El fundamento real de las actitudes trans (transvestistas, transgenéricas, transexuales) está en:
I. La naturaleza hipo- o hiperandrogénica de algunas personas XY o XX, que no puede expresarse en el código de género vigente, que sigue siendo rígidamente binarista. La rigidez del código favorece una solución rígida, en términos de binarismo transgenérico, aunque son posibles otras formas de expresión: ambigüedad, rompegenerismo, etcétera.
II. Y, o alternativamente, en la falta o debilidad de un proceso homoafectivo en la niñez y en la adolescencia (relación difícil o inexistente con el progenitor del mismo sexo o los compañeros) que impide una homoidentificación y favorece una identificación alternativa con el otro sexo.
En este segundo caso suele producirse una disforia de género o hasta una fobia hacia los propios genitales, como símbolo del conflicto vivido, que tiende a una solución quirúrgica, cuya eficacia suele ser estable, por la memoria del conflicto.
Será más estable todavía la propia afirmación como persona más o menos neutra, más o menos hipo- o hiperandrogénica, y la expresión del hipo- o hiperandrogenismo como tal, que ensancha por sí misma el código de género.
Estos fundamentos reales deben ser distinguidos de una formación paralela que los acompaña con frecuencia en las personas XY, consistente en un deseo de fusión con la “imagen de la mujer en el espejo” o autoginefilia.
Es una tendencia erótica de base heterosexual que se desarrolla como fantasía y puede llegar a generar una seudoidentidad, muy intensa por su fundamento erótico, pero precaria porque depende de la intensidad de la libido. Procede de causas muy variadas: débil homoafectividad y homoidentificación; frustración sexoafectiva; estrés ante la difícil afirmación masculina; simple fascinación en circunstancias de aislamiento.
Paradójicamente, su materialización mediante la hormonación o la cirugía hace decaer la intensidad de la libido que la mantiene, por lo que pierde fuerza como estímulo y provoca un estado de desconcierto y depresión, que sólo puede ser superado por la afirmación de la propia identidad, hipo- o hiperandrogénica, o bien disfórica.
Estas consideraciones me permiten saber lo que quiero hacer en adelante:
Afirmar la realidad de la naturaleza neutra y de formas de género neutro.
Distinguir los procesos de autoginefilia y alertar sobre sus contradicciones.
2 comentarios:
Hola Kim, creo estar de acuerdo con lo que dices en este escrito...pero siempre estoy en lo mismo...si la disforia de género de hombre a mujer, en algún caso proviene de no haber podido formar una identidad de genero con el que sa ha nacido fisicamente por una falta de identificación con el padre, lo que me interesa saber es cual es la solución psicológica o la que sea para que desaparezca este sentir o este creer o este ser.
Gracias Kim
Conozco historias que me hacen pensar que es verdad lo que dices, que por lo menos a veces la disforia puede venir de una falta de identificación con el padre, por ser el supremo modelo (por su valor afectivo) de masculinidad que hemos tenido. Si no puedes identificarte con tu padre, te falta un recurso muy importante para formar una identidad masculina estable.
En mi caso, sé que vino sobre todo de una falta de identificación con los compañeros de colegio, que eran muy distintos de mi. Y a medida que voy evolucionando, veo que me faltó el compañero que fuera como yo, que pudiera ser un amigo del corazón, y que si lo hubiera encontrado, quizá no fuera una persona disfórica
¿Es posible reconstruir en la edad madura las carencias afectivas de la niñez? Creo que sí, aunque es difícil. Yo estoy descubriendo ahora mi afecto y afinidad hacia los homosexuales, que son los varones más parecidos a lo que yo era, aunque yo no fuera homosexual. Por eso, para mí, la salida de mi disforia está siendo la conciencia de cierta intersexualidad, pues me gusta ser así y me produce cierta euforia serlo.
Kim
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