamiento racional: empieza por la abstracción, o descubrimiento de los elementos comunes entre unos y otros seres, que se traduce en la formación de conceptos; pero cada abstracción de lo general, deja un residuo de lo particular; si pudiéramos llegar al límite de la generalización en el conocimiento de cada ser, siempre quedaría un residuo de singularidad; si fuera posible que todo éste fuera absorbido por la generalización, resultaría que todos los distintos seres fuéramos teoremas universales y nuestra diversidad sería solo aparente.

Sin embargo, la necesidad de la observación deriva de la constatación de la variedad de los seres, de la imprevisibilidad o accidentalidad de la realidad material, y de los mismos fallos de la deducción al aplicarse a seres materiales; es el criterio de la práctica el que nos impone, si queremos progresar en el conocimiento de la materia, el método inductivo-deductivo.


 La observación nos permite registrar esta tensión doble: mientras que la gravedad tiende a agrupar los átomos de los astros en formas esféricas, el dinamismo de éstos forma irregularidades que determinan la formación real de esferoides, que sin embargo siguen tendiendo a recuperar por la constancia de la gravedad la forma esférica.

Otro ejemplo material puede verse en el trabajo de las abejas, que tiende a optimizar la capacidad de los receptáculos en relación con la superficie de las paredes de su red, lo que les lleva a acercarse a formas hexagonales, aunque la naturaleza de la cera, y la misma economía del trabajo, los limita a formas hexagonoides sin embargo inspiradas tendencialmente por la forma hexagonal.

IV. NECESIDAD DEL UNO

Una experiencia de niñez me parece importante porque hace ver que ciertas nociones matemáticas no se aprenden sino que proceden de nuestra propia mente, de su equipamiento genético, y llegan cargadas de emociones.

Tenía yo quizá ocho años, y se me ha quedado tan grabada, que puedo restablecer dónde y cuándo sucedió. Estaba yo sentado en el suelo, en nuestro comedor y a un paso del despachillo de mi padre, jugando con un juguete nuevo, una tartanita con su mulo de lata, un carricoche, que no me gustaba demasiado, por lo que quizá me dio lugar a una reflexión sobre mis sentimientos hacia los juguetes.

Yo deseaba uno que absorbiese mi corazón, de tal manera que no tuviera que dispersarse en un juguete que podía amar unos momentos, para luego tener que pasar a otro, y luego a otro… esa dispersión que cansa tanto al corazón…porque el deseo latente era algo en lo que pudiera descansar mis sentimientos… Uno solo. En el momento siguiente, pensé que tendría que ser algo que valiese por todo o algo que contuviese a todo, pero esto me parecía confusamente una especie de argucia o condescendencia.

(En una edad superior esta reflexión podría haber sido la de una muchacha pensando en cómo debería ser una persona en la que poder poner todo su corazón, sin dispersarse ni cansarse entre unas y otras. Pero el objeto de mis sentimientos eran solo los juguetes)

También comprendía con toda claridad que ese objeto del sentimiento en el que poder descansar de cualquier otro, no podría encontrarlo nunca; pero me había quedado tan impresionado por tal intuición, que aun así, con una especie de obstinación, con algo de buen humor, divertido pero frustrado, durante dos semanas quizá estuve queriendo encontrar eso en lo que podría descansar desde entonces, sabiendo que no lo conseguiría.

Estaba desplegándose en ese momento por primera vez en mi mente la conciencia del Uno (dos cosas distintas: “conciencia de”, y “Uno”), y ahora lo entiendo como una de las formas fundamentales del pensamiento, algo que está en él sin haber llegado de ninguna parte, que forma parte primordial de nuestra vida mental. No se aprende; se desea; yo lo experimenté jugando; otros lo sienten en el sexo, en el deseo de fusión. Como la sexualidad, es uno de los a priori de nuestra mente; está en ella antes de pensarlo.

Tira con gran fuerza de nuestros razonamientos: lo sentimos cuando, después de pensar dispersamente en dos nociones distintas, deseamos encontrar una síntesis que las una; esta necesidad de síntesis es lo que late bajo la búsqueda de la Teoría Unificada de la Relatividad y la Física Cuántica, esperando que al hallarla podamos descansar; evidentemente, cuando la encontremos, no descansaremos y sin embargo nuestras mentes tiran en esta dirección. Esto, para mentes especulativas; otras ansiosas de poder, cuando vean a su alcance dos, no descansarán hasta unificarlo bajo su mano.

Por circunstancias personales quizá, yo también lo siento cuando lamento que la sexualidad humana esté escindida de hecho en dos formas arquetípicas, que tiran de casi todas las personas hacia ellas, para ser masculinas o femeninas; quisiera que existiera una forma arquetípica de “humano” unificada, pero no existe; siempre que pensamos en nuestras realidades corporales, tenemos que pensar en dos modelos; es una realidad natural binaria, y sin embargo, en nuestra imaginación, late el Uno, que es originariamente nobinario, y especialmente, como dije antes, en el deseo apasionado de la fusión de los distintos.

Pensar en el Uno supone enseguida pensar en el Dos, que también se puede formular como Varios o Muchos, es decir, Dispersión, si se piensa desde el Uno hacia el Dos, o Unificación, si se piensa desde el Dos hacia el Uno. Creo que el placer está en la Unificación y el displacer en la Dispersión.

El Uno empieza en nuestra subjetividad como experiencia en la que la conciencia percibe la existencia, única, asombrosa, luminosa. Enseguida, dialécticamente, admite la No-Existencia, el Vacío, oscuro, triste, temeroso, y entra en la Numeración, que por tanto es originariamente un sistema binario, lo que Es y lo que No Es.

El Uno y el Dos, lo que Es y lo que No Es, se encuentran en nuestro pensamiento, que a su vez depende de las capacidades de nuestro cerebro; existen en él como circuitos neuronales que a su vez siguen modelos matemáticos; son circuitos, como acabo de mostrar, vinculados no solo al entendimiento, sino al sentimiento hasta tal punto que florecen en el placer.

La realidad matemática puede considerarse como fundamento de la realidad física, al observar una y otra vez que las relaciones de la naturaleza adquieren formas cuasimatemáticas, que solo pueden ser comprendidas cuando nos salimos de su fisicidad y calculamos sobre ellas como si fueran puramente matemáticas. Sin conciencia de las matemáticas en que se basan, la gravedad une los átomos en formas esferoidales, pero nunca perfectamente esféricas, y las abejas trazan hexagonoides, nunca exactamente hexagonales.

Entonces, estoy diciendo que los circuitos del cerebro siguen  modelos matemáticos y que éstos a su vez forman una realidad inteligible como un teorema.

Por tanto, se deduce que las ideas de Uno y de Dos (o No-Uno) no están solo en nuestra materia cerebral sino en la realidad matemática que organiza su forma. Y tanto más cerca de esa realidad, cuanto que además son nociones matemáticas, números directamente. Si acepto que el Uno sea originario y que el Dos derive de él, estoy diciendo en otro idioma que la conciencia de Dios será un dato a priori de mi entendimiento y que Dios Ordenador será la Lógica matemática que organiza la materia.

El Uno es el centro objetivo de la conciencia humana, el fundamento de su orden y su organización. Organizamos lo que concebimos en torno a una síntesis en la que encontramos la armonía, la unidad de lo distinto, centro de los deseos de nuestra mente viva.

Las relaciones lógicomatemáticas simplemente son. Permanecen estables intemporalmente. Parecerían no tener que ver con sentimiento alguno. Sin embargo, la experiencia muestra que en la mente viva están asociadas al deseo y el placer y por tanto a los sentimientos, primero, cuando son descubiertas, segundo, cuando son seguidas en determinada dirección.

Cuando la mente viva comprende una relación lógicomatemática (simplemente, una igualdad entre dos realidades aparentemente distintas; ésa es la esencia del descubrimiento de cualquier enigma, hasta de un crucigrama) siente un placer menor o mayor correspondiente a la magnitud de la majestad de la verdad que se le revela. Este placer también tendrá una compleja estructura matemática.

Pero parece que los mayores placeres están unidos a la dirección de los límites matemáticos, concebidos como una cantidad que tiende infinitamente a otra, sin llegar a ella, pero llegando a estar infinitamente cerca de ella. Eso es lo que se siente en la fusión sexual de los cuerpos.

El deseo de la belleza humana es el de una forma que se acerca a su perfección. Es como si la mente humana, en cualquier situación en que se halle en un momento dado (matemáticamente definible en el futuro, y formulable en general como una situación de Dos, de No-Uno), tuviera como límite de su entendimiento el Uno, y experimentara un placer que puede llegar a ser insoportable en la medida en que se acerca a comprenderlo, descriptible empíricamente en términos de éxtasis.

Leo en Charles de Koninck y traduzco a mi lenguaje que el Bien verdaderamente común es único porque es la tendencia de toda la Materia a la Perfección a la que sin embargo no puede llegar sin dejar de ser Materia, trazando así una especie de aguja hacia un Vértice.

