sábado, junio 02, 2007

De mi Diario (27 de mayo)



Anoche, recordaba con tenacidad mi identificación con el niño de “Capitanes intrépidos” y algunos otros recuerdos de mi niñez, como los indios que pintaba o mi sentido personal de la admiración de mi padre como aviador, concluía que mi identidad de género es masculina, pero recordé también que mi identidad de sexo no es masculina y eso es más profundo y sutil. Resumí con una fórmula, tengo identidad generomasculina, pero no genitomasculina.

Me doy cuenta de dos hechos nuevos: pese a mis dificultades de socialización, persistió mi identidad masculina; por eso, mi transexualidad no se debe a ellas. No debo echarle la culpa a nadie.

Y mi identificación con la mujer traduce el masoquismo de sumisión que ya afloró en mis ocho años, cuando ante el miedo a un compañero reaccioné formando la fantasía de que era un esclavo, pero con más intensidad y eficacia, porque era más sugestivo y más imaginable, pese a todo.

Esto significa que no me estimula directamente ser mujer, sino los temas de dependencia que me sugiere y que hago míos. Esta respuesta es una parafilia, que defino como "una solución simbólica a una angustia real, que produce placer porque es solución, y necesita repetirse una y otra vez porque es sólo simbólica".

Mi parafilia de identificación con la mujer es una respuesta subconsciente a un miedo o una angustia social, como la primera, la fantasía que tuve de que era un esclavo, es una tentativa de equilibrarlo y tranquilizarlo, y por tanto, las dificultades sociales no me desidentificaron sino que me parafilizaron.

Puede ser que la angustia procediera de una virilidad insuficiente, es decir, una hipoandrogenia, compatible con la identidad masculina de género, pero no con la identidad masculina de sexo.

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