Kim Pérez
La hipótesis fundamental es que
no es la materia la que sostiene el pensamiento (materialismo), sino el
pensamiento el que sostiene la materia.
¡Bravo! Pensadlo un momento: cuando miro alrededor, estoy viendo un
pensamiento.
¡Matrix!
Bueno, esto está comprobado.
Pitágoras, Galileo, ya se dieron cuenta de que en todo hay matemáticas. Las
matemáticas son pensamiento. Están debajo de las apariencias. La ciencia
consiste en buscar las matemáticas de la realidad.
Aunque todo es más complejo:
porque la realidad física, natural, es que todo sigue como un proyecto
matemático, pero no llega a ser exactamente matemático. Hay un residuo real.
Por ejemplo: los elementos de la
materia tienden a reunirse en formas esféricas (matemáticas) porque hay un centro de gravedad; por eso, los astros
tienden a ser esferas; pero la realidad es que sólo tienden. Por ejemplo, la
Tierra es una esfera achatada por los polos. Y encima, su superficie tiene
arrugas: montañas, honduras, costas, todo irregular. La erosión tiende a allanarlas en forma
esférica, pero las montañas se siguen
levantando y siguen cayendo…
Las matemáticas son una tendencia,
pero no toda la realidad. Si la realidad fuera enteramente matemática, todos
los cuerpos serían exactamente iguales, no existirían singularidades como las
que llenan el mundo.
No existirían individualidades,
personalidades. Todos los humanos seríamos idénticos. Ni siquiera seríamos
materiales, porque los objetos materiales no pueden ser exactamente iguales (decir
la palabra exacto es decir mucho)…
Seríamos pensamientos puros, en un universo pensamiento puro, exacto,
matemático…
Pero a la vez, es real el
pensamiento que inspira esta realidad inexacta. Es como un proyecto: sobre el
papel, lo proyectado pueden ser paredes exactamente de cuatro metros. Al
construirlas, con ladrillos, cemento, revestimiento, pintura, etc, una es de 3m 994mm, otra de 4m 001 mm… Aproximadamente,
de cuatro metros. Esa pequeña diferencia la convierte en real.
Aunque también el
pensamiento o proyecto la hace real. Los
pensamientos son lo pensable, lo que tiene un orden, una regularidad, una
lógica. Nosotros vemos que lo pensable viene de alguien que piensa, nosotros,
en nuestro caso.
Pero si el Universo entero es pensable, aunque sea en parte, nosotros no lo hemos pensado. ¿Habrá alguien que lo haya pensado? ¿O será que el Universo se piensa a sí mismo como yo me pienso a mí misma?
Pero si el Universo entero es pensable, aunque sea en parte, nosotros no lo hemos pensado. ¿Habrá alguien que lo haya pensado? ¿O será que el Universo se piensa a sí mismo como yo me pienso a mí misma?
Aunque, si me paro un poco, yo no
me pienso a mí misma entera. Yo pienso mi pensamiento, no pienso mi materia. De
hecho, yo no sé lo que es mi bazo, ni lo que está haciendo mientras estoy
escribiendo. Es una parte de mí, pero no soy yo.
¿Quien piense el Universo sería
sólo una parte del Universo? ¿Y el resto, la singularidad, de dónde habría
venido? ¿Dos partes distintas?
La única respuesta que se me
ocurre es que todo lo que sea dos, tiene un uno antes. El razonamiento humano
quiere encontrar el uno que unifica todas las realidades, y a la vez es la base
de todas las diversidades.
Llamémosle la Realidad. Y
recordemos que está más allá de toda diversidad. Incluso, no se puede definir,
porque definir es poner límites, decir lo que algo es y lo que no es, una parte
de dos, yo y no yo, tú y no tú.
Y estamos hablando de lo que es
uno. Más allá de todo lo que es diverso, de todo lo que es disperso, de todo lo
que se puede definir.
¿Hay en el mundo generalidades,
aspectos comunes a una parte de los seres, hay singularidades, aspectos únicos
de cada ser que le hagan existir, ser distinto de cualquier otro? Si yo tengo
un perro, y lo quiero, y se muere, y llega a mi vida otro aparentemente igual,
no será el mismo, sino otro, otra vida.
Pues lo uno es lo uno, más allá
de todo. Distinto de todo y en la base de todo. No se puede ni imaginar, en
este mundo en donde ver, es distinguir, diferenciar.
Más allá en particular del bien y
del mal. El uno no es bueno ni malo, es otra cosa. ¿Qué es? No me lo puedo
imaginar.
Supongo que se parece, como los
misterios del Rosario, a los de Gloria, más allá de los de Gozo y de Dolor. Normalmente,
nuestra vida se divide en gozos y dolores. Pero si llegamos a ver la Gloria,
sabremos que está más allá de las alegrías y de las angustias, lo que más se le
parece, en la experiencia humana, es cuando una gran tristeza nos lleva a otra
dimensión, maravilosa, y reímos y lloramos a la vez.
¡Estar en la Gloria!
Está claro: si el uno está más
allá del bien y del mal, el bien y el mal, que son dos, vienen del uno. Dios y
el Demonio vienen de uno. Dios es un aspecto benéfico, el Demonio es un aspecto
maléfico, pero ambos aspectos vienen de uno sólo y distinto de ambos.
Démosle un nombre más: El uno es
la Realidad Absoluta, la Realidad sin distinciones.Todo lo que hay, todo lo que
existe. Lo que conocemos y lo que no conocemos. Lo que está más acá de las
distinciones y lo que haya más allá.
Los humanos nos encontramos, de
momento por lo menos, más acá de las distinciones. Yo soy yo, tú no eres yo,
estoy consciente o inconsciente, etcétera
Para nosotros sí hay un bien y un
mal, una distinción. El bien es lo que nos ayuda a existir, el mal lo que nos
daña. La ley de nuestra lógica nos dice que debemos buscar el bien y eludir el mal.
Hay para nosotros un bien. La
Realidad absoluta nos llama por el camino del bien, aunque ella misma esté más
allá del bien y del mal. Nos deja ir por el camino del mal, si queremos, pero
como es lo que nos daña, sufriremos.
El bien es por ejemplo el amor,
la ternura, la entrega. El mal es el odio, el egoísmo, la crueldad. Pero el uno
está al final de ambos. Por el bien, se sufre, pero se goza, serenamente. Por
el mal, se goza, pero se sufre, angustiosamente. La Gloria de la Realidad debe estar
al final.
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