Por Kim Pérez F.-Fígares
El axioma capital de nuestra
cultura científica es que las Matemáticas organizan la Materia. También se
puede decir que lo inteligible precede a lo sensible. Por eso, toda ciencia
contemporánea tiende a avanzar en su matematización.
Estas afirmaciones corresponden a
lo que filosóficamente se llama idealismo, pero la distancia práctica entre el
pensamiento científico y el filosófico, hace que en éste y en la cultura
general siga prevaleciendo el materialismo, que es la opinión de que lo
sensible precede a lo inteligible, o que la Materia perecedera es anterior a la
Inteligencia, que sería solo un epifenómeno suyo. Curiosamente, el pensamiento
científico y el filosófico siguen caminos tan divergentes, que incluso muchos
científicos, que no han profundizado en las cuestiones filosóficas, creen ser
materialistas, por no poder entender los fundamentos metacientíficos de su
propia ciencia.
La afirmación del carácter
matemático de la realidad material fue hecha por Pitágoras, cuando descubrió el
fundamento matemático de la música y de la armonía. Platón, respetando las
Matemáticas (“No entre aquí quien no sepa Geometría”), trazó la diferencia
entre el mundo inteligible y el mundo sensible, pero olvidó de hecho el decurso
matemático. El siguiente postulado decisivo fue la hipótesis de Galileo sobre
el carácter matemático de todas las realidades físicas, acompañado por las
formulaciones astronómicas de Kepler y la física de Newton. Ya adquirida este
certeza, hizo su camino científico, sin más interpretaciones filosóficas,
llegando a Einstein, Planck y Heisenberg.
Las consecuencias del discernimiento entre idealismo y materialismo
en la vida diaria y en la concepción de la realidad son tan inmensas, que su
memoria inspira esta recapitulación.
II. LA LÓGICA OBJETIVA PARA LOS
HUMANOS SUBJETIVOS
La Lógica es inmutable mientras
que la Materia es mutable. Esto quiere decir exactamente que las relaciones
entre unas realidades y otras son inmutables, mientras que algunas de estas
realidades, las materiales o físicas, se definen como tales porque cambian. Hay
entre ellas una inmutabilidad intersticial, que contrasta con su propia
mutabilidad.
Por eso, entre los humanos, el
lenguaje de la Lógica es el único universal. Cuando la encontramos, tenemos que
someternos a ella, nos guste o no nos guste, porque el castigo por
desobedecerla puede ser mortal. Sin embargo, en la mente humana, en su
subjetividad, el descubrimiento de la Lógica objetiva no está dado, sino que
aparece fragmentariamente, lo que da lugar al error, al aprendizaje por el
método de prueba-error-rectificación y a gran parte de las decisiones libres.
Sin embargo, la decisión de la
obediencia a la Lógica, en la medida en que se descubre, es siempre libre entre
los humanos. Puede verse y sin embargo dar lugar a un sentimiento de rebeldía,
aunque se vea que será seguido por la autodestrucción.
La Lógica traza un orden natural, el orden lógico, aunque sus
formulaciones concretas sean casi siempre discutibles, por la dificultad humana
para ver su objetividad.
Podemos trazar cadenas lógicas,
en nuestro razonamiento subjetivo, que son siempre fragmentarias, y cuya
validez como descripción de la realidad material depende de un “si” condicional
inicial. Cuando esta condición no corresponde a la observación de la realidad,
si la cadena es seguida con insistencia, puede dar lugar a tropiezos variados.
Una insistencia colectiva
dogmática en determinadas cadenas que no se apliquen de hecho a la realidad
observable puede generar tiranías y otras arbitrariedades.
La Lógica nos inspira en nuestra
relación práctica con la Materia de una forma instintiva y espontánea en la
conducta humana, aunque no conozcamos este concepto ni sus particularidades.
Sin embargo, se observa a menudo una distancia entre nuestra lógica subjetiva
fragmentaria y la Lógica objetiva.
Esta distancia o diferencia, a
veces genera el hecho llamado error. Pero una observación más de cerca, puede
revelarnos que esta distancia es insalvable, en sus formas más profundas.
Pongo como ejemplo una
experiencia que todos hemos vivido, como estudiantes y algunos como profesores,
las notas de clase. Es un asunto muy serio, que a veces puede decidir el
porvenir de un alumno.
Están inspiradas en una necesidad
de justicia. Podemos elegir definirla como los juriconsultos romanos, “suum
cuique tribuere” (dar a cada cual lo suyo), lo que inicia una cadena lógica
subjetiva.
Para hacer justicia, el profesor
dispone de una gama de calificaciones. Empieza por un alumno. Para darle lo que
fuere suyo, tendría que calificar por lo menos sus resultados, el esfuerzo y
sus capacidades. Admitamos que, dada la imposibilidad de medir justamente estas
dos variantes, el profesor se centra en los resultados.
¿Pero puede estar seguro de la
exactamente justa idoneidad de su pregunta, para medir los resultados de este
alumno, y de la exactamente justa cuantificación de su respuesta? No; trabaja
con criterios aproximados, no exactos. No puede, exactamente, “suum cuique
tribuere”. Tiene que dar una calificación aproximada, dando al alumno muy
probablemente algo más o poco menos que lo suyo.
Pero existe una tensión hacia la
justicia exacta. El alumno puede quedar descontento de su nota, en función de
su propio juicio. El profesor puede quedar inseguro de la suya, que es en el
fondo una decisión en unas condiciones de tiempo limitado y necesaria atención
a otros alumnos. Una nota es, finalmente, una decisión aproximativa. Los
romanos se consolaron de las dificultades prácticas del “suum cuique tribuere”
con el axioma complementario de “summum ius, summa iniuria”. Hay una distancia
entre lo justo en abstracto y lo justo práctico.
III. FORMAS MATEMÁTICAS Y FORMAS
MATEMATICOIDALES
Las Matemáticas inspiran las
formas materiales y en este sentido, rigen la Materia.
Más precisamente, las Matemáticas
constituyen un modelo tan cercano a la Materia, que ésta puede ser estudiada
matemáticamente.
Incluso, las deducciones
matemáticas permiten formular hipótesis sobre la Materia que luego la
investigación empírica debe comprobar.
Porque las Matemáticas no son iguales
a la Materia, porque si lo fueran, la Materia sería inmutable, como lo son las
relaciones matemáticas, y lo que define a la Materia es precisamente que es una
realidad mutable.
Hay una distancia entre las
Matemáticas y la Materia, que se unen sin embargo por una tensión incesante: la
Materia tiende a las formas matemáticas sin llegar nunca a ellas y las
Matemáticas inteligibles tienden a su vez a degradarse en formas materiales
para poder existir físicamente.
Por todo eso, mientras las
Matemáticas pueden ser estudiadas por la sola deducción, la Materia tiene que
estudiarse necesariamente por deducción más inducción u observación.
En general, la presencia de las
formas matematicoidales en la Materia, las relaciones tendenciales entre unas y
otras, nos permiten resolver la pregunta por la situación de las Matemáticas, o
dentro de la mente humana, o fuera de ella, en el sentido de que incluso cuando
no existían las mentes humanas, ya las Matemáticas regían tendencialmente el
Universo material.
Regir tendencialmente no es regir
absolutamente. Si los seres materiales fuésemos seres matemáticos seríamos
teoremas y careceríamos de individualidad. La individualidad o singularidad
nace precisamente en esa distancia con
las formas que nos inspiran.
Esto se puede observar incluso en
el proceso del pensamiento racional: empieza por la abstracción, o
descubrimiento de los elementos comunes entre unos y otros seres, que se
traduce en la formación de conceptos; pero cada abstracción de lo general, deja
un residuo de lo particular; si pudiéramos llegar al límite de la
generalización en el conocimiento de cada ser, siempre quedaría un residuo de
singularidad; si fuera posible que todo éste fuera absorbido por la
generalización, resultaría que todos los distintos seres fuéramos teoremas
universales y nuestra diversidad sería solo aparente.
Sin embargo, la necesidad de la observación deriva
de la constatación de la variedad de los seres, de la imprevisibilidad o
accidentalidad de la realidad material, y de los mismos fallos de la deducción
al aplicarse a seres materiales; es el criterio de la práctica el que nos
impone, si queremos progresar en el conocimiento de la materia, el método
inductivo-deductivo.
Otro ejemplo material puede verse
en el trabajo de las abejas, que tiende a optimizar la capacidad de los
receptáculos en relación con la superficie de las paredes de su red, lo que les
lleva a acercarse a formas hexagonales, aunque la naturaleza de la cera, y la
misma economía del trabajo, los limita a formas hexagonoides sin embargo
inspiradas tendencialmente por la forma hexagonal.
IV. NECESIDAD DEL UNO
Una experiencia de niñez me
parece importante porque hace ver que ciertas nociones matemáticas no se
aprenden sino que proceden de nuestra propia mente, de su equipamiento
genético, y llegan cargadas de emociones.
Tenía yo quizá ocho años, y se me
ha quedado tan grabada, que puedo restablecer dónde y cuándo sucedió. Estaba yo
sentado en el suelo, en nuestro comedor y a un paso del despachillo de mi
padre, jugando con un juguete nuevo, una tartanita con su mulo de lata, un
carricoche, que no me gustaba demasiado, por lo que quizá me dio lugar a una
reflexión sobre mis sentimientos hacia los juguetes.
Yo deseaba uno que absorbiese mi
corazón, de tal manera que no tuviera que dispersarse en un juguete que podía
amar unos momentos, para luego tener que pasar a otro, y luego a otro… esa
dispersión que cansa tanto al corazón…porque el deseo latente era algo en lo
que pudiera descansar mis sentimientos… Uno solo. En el momento siguiente,
pensé que tendría que ser algo que valiese por todo o algo que contuviese a
todo, pero esto me parecía confusamente una especie de argucia o
condescendencia.
(En una edad superior esta reflexión
podría haber sido la de una muchacha pensando en cómo debería ser una persona
en la que poder poner todo su corazón, sin dispersarse ni cansarse entre unas y
otras. Pero el objeto de mis sentimientos eran solo los juguetes)
También comprendía con toda
claridad que ese objeto del sentimiento en el que poder descansar de cualquier
otro, no podría encontrarlo nunca; pero me había quedado tan impresionado por
tal intuición, que aun así, con una especie de obstinación, con algo de buen
humor, divertido pero frustrado, durante dos semanas quizá estuve queriendo
encontrar eso en lo que podría descansar desde entonces, sabiendo que no lo
conseguiría.
Estaba desplegándose en ese
momento por primera vez en mi mente la conciencia del Uno (dos cosas distintas:
“conciencia de”, y “Uno”), y ahora lo entiendo como una de las formas
fundamentales del pensamiento, algo que está en él sin haber llegado de ninguna
parte, que forma parte primordial de nuestra vida mental. No se aprende; se
desea; yo lo experimenté jugando; otros lo sienten en el sexo, en el deseo de
fusión. Como la sexualidad, es uno de los a
priori de nuestra mente; está en ella antes de pensarlo.
Tira con gran fuerza de nuestros
razonamientos: lo sentimos cuando, después de pensar dispersamente en dos nociones
distintas, deseamos encontrar una síntesis que las una; esta necesidad de
síntesis es lo que late bajo la búsqueda de la Teoría Unificada de la
Relatividad y la Física Cuántica, esperando que al hallarla podamos descansar;
evidentemente, cuando la encontremos, no descansaremos y sin embargo nuestras
mentes tiran en esta dirección. Esto, para mentes especulativas; otras ansiosas
de poder, cuando vean a su alcance dos, no descansarán hasta unificarlo bajo su
mano.
Por circunstancias personales
quizá, yo también lo siento cuando lamento que la sexualidad humana esté
escindida de hecho en dos formas arquetípicas, que tiran de casi todas las
personas hacia ellas, para ser masculinas o femeninas; quisiera que existiera
una forma arquetípica de “humano” unificada, pero no existe; siempre que
pensamos en nuestras realidades corporales, tenemos que pensar en dos modelos;
es una realidad natural binaria, y sin embargo, en nuestra imaginación, late el
Uno, que es originariamente nobinario, y especialmente, como dije antes, en el deseo
apasionado de la fusión de los distintos.
Pensar en el Uno supone enseguida
pensar en el Dos, que también se puede formular como Varios o Muchos, es decir,
Dispersión, si se piensa desde el Uno hacia el Dos, o Unificación, si se piensa
desde el Dos hacia el Uno. Creo que el placer está en la Unificación y el
displacer en la Dispersión.
El Uno empieza en nuestra
subjetividad como experiencia en la que la conciencia percibe la existencia,
única, asombrosa, luminosa. Enseguida, dialécticamente, admite la
No-Existencia, el Vacío, oscuro, triste, temeroso, y entra en la Numeración,
que por tanto es originariamente un sistema binario, lo que Es y lo que No Es.
El Uno y el Dos, lo que Es y lo
que No Es, se encuentran en nuestro pensamiento, que a su vez depende de las
capacidades de nuestro cerebro; existen en él como circuitos neuronales que a
su vez siguen modelos matemáticos; son circuitos, como acabo de mostrar,
vinculados no solo al entendimiento, sino al sentimiento hasta tal punto que
florecen en el placer.
La realidad matemática puede
considerarse como fundamento de la realidad física, al observar una y otra vez
que las relaciones de la naturaleza adquieren formas cuasimatemáticas, que solo
pueden ser comprendidas cuando nos salimos de su fisicidad y calculamos sobre
ellas como si fueran puramente matemáticas. Sin conciencia de las matemáticas
en que se basan, la gravedad une los átomos en formas esferoidales, pero nunca
perfectamente esféricas, y las abejas trazan hexagonoides, nunca exactamente
hexagonales.
Entonces, estoy diciendo que los
circuitos del cerebro siguen modelos
matemáticos y que éstos a su vez forman una realidad inteligible como un
teorema.
Por tanto, se deduce que las
ideas de Uno y de Dos (o No-Uno) no están solo en nuestra materia cerebral sino
en la realidad matemática que organiza su forma. Y tanto más cerca de esa
realidad, cuanto que además son nociones matemáticas, números directamente. Si
acepto que el Uno sea originario y que el Dos derive de él, estoy diciendo en
otro idioma que la conciencia de Dios será un dato a priori de mi entendimiento
y que Dios Ordenador será la Lógica matemática que organiza la materia.
El Uno es el centro objetivo de
la conciencia humana, el fundamento de su orden y su organización. Organizamos
lo que concebimos en torno a una síntesis en la que encontramos la armonía, la
unidad de lo distinto, centro de los deseos de nuestra mente viva.
Las relaciones lógicomatemáticas
simplemente son. Permanecen estables intemporalmente. Parecerían no tener que
ver con sentimiento alguno. Sin embargo, la experiencia muestra que en la mente
viva están asociadas al deseo y el placer y por tanto a los sentimientos,
primero, cuando son descubiertas, segundo, cuando son seguidas en determinada
dirección.
Cuando la mente viva comprende
una relación lógicomatemática (simplemente, una igualdad entre dos realidades
aparentemente distintas; ésa es la esencia del descubrimiento de cualquier
enigma, hasta de un crucigrama) siente un placer menor o mayor correspondiente
a la magnitud de la majestad de la verdad que se le revela. Este placer también
tendrá una compleja estructura matemática.
Pero parece que los mayores
placeres están unidos a la dirección de los límites matemáticos, concebidos
como una cantidad que tiende infinitamente a otra, sin llegar a ella, pero
llegando a estar infinitamente cerca de ella. Eso es lo que se siente en la
fusión sexual de los cuerpos.
El deseo de la belleza humana es
el de una forma que se acerca a su perfección. Es como si la mente humana, en
cualquier situación en que se halle en un momento dado (matemáticamente
definible en el futuro, y formulable en general como una situación de Dos, de
No-Uno), tuviera como límite de su entendimiento el Uno, y experimentara un
placer que puede llegar a ser insoportable en la medida en que se acerca a
comprenderlo, descriptible empíricamente en términos de éxtasis.
Leo en Charles de Koninck y
traduzco a mi lenguaje que el Bien verdaderamente común es único porque es la
tendencia de toda la Materia a la Perfección a la que sin embargo no puede
llegar sin dejar de ser Materia, trazando así una especie de aguja hacia un Vértice.
Esta visión de la fuerza
atraccional de una realidad inmaterial me permite contemplarla dinámicamente y
no estáticamente a partir de la misma aspiración de mi ánimo hacia la perfecta
inteligencia, el perfecto amor, la perfecta sensibilidad, de mi cuepo hacia la
perfecta salud y la perfecta hermosura, antes de decaer y extinguirse cuando su
turno se agota.
V. UNIFICACIÓN Y DISPERSIÓN
También partiendo de una
experiencia, mi mayor horror es el recuerdo de un estado de semiconsciencia,
después de una situación de coma, en la que percibía una confusión tenebrosa,
sin poder descansar en nada; de pronto distinguí un punto luminoso y pude
aferrarme a él; enseguida resultó ser un rayo de sol que entraba entre una
persiana bajada, en una habitación a oscuras.
