Es
verdad que yo soy hipoandrogénico.
O
yo que miro, veo que mi cuerpo
Es
hipoandrogénico
De
una persona XY,
Baja
en andrógenos,
Una
criatura
Cerebralmente
intermedia
Entre
el varón y la mujer
Mi
sexualidad
Es
hipoandrogénica,
Mi
vida
Es
hipoandrogénica,
Soy
tranquilo, conciliador
Quiero
gozar de la serenidad,
Aunque
sé que tengo genio,
Siempre
he tenido mucho genio,
Sé
que me hago respetar
Aunque
no quiero mandar,
Quiero
hacer ver lo que veo.
Yo
fui un muchachillo ambiguo
Y
lo soy todavía,
Aunque
muy distinto de las mujeres,
Un
varón tierno, después de todo.
Esta
fue mi identidad verdadera,
Conmovedora,
Pura,
La
que puede hacerme llorar
Al
recordarme;
Muchachillo
esbelto,
Delicado,
De
largos brazos
Y
largas manos,
De
largas piernas
Y
grandes pies,
De
ojos grandes, negros,
Cabello
con bucles negros,
Sobre
la frente.
“¡Qué
niño tan guapo;
Qué
lástima que no sea una niña!”,
Me
anunció aquel hada cincuentona y acertó:
Qué
lástima.
Porque
va a sufrir mucho.
Por
ser tan guapo,
Por
ser un niño,
Que
deberá combatir.
Me
recuerdo leyendo
Incesantemente
Por
una curiosidad por el mundo
Ávida,
inagotable,
Definida
poco a poco
Cartulina
y color
De
los libros de niñez
Tebeos
que leía y dibujaba
Libro
de geografía
Con
tapas de cartón coloreado
Novelas
de la Malasia,
O
del Océano Pacífico.
Un
interés objetual,
Masculino,
No
un interés subjetual,
Por
personas ni por amores
Por
la familia o por mí,
Femenino.
Pero
no corría,
Ni
peleaba,
Ni
me subía a los árboles,
Solo
leía; contemplaba.
Acepté
sin mucha atención
Mis
genitales impúberes,
Que
servían para hacer pis.
Mi
manera de ser me trajo problemas
Con
los niños más androgénicos,
Que
no me gustaban
Distintos
de mí,
Ni
yo les quería
Ni
ellos me querían.
Pero
yo, orgulloso,
Pretendía
mandarles,
Aunque
fracasaba,
Porque
era torpe.
Uno
me amenazó
Y
tuve tal miedo
Que
me duró semanas
Oscuras,
de noche,
Con
miedo a que de pronto
Me
asaltara por la calle,
Hasta
que el sol de la tarde
Me
trajo una fantasía
De
sumisión
Formada
en un momento
Con
ocho años.
Por
primera vez tuve miedo de un varón
Y
unas sensaciones afloraron, me dijeron:
“Sé
su esclava”
Aunque
terminado en o.
Un
deseo arrollador.
Como
un juego. Un placer.
Una
alegría.
Pero
no encontré a mi Dueño
Que
quizá fuera el Demonio,
Porque
todo consistía
En
dejarme llevar
En
no combatir
Y
desde entonces me dejo llevar
Y
no combato.
Pero
entonces era incapaz
No
lo sabía,
No
emergía de mí ninguna fuerza
Aunque
la hubiera en secreto
Ningún
niño veía en mí
La
fascinación de un varón,
La
valentía,
Y
me quedé muy solo.
Ni
un solo amigo.
Nunca
sonó el teléfono.
Iba
al cine del colegio yo solo
Y
jugaba a solas.
A
los diez años encontré lo subjetual
En
casa de los abuelos
En
el corredor de arriba
Cuando
vi con asombro
Que
yo era yo
La
división mayor del mundo
Y
con once descubrí que ansiaba
Uno
en que poner todo mi sentimiento,
En
que descansara mi corazón
Y
no se dispersara;
Y
desde entonces lo busco.
Luego,
entre tormentos de desprecio,
Hacia
mis compañeros,
Torpes
y petulantes,
Gamberros
y obsexuados,
rechacé
la pubertad masculina
Porque
me pareció muy fea,
Inapropiada
para mí,
Que
no me describía,
Que
no me definía,
Que
no quería que
Me
contaran entre ellos.
Singular
combate,
Rabia
inagotable,
El
genio de ser yo
Y
de no saber serlo.
Una
disforia genital,
Un
rechazo de los genitales extraños,
Ajenos,
no comprendidos,
No
penetrativos,
Inútiles
para mí.
Pero
volvió la fantasía
Incitándome
A
dejarme llevar
A
no combatir,
La
tentación de los varones
Fuertes
o de los débiles,
Pensando
otra vez
En
la sumisión,
La
degraduación
La
feminización,
Las
tres cosas juntas
Muy
profundas,
Muy
placenteras
Pero
humillantes,
Muy
objetuales,
Como
un reloj
Mecánico
Mientras
mi sentimiento lloraba,
Porque
tampoco me quería
El
varón número uno de mi vida
Al
que yo más admiraba
Queriendo
ser querida
Como
lo eran las niñas,
Admirada,
Amada,
Deseada,
Cuidada,
Protegida,
Como
puede serlo una mujer,
No
vulgar como era yo, un muchachillo,
No
menospreciado,
No
gris,
No
feo,
No
condenado a amar
Sin
ser amado.
Y
esto ya no fue un placer risueño
Sino
un anhelo desesperado
Porque
yo no veía esperanza
Y
desde entonces fui transexual,
De
esta manera.
Yo
sabía que no estaba bien.
Me
sentía avergonzado.
Un
tic deformaba mi labio
Superior,
aún siento su amenaza.
Temí
contagiarme de cualquier cosa,
Me
sentí sucio a cada momento,
Necesitaba
lavarme por cualquier cosa,
Era
el dejarme llevar lo que sentía,
El
sentimiento de no hacer lo que debía,
Aunque
no sabía qué.
A
los dieciocho años
En
mi primer viaje independiente
Besé
a una muchacha
aunque
tenía vello moreno en la cara,
en
el blanco y verde negro de la madrugada
y
ya en mi cuarto miré con maravilla
mis
labios que ya habían sido besados,
Pero
me dejó a la mañana siguiente,
Aunque
me enamoré llorando del amor
Y
quise que fuera el sentido de mi vida.
A
los dieciocho también
Quise
amar a un muchacho
Como
lo amaría una muchacha,
Que
era guapo, alegre y seguro,
Y
vivía lo que yo no vivía,
Con
maravillosa libertad,
Como
si fuera mi hermano mayor,
Y
encima me quiso y me deseó
Y
sus palabras eran tiernas y afectuosas,
Brillando
como el sol del mediodía,
Aunque
en su cuerpo veía un gris crepuscular,
No
la luz de la cocina por la mañana,
No
lo deseaba, aunque sí su compañía,
Siempre
he tenido nostalgia de tenerlo
A
mi lado, a la vista del mar,
Riéndose
y riéndome,
Con
su punto de melancolía,
Lo
más cercano al amor que he conocido,
Aunque
todo pasó por correspondencia,
¿Por
qué no puedo amar a las mujeres
Si
me hipnotizan sus facciones suaves,
Sus
ojos abandonados, perdidos, de vaca,
el
movimiento gracioso de sus labios,
en
los que no hay ni un asomo de fuerza,
entregadas,
sin reacciones propias,
y
bajo sus delgadas gargantas,
sus
mínimos hombros,
sus
brazos sin fuerzas,
Sus
pechos blandos, llenos,
Ofrecidos,
inertes?
Pero
sus manos pequeñas me irritan
Y
en su vientre hay una horrible caverna
Que
se abre amenazante
Ante
los hombres pequeños
Que
la exploran sin hallar
Nada
bello en ella.
Mujeres
que me gustan
Pero
que no dicen
nada
a mi alma
que
no quiere someteros
porque
a ella le gusta
someterse
como vosotras.
Los
hombres tampoco puedo amarlos,
Uno
por uno, estoy ciego ante ellos,
O
no los miro
O
si los veo me desagradan,
Reacciones
masculinas,
Y
no quiero tocarlos ni que me toquen,
Facciones
que parecen deformadas,
Agrandadas
más allá de lo corriente,
Saturados
de testosterona,
El
olor a almizcle de sus cuerpos,
Intenso
y crudo
Como
la ropa de trabajo
sudada
(aunque
una vez
El
semen me olió a perfume
De
flor de castaño
Embriagador,
Nocturno)
Y
sus grandes dientes secos,
En
los que no hay ternura,
A
no ser que entre ellos, de repente,
Haya
quienes entrecierren los ojos
Midiendo
la distancia y sus fuerzas,
Temibles,
pacientes y sudorosos.
Amenazadores,
pistoleros, mortales,
Habituados
a dar la muerte
Y
a protegerme por mi debilidad.
En
esos sí, me interesan sus facciones,
Percibo
la lógica que une sus rasgos,
Sigo
con curiosidad el espacio junto a sus labios,
O
la forma de sus trazos,
El
detalle de sus comisuras,
Las
ventanas de su nariz,
Las
arruguillas junto a sus ojos,
Y
si me tomaran, simplemente me entregaría.
No
sé si hay dejarse llevar
O
la sabiduría de mi cuerpo.
Cuando estoy muy cerca de un hombre,
De
pronto se despierta mi sensibilidad,
Pasaría
mis dedos entre el vello de sus brazos
O
si pudiera entre el de sus pecho o de sus vientre,
El
de su espalda, el de sus piernas
Y
me daría miedo tocar el de sus ingles.
También
miro con placer el vello de las piernas
Desnudas
de los muchachos al calor del verano.
O siento con placer que me hieran con su barba
pinchuda
O
que mi mejilla caiga en el blando nido de su barba crecida.
Siento
todo lo propio de un varón primitivo.
Y
siempre recordaré con ternura
Aquellos
ojos que me vieron desnudarme,
Cuando
mi cuerpo era juvenil y esbelto
Y
sus brazos lo abrazaron con delicadeza,
Y
me deshago de agradecimiento.
No
tengo remedio.
Me
dejo llevar,
Pero
con fundamento.
¿Hay
una mujer escondida en mí,
Más
allá de mi conciencia de muchachillo,
De
mi orgullo ingenuo
De
mi genio
De
mi ansia de fuerza
Quizá
superficial?
¿Será
esa la verdad acerca de mí,
Aunque
haya habido poco amor?
¿Será
ese mi deber de mujer?
¿Podré
afrontar la muerte y el juicio
Sin
temer al Demonio,
Cuando
veo que hay en mí mucho placer
Y
una ternura que no sé si llegaría
A
sentir que las hierbas del campo
Con
toda su pureza
Forman
parte de un único deseo
Que
incluye el agua fresca
Y
limpia, la visión de las estrellas,
Cara
a cara, entrando en ellas?
Decenios.
Vacíos.
Llegué
al quirófano
Me
emasculé
Y
quedó un cuerpo perfecto,
Una
ingle contenida,
Que
yo puedo contemplar
Con
sensación de descanso.
Y
fui feliz doce años.
Hicimos
nuestra familia.
Viajamos
en el Murphy.
Compartimos
nuestra casa.
Miramos
la televisión.
Nos
hicimos la comida.
Nos
fuimos a la playa.
Me
tumbé bajo la sombrilla.
Miré
el zénit oscuro.
Vi
de pronto asomar tu cara,
Sonriente
y afectuosa,
Felicidad
No
exenta de dudas como aquel lugar
Alto
en que el azul
Se
mezcla con lo negro.
Pero
estuvimos con tus padres
Comiendo
ensaladilla deliciosa
Hecha
con el mejor vinagre,
Y
con los tuyos,
En
su casa nueva y limpia,
Y
todo fue su cariño,
Sincero
que me hizo reir
Con
tu camisa colorada.
Quise
a tu dulce hermanillo
Como
si lo fuera mío.
Fuimos
a casa de amigos
Nos
sentamos ante la estufa
Y
hablamos sin parar
Mientras
entraban sus perros.
