He entrado en las grutas
penumbrosas de la ancianidad y me encuentro ahora lo extrañamente bueno: la
conciencia de la mortalidad.
(Cuando tenemos más tiempo por
delante, nos consideramos inmortales)
En mi caso, reforzada por la
conciencia de fragilidad: como tengo un angioma o cavernoma, una malformación
cerebral quizá congénita, puede ser que de pronto me produzca un derrame con
consecuencias de parálisis, o coma, o muerte…
Lo bueno de esto es que nos sitúa
mejor en la realidad humana.
A mí me da ganas de trabajar. He
llegado a un lugar y a lo mejor puedo llegar a otro.
¿En dónde estoy?
Lo más importante. Hace pocos años,
recibí un regalo consistente en dejarme ver una parte del mecanismo del mundo,
la de que mi voluntad puede querer lo que quiera, pero hay otra voluntad que me
llevará a donde ella quiera. Puedo enfurecerme o aceptarlo, pero esto es lo que
hay. Fue como si alguien me hiciera un juego de magia, o me gastase una broma.
Lo más curioso es que usó símbolos de mi transexualidad, un espejito en forma
de cajita redonda, unas medias, como si lo aceptara. Puede ser que le haga
estas bromas a todas las personas, a muchas quizá en el momento de su muerte.
Otra cosa. Hace veintidós años,
recibí otro regalo, esta vez humano, que me dio el punto de partida para
enterarme de mi genealogía, muy bien, con mucho detalle; pues pasado el tiempo,
he comprendido que su parte más interesante es mi modesta familia Pérez, de
Loja, sobrenombrada de los Farfanes, porque creo que fue judía y seguro
promasónica hasta 1874; y luego, católica y antimasónica, desde 1874. A mí me
ha tocado descubrir sus orígenes… Y todo esto tiene mucho sentido.
Como yo he sentido desde mi niñez
la pasión de la unidad (un juguete en el que poner todo mi corazón y no
dispersarme… un dios), todo esto me ha ayudado a declararme judía… y tengo que
ser antimasónica, porque lo masónico es el sistema, el capitalismo; yo tendré
que ser antisistema, pero creyente. Judía en lo importante: apasionada por un
único dios, ‘El o Eloah (luego Allah), no Ieoua (el de las cinco vocales)…
librepensadora… racionalista… crítica respecto a la Biblia, en la que hay
verdades y mentiras… despreocupada de ritos, ceremonias y festividades… y
seguidora de las enseñanzas de Yehoshua ha Natzrathi, Mélej ha Yahudim, en dos
puntos básicos: amar a ‘El sobre todas las cosas y al vecino como a mí misma.
En aplicación de esta segunda
enseñanza, estoy en contra de una cosa, y a favor de dos.
Estoy moralmente contra la
recomendación del aborto, de primeras, porque se aplica al niño y a la madre lo
de “no quieras para otro lo que no hubieras querido para ti”. Creo que cada
mujer, antes de tomar su decisión, debe pensar dónde está el bien y el mal, que
existen realmente, porque cualquier decisión es buena o mala, acertada o
errónea, y cuál bien es mayor que cuál mal. Esta decisión es independiente y
más importante que cualquier disposición legal, que por otra parte acaba por
dar derecho a vivir a ciertos niños y no a otros.
Más sobre quién debo querer como
a mí misma. Como he sufrido lo que he sufrido, en mi caso desde los siete años,
debo querer como a mí misma a las personas transexuales y en particular a las
menores de edad, que están más indefensas. Es una cuestión de identidad, nada
menos de qué eres, de cómo eres. “¿Tú lo sabes?”, dice mi amiga Merche; “yo lo
sé”.
Y de manera bastante parecida, a
las personas homosexuales. Me puedo figurar lo que sentirá un adolescente que
se da cuenta de que se enamora de su compañero y no de su compañera. Incluso
contra su voluntad. Y que todavía tiene que meterse en un armario, donde yo
estuve tantos años. Es una cuestión de amor, y quisiera que pudiera vivir ese
amor.
¿Y qué puedo hacer, en estas
cinco cosas, mientras tenga tiempo?
Pues hablar de ellas.
Esta noche, me desperté a las
cinco, me levanté, busqué algo para leer y entretenerme, la mano se me fue para
una revista sobre filosofía, me figuré que iba a ser importante, y así ha sido.
He sentido la necesidad de definirme, me he agobiado, pero he conseguido
escribir mi definición en este artículo.
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