Kim Pérez
En el siglo VIIIaC, un profeta, Hoshea,
clamaba así por los males en su tierra:
“No existe ni verdad
ni afecto,
ni conocimiento de los Dioses en
esta tierra
Perjuran
mienten
asesinan
roban
adulteran
violan
sangre y más sangre”
Este texto fue guardado en la
colección de sus oráculos, Oseas, 4, 1-2.
Me asombra que los males de su
tiempo se parezcan tanto a los males del nuestro. No es que haya sido siempre
así, ha habido tiempos en los que las sociedades han sido más apacibles, pero
el siglo VIIIaC es muy parecido moralmente a los siglos XX y XXI dC.
Se deduce que la definición de
una moral social no empieza pensándose en lo que debe ser, sino en lo que no
debe ser.
Cuando la visión de una situación
nos horroriza.
De hecho, estos diez versos, se
convierten en normas con sólo convertir la negación de los tres primeros en
afirmaciones y con poner la palabra “no” delante de los siete restantes.
“Existe verdad
afecto
y conocimiento de los Dioses en
esta tierra
No perjuran
No mienten
No asesinan
No roban
No adulteran
No violan
No hay sangre y más sangre”
Así, una sociedad enferma vuelve
a estar sana. Hermosa y alegre.
(Por eso, Frank Lothar Hossfeld ha llamado a
estos versos el Protodecálogo, o el Decálogo antes del Decálogo. La cita por la
que me ha llegado esta valoración es de José María Ábrego de Lacy)
Por eso, hay una Ley que
corresponde a intuiciones naturales
acerca de lo que está bien o mal. No nos gusta vivir en sociedades de la
primera clase. Deseamos vivir en sociedades como la segunda. En las primeras
nos encontramos en peligro para una existencia tranquila, para nuestra vida,
para nuestros seres queridos, para nuestros bienes. Estamos siempre
sobresaltados. En las segundas, podemos vivir establemente, pensar en otras
cosas que no son las de primera urgencia, disfrutar.
Cuando reflexionamos sobre esta
ley del bien y el mal, nos encontramos con que su origen se puede calificar por
tanto de puramente racional, lógico. Como los humanos somos racionales, y esto
forma parte de la racionalidad natural de la vida humana, podemos llamarla ley
racional. O también ley natural, si se tiene en cuenta que la irracionalidad de
la mentira, el abuso y la violencia nos daña incluso en nuestras vidas y
nuestra salud. Por eso, el nombre más completo es el de ley racional natural.
Podemos decir, como se suele decir, que “está escrita en los corazones humanos”,
porque todos los humanos tenemos, más o menos, la capacidad de razonamiento.
Y porque el Universo está hecho
con la lógica de las Matemáticas (Pitágoras, Galileo, confirmado por Newton, Einstein,
Planck y Heisenberg), tenemos que obedecer a la Lógica para movernos por él sin
estrellarnos. Por eso, porque la Lógica de la Materia es un pensamiento, es
pensable por los humanos, es como el proyecto de ingeniería con el que se ha
construido la Materia, parece preceder incluso en el tiempo a la misma Materia.
Por tanto, la Lógica es la Ley a
la que obedece la Materia y el lenguaje que comparten la Conciencia y la Materia. Por eso, esta
Ley ha sido llamada también la Ley de Dios.
Por lo que el problema para los
humanos es cuando no existe conocimiento de los Dioses en esta tierra. Un
conocimiento basado en la verdad y en el afecto.
Cualquier ordenamiento racional
de la vida social humana tiene que fundarse en esta Ley de la Lógica.
Es verdad que hay una distancia
entre esta Ley y las leyes humanas, porque éstas deben ser lógicas, ajustarse a
la Ley de la Lógica Natural, pero en las sociedades enfermas no lo hacen a
menudo; su conformidad o no conformidad con la Ley de la Lógica Natural las
legitima o las deslegitima.
La distancia entre la Ley de la
Lógica Natural y las leyes humanas se debe a la dificultad para el razonamiento
humano de descubrir la Lógica o Razón del Universo.
Esta dificultad nos ha llevado a
estudios que abarcan vidas enteras, en el transcurso de los siglos o los
milenios de la historia de las ideas o los conceptos.
Estamos expuestos al error, y en
qué grado! Por tanto, aunque lo que expongo, sea por lógica, lo que nuestra
lógica debe reconocer, no todos los humanos llegan a pensar así, con este
respeto a la Lógica.
Los errores lógicos pueden
sobrevenir cuando se rompe un eslabón en cualquier cadena lógica. Un solo
error, puede hacer que todo, a continuación, sea lógico, pero erróneo, cada vez
más alejado de la verdad de la realidad.
En general, se pueden descubrir
los errores por su ajuste con la realidad; mientras una afirmación ajuste con
la realidad y sirva para mejorarla, se estará en la verdad lógica; cuando haya
un desajuste con la realidad y éste sea cada vez mayor, se estará en el error.
La propensión humana al error; la
propia posibilidad de que quien esté en la verdad, caiga en un momento en el
error, hacen irrazonable cualquier idea de imponerse. Es más razonable la
discusión y el acuerdo voluntario. Este acuerdo se puede tomar por consenso
general o por un acuerdo de mayorías. Así se legitima la democracia.
Pero la democracia no legitima
sus leyes por el hecho de que sean democráticas, sino porque sean conformes con
la Lógica. Ella misma ha sido legitimada por la Lógica, como procedimiento de
debate y toma de decisiones, por lo que está sometida a la Lógica. Las leyes
que emanan de ella, pueden ser legítimas o ilegítimas, según sean de lógica
natural o no, según favorezcan la vