Es verdad que soy una persona intersex en mi cerebro. Pero me he equivocado al considerarme como un hombre (sustantivo) feminizado (adjetivo), porque este pensamiento me entristece y me deprime, quizá porque no tenga que ver con mi vida, por lo que tengo que pensar la hipótesis de que sea una mujer (sustantivo) algo masculinizada (adjetivo), lo que enseguida me alegra y me da ganas de vivir.
Pensar esto, aunque sea mucho mejor, choca sin embargo con mis pensamientos habituales, porque mi consciencia parte de mi identidad primera que fue masculina hasta los siete años sin problemas y empezó a sentirse femenina con unos nueve.
Pero la lógica va más allá y me hace ver incluso una posible causa de esta realidad, aunque puede no serlo, ya que ésta sería muy particular mía, y la mayoría de las personas transexuales no han tenido en sus vidas nada parecido.
Pienso que la ingestión de Progynon por mi madre, para hacer posible mi gestación, aunque la detuvo en cuanto supo que me esperaba, tuvo un efecto depot que fue compatible con la androgenación del resto del cuerpo, pero impediría la androgenación de mi cerebro, que sería nula o casi nula durante los primeras semanas o meses, cuando se forman sus capas arcaicas. Por eso permanecería la feminidad básica de todos los humanos y yo sería mujer en esa parte fundamental del cerebro, que no es un órgano más, sino el centro de la vida humana; después, debió de atenuarse el efecto depot y vendría una androgenación que masculinizaría difusamente las capas más recientes de mi cerebro, responsables de mi consciencia y mi identidad, y por eso yo me siento masculina aunque no lo sea.
Como prueba en todo caso de esta hipótesis de unas capas arcaicas formadas sin andrógenos (por lo que sea) y unas capas modernas, más androgenizadas, pero no del todo (por lo que sea) veo que mi sexualidad básica está formada por un deseo de sumisión/protección por un varón, formado por la feminidad de las capas arcaicas de mi cerebro, tan primitivas que son casi animales. Por tanto, son impulsivas, casi inconscientes; este deseo afloró conscientemente por primera vez hacia mis cinco años (1946), avergonzándome por parecerme turbio, lo que recuerdo muy bien; después, con mucha intensidad, con ocho (1949), siendo reprimido también, y de nuevo con extraordinaria fuerza, durante mes y medio, de día y de noche, cuando ya tenía sesenta y nueve años, hacia el 15 de junio de 2010, lo que me permitió una estupefacta constancia crítica de mis reacciones.
Pero sé ahora que estos sentimientos de sumisión-humillación y protección-dominio han sido el centro inconsciente de toda mi sexualidad, la base de mis fantasías y mi afectividad, verdaderamente hetera de mujer hacia el varón, que hace que mi inclinación hacia la mujer no tenga su fundamento en los niveles profundos de mi personalidad, sólo en los superficiales, lo que le quita definición, intensidad y constancia, aparte de momentos de fuerte rechazo físico.
Estos sentimientos primitivos son compatibles con que la racionalidad de las capas superiores de mi cerebro me haga desconfiar de ellos y yo sea en la práctica, a nivel consciente, una persona bastante rebelde, muy independiente, sabiendo que “no me gusta mandar ni que me manden”, sobre todo cuando observo críticamente esta tendencia en mí, que sin embargo, existe. Las personas podemos no hacer caso de nuestros instintos.
Otra prueba de toda esta realidad es que yo le parezco más femenina a las otras personas que a mí misma. Ellos ven mi manera de ser en general, mientras que yo estoy limitada por ver sobre todo mi parte consciente, que es más masculina, aunque más superficial.
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