Pienso que también hubiera podido
aferrarme a la experiencia de ser yo, si hubiera sido la primera en aquel momento
terrible. El rayo de sol, o la conciencia de ser yo, fue o hubiera sido,
la conciencia de Uno entre las oleadas del caos.
En aquella experiencia subjetiva,
mientras se reactivaba mi conciencia, la del Caos precedió a la del Ser; puede
ser que en la Lógica objetiva que organiza la materia, el Uno de la Existencia
genere y preceda al Dos de la Distinción, si bien el Caos del Cero puede
preceder al Orden que también se puede llamar equívocamente Uno, pero la Lógica
que incluye el Cero y el Uno, y dentro de éste, el Uno y el Dos, precede a la Materia, y la supervive.
La Historia de la Humanidad es la
Historia de la Conciencia de la Realidad, que en mi experiencia del Caos y del
Orden recapitulé mínimamente (como se dice, en Biología, que la ontogenia de
cada ser individual recapitula la filogenia colectiva) De un estado de
percepción desordenada, angustiosa, pasé a otro de percepción ordenada,
tranquilizador.
En este sentido, la Historia de
la Humanidad es la de los Arquetipos. En ellos se expresa su potencia y su
experiencia, o su preparación y su realización. Por tanto, los Arquetipos no
están solo en la mente, sino que preexisten como formas lógicomatemáticas que
la mente humana va descubriendo.
Tengo que deducir de lo que he
dicho que el primero es el del Uno, al que se llega por experiencias de poder,
el que se tiene y el que se sufre, que se concentran en poderes o dioses, que
llegan a un Dios Supremo y hasta Único, el Dios Uno, por orden, o como única
realidad.
También se llega en términos
genealógicos, a partir de mi madre o mi padre, por la madre de mi madre o el
padre de mi padre, hasta llegar a la madre o el padre de mi tribu, y después,
necesariamente por lógica, a la Primera Madre o el Primer Padre, que pueden ser
entendidos como humanos o divinos.
Mayor capacidad de abstracción y
simbolización se advierte en la representación del Uno por el Falo, que siguiendo
a Jung y también a Lacan, puede representar, bajo una forma sexual, el Uno
frente al Dos, el Ser frente al No Ser, el Orden frente al Desorden, la
Potencia frente a la Debilidad, el Bien frente al Mal, hasta el punto de que en
la semiconsciencia el cuerpo liso de la mujer se convierte a su vez en una
representación del Falo como representación del Uno, y la aspiración a la
emasculación transexual se convierte en una representación del cuerpo de la
mujer como representación del Falo como representación del Uno.
Frente a la Organización
representada por estos símbolos, la experiencia del ateísmo es la de la entrada
en la Desorganización y la Dispersión, en ese Caos turbulento y sin sentido,
finalmente angustioso, necesario como excurso lógico para conocer el No Ser,
aunque luego necesite reasumir el Ser. Por eso, el ateísmo aparece
culturalmente no como una afirmación, sino, desde su mismo nombre, como una
tenaz negación que equivale a una puesta a prueba o desafío frente a todo orden
y todo ser, lo que culminaría en la destrucción del cosmos y en la
autodestrucción, si fuere posible.
Tradicionalmente se ha afirmado la
existencia de un derecho natural, que habla desde el corazón de cada humano, y
declara la justicia o injusticia de las leyes puestas por los humanos.
Esta descripción corresponde más
exactamente a un derecho racional, puesto que la Razón o Lógica Universal u
Objetiva habla desde la misma mente humana, que sin embargo no tiene más que
un acceso fragmentario, subjetivo, lo
que hace inevitable y necesaria la discusión.
Un derecho racional, dada la
condición insegura de la racionalidad subjetiva humana, está fuera de ella en
la intemporalidad de su objetividad soberana, pero necesita nuestro consenso
para ser respetado en la temporalidad de nuestra vida.
El contenido de este consenso
podría empezar así:
=Dado que lo específico del
hombre es la racionalidad consciente y gradual, será bueno todo lo que
favorezca su mayor racionalidad y conciencia y malo lo que la dañe.
=Dado que esto se apoya en la
condición de los humanos como seres vivos, será bueno todo lo que favorezca
nuestra vida y malo lo que la dañe.
=Por tanto, para los seres
humanos es necesario la alimentación, el abrigo, la educación, la libertad de
expresión y de discusión. De estas
necesidades se deducen los correspondientes derechos.
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