Una
vida para siempre
Que
terminó de repente,
Aunque
pude refugiarme
En
tu casa tan querida,
Y
tuvimos cien comidas,
Disfrutando
a mil amigos,
De
cien mil conversaciones,
De
salidas a los bares,
De
vueltas de madrugada,
De
amores en perspectiva,
Mi
hermano mayor real,
Mucho
más joven que yo.
Pero
todo ha terminado.
Nada
de lo que quise se ha hecho verdad.
Nadie
ha tomado mi brazo con su mano.
Nadie
me ha besado ni me ha hecho soñar
Con
el blanco y el azul de una salina.
No
me he despertado nunca entre las sábanas arrugadas
Mirando
un cuerpo salado
Profundamente
aromático,
Que
me haya amado.
El
sueño subjetual ha terminado.
Me
importa esta tristeza, pero como no he tenido nada,
Puedo
olvidarla, sobreponerme.
Como
si no hubiera pasado nada, porque no ha pasado nada,
Puedo
refugiarme en mi vida objetual,
Mi
vida de muchachillo, hecho a estar solo
Y
entretenerse
En
una vida menor.
Me
consuelo pensando en la Geografía,
Y
en la Genealogía y tengo más amigos,
Que
lo comparten, con quienes reímos,
Y
conversamos estilizadamente,
Y
el que es cantante y músico
Y
me recoge en su auto
Y
me ha acercado al mundo libre de los músicos,
Lo
más parecido a los gays de los heteros
Y
los amigos y las amigas
Que
comparten mi condición
Y
me oyen y me miran,
A
veces consternados,
Dándome
su cariño,
Yo
ansiosa de cariño.
Cuando
veo personas tan tiernas como lo fui yo,
Mirando
su vida con miedo y esperanza,
Empezándola,
Jugando
ese juego de la sumisión,
Me
ahogo de dolor por lo que
Pudo
ser y no fue.
Me
pregunto, siempre,
Siempre
me angustiaré,
Pensando
si me dejé llevar
O
eso era lo mío,
Si
hubiera tenido que erguirme
Como
un hombre,
Hipoandrogénico,
Más
allá de mis fuerzas,
Construyendo
unos sentimientos
Inimaginables,
En
la pureza
De
los cielos azules,
De
aquel uniforme blanco
De
guardiamarina
Que
siempre he añorado,
Dando
la preferencia
A
esa autoridad
Sobre
mis amores hipoandrogénicos,
Turbios,
primitivos,
Imposibles,
Frente
a un imposible
Alto.
Leo.
Tengo
que darle importancia
Porque
no soy yo quien lo ha escrito,
Sino
personas no transexuales
Que
miran objetualmente
Y
hablan de un fascículo longitudinal
Y
un fórceps minor
Y
un tracto córticonoséqué
Que
escaneando los cerebros de transexuales
De
hombre a mujer
Tienen
dimensiones intermedias
Entre
el hombre y la mujer,
No
son de hombre
Ni
tampoco de mujer
(mientras
que en los transexuales
De
mujer a hombre
Son
de hombre)
Este
artículo parece describir
Minuciosamente
lo que me pasa
Este
hombre que veo asomar a veces
No
del todo
Esta
mujer que pide ser atendida
Otras
veces
Mi
parte de varón me pide no dejarme llevar
Sino
crear mi mundo,
Con
total seguridad,
Combatir
por lo que debo,
Aunque
la brutalidad no me interesa,
Sino
quizá la belleza,
De
la mano atada
De
la hipoandrogenia
Que
me hace ser yo
Entero
Vigores
y debilidades
Heridas
Y
posibilidades
Y
la mujer que hay en mí
Me
dice que eso está bien
Que
ella se deja llevar
Por
mí mismo
Por
mi parte
Masculina
Que
no se deja llevar,
Sabiendo
que yo soy yo, en mis ojos desde dentro,
Grandes
y oscuros y transparentes
Que
anhelan la pureza
Y
la ascensión,
Y
ansío en la multiplicidad
Y
la dispersión de mis sentimientos
el
Uno,
que
está ciertamente en mí,
que
me unifica,
que
está en mí y más allá de mí,
en
mis ojos y detrás de mis ojos,
tan
grande, tan magnífico,
el
dueño de los océanos
y
de los polvos de estrellas.
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