Kim Pérez
Hay unas estatuas romanas maravillosas de Hermafrodita (o
Hermafroditus), a quien alguna representa sobre un lecho, lánguidamente, incluso
los brazos extendidos blandamente sobre su cabeza de cabellos largos bien
peinados, dejando ver sus suaves pechos y unos genitales masculinos.
Es una imagen hermosa. Representa la belleza que se puede
encontrar en Hermafroditus, la coherencia de su figura.
Siempre que veo alguna imagen parecida (por ejemplo, la de
la italiana Eva Robin, desnuda), me asombra su naturalidad.
Quizá porque todas las personas tengamos en nuestro
inconsciente la imagen de la mujer fálica, como algo natural, represente lo que
represente.
Y es la de alguien que, entre dos, representa el tres, o que
no es ni uno ni dos.
Yo estoy también en el caso de ser el tres, pero de otra
manera; mi mente es más bien ambigua, pero no he querido la genitalidad
masculina.
O sea que existimos mujeres fálicas y personas ambiguas no
fálicas…
Pero la cultura romana lo sabía y la nuestra sigue sin
saberlo. Para la nuestra, siguen existiendo hombres y mujeres y punto.
Nosotres mismes lo hemos interiorizado. En nuestro esquema
mental, siguen existiendo sólo hombres y mujeres: la consecuencia es que,
cuando algo en nuestra manera de ser no encaja con este esquema, nos sentimos
perdides (y encima en silencio, porque no nos atrevemos a decirlo), o
equivocades o culpables.
Estamos acostumbrades a pensar en la a o la o! Qué trabajo
nos cuesta aceptar la e, aunque es la que corresponde a nuestra naturaleza
profunda!
Hace unos días, vinieron a mi casa a traerme una lavadora;
uno de los instaladores, me llamó,
consideradamente, señora; pero en seguida dudó, y me preguntó “¿o señor?” Yo le
respondí, “señora, que mucho trabajo me ha costado”. Pero me parece que no se
quedó convencido, porque el uso lingüístico actual no es suficiente para
nosotres.
En cambio, si hubiera caído en lo que ahora estoy pensando,
le hubiera dicho “no soy ni señora ni señor” y él hubiera sentido que yo tocaba
la realidad. Le decía algo irrefutable,
correspondiente a lo que él podía pensar. A lo mejor hubiera insistido “¿entonces
cómo le llamo?” Y yo le hubiera respondido: “Entre los dos, prefiero que señora”.
Ésta es la cuestión de la belleza de Hermafroditus: no se
sabe si es de hombre o de mujer pero los romanos sabían que existía, y la representaron
con toda su delicadeza y su sensitividad.
La realidad es bella; sabemos que no tenemos palabras ni desinencias
apropiadas para representarla, pero no hay que cambiar la realidad, sino las
palabras.
1 comentario:
Sexo, números, combinatoria complementareidad e identidad. ¡Menudo jaleo! ¡y ahora no tanto, pero imagínese aquellas mitologías de centauros, sirenas... yo creo que los conceptos de physis, dinamis y potencia en Aristóteles pusieron un poco de realidad a aquel especular... imagínese imaginando a aquellas gentes, la sexualidad del hombre, la de la mujer, la del toro, la de la vaca, la del águila, la del..., y sus posibles combinaciones binarias, sus complementaciones, sus identidades..., ah qué anhelar el de aquellas gentes, y que impotencias o decepciones debieron sentir... A ver por qué Jorge Javier Vazquez no habla de estas cosas en sus programas..., ¿no? ¡imagine: el hermafroditismo de hombre y mujer, o el de el caballo y el gallo, o... si no la heterosexualidad de tales binomios, o la homosexualidad..., ¿¡estarían todas identidades sexuales barruntadas en base al fecundar-engendrar? Saludos.
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