 Esta visión de la fuerza atraccional de una realidad inmaterial me permite contemplarla dinámicamente y no estáticamente a partir de la misma aspiración de mi ánimo hacia la perfecta inteligencia, el perfecto amor, la perfecta sensibilidad, de mi cuepo hacia la perfecta salud y la perfecta hermosura, antes de decaer y extinguirse cuando su turno se agota.
 V. UNIFICACIÓN Y DISPERSIÓN

También partiendo de una experiencia, mi mayor horror es el recuerdo de un estado de semiconsciencia, después de una situación de coma, en la que percibía una confusión tenebrosa, sin poder descansar en nada; de pronto distinguí un punto luminoso y pude aferrarme a él; enseguida resultó ser un rayo de sol que entraba entre una persiana bajada, en una habitación a oscuras.

Pienso que también hubiera podido aferrarme a la experiencia de ser yo, si hubiera sido la primera en aquel  momento  terrible. El rayo de sol, o la conciencia de ser yo, fue o hubiera sido, la conciencia de Uno entre las oleadas del caos.

En aquella experiencia subjetiva, mientras se reactivaba mi conciencia, la del Caos precedió a la del Ser; puede ser que en la Lógica objetiva que organiza la materia, el Uno de la Existencia genere y preceda al Dos de la Distinción, si bien el Caos del Cero puede preceder al Orden que también se puede llamar equívocamente Uno, pero la Lógica que incluye el Cero y el Uno, y dentro de éste, el Uno y el Dos,  precede a la Materia,  y la supervive.

La Historia de la Humanidad es la Historia de la Conciencia de la Realidad, que en mi experiencia del Caos y del Orden recapitulé mínimamente (como se dice, en Biología, que la ontogenia de cada ser individual recapitula la filogenia colectiva) De un estado de percepción desordenada, angustiosa, pasé a otro de percepción ordenada, tranquilizador.

En este sentido, la Historia de la Humanidad es la de los Arquetipos. En ellos se expresa su potencia y su experiencia, o su preparación y su realización. Por tanto, los Arquetipos no están  solo en la mente, sino que  preexisten como formas lógicomatemáticas que la mente humana va descubriendo.

Tengo que deducir de lo que he dicho que el primero es el del Uno, al que se llega por experiencias de poder, el que se tiene y el que se sufre, que se concentran en poderes o dioses, que llegan a un Dios Supremo y hasta Único, el Dios Uno, por orden, o como única realidad.

También se llega en términos genealógicos, a partir de mi madre o mi padre, por la madre de mi madre o el padre de mi padre, hasta llegar a la madre o el padre de mi tribu, y después, necesariamente por lógica, a la Primera Madre o el Primer Padre, que pueden ser entendidos como humanos o divinos.

Mayor capacidad de abstracción y simbolización se advierte en la representación del Uno por el Falo, que siguiendo a Jung y también a Lacan, puede representar, bajo una forma sexual, el Uno frente al Dos, el Ser frente al No Ser, el Orden frente al Desorden, la Potencia frente a la Debilidad, el Bien frente al Mal, hasta el punto de que en la semiconsciencia el cuerpo liso de la mujer se convierte a su vez en una representación del Falo como representación del Uno, y la aspiración a la emasculación transexual se convierte en una representación del cuerpo de la mujer como representación del Falo como representación del Uno.

Frente a la Organización representada por estos símbolos, la experiencia del ateísmo es la de la entrada en la Desorganización y la Dispersión, en ese Caos turbulento y sin sentido, finalmente angustioso, necesario como excurso lógico para conocer el No Ser, aunque luego necesite reasumir el Ser. Por eso, el ateísmo aparece culturalmente no como una afirmación, sino, desde su mismo nombre, como una tenaz negación que equivale a una puesta a prueba o desafío frente a todo orden y todo ser, lo que culminaría en la destrucción del cosmos y en la autodestrucción, si fuere posible.

 VI. LA LEY RACIONAL

Tradicionalmente se ha afirmado la existencia de un derecho natural, que habla desde el corazón de cada humano, y declara la justicia o injusticia de las leyes puestas por los humanos.

Esta descripción corresponde más exactamente a un derecho racional, puesto que la Razón o Lógica Universal u Objetiva habla desde la misma mente humana, que sin embargo no tiene más que un  acceso fragmentario, subjetivo, lo que hace inevitable y necesaria la discusión.

Un derecho racional, dada la condición insegura de la racionalidad subjetiva humana, está fuera de ella en la intemporalidad de su objetividad soberana, pero necesita nuestro consenso para ser respetado en la temporalidad de nuestra vida.

El contenido de este consenso podría empezar así:

=Dado que lo específico del hombre es la racionalidad consciente y gradual, será bueno todo lo que favorezca su mayor racionalidad y conciencia y malo lo que la dañe.

=Dado que esto se apoya en la condición de los humanos como seres vivos, será bueno todo lo que favorezca nuestra vida y malo lo que la dañe.

=Por tanto, para los seres humanos es necesario la alimentación, el abrigo, la educación, la libertad de expresión y de discusión. De  estas necesidades se deducen los correspondientes derechos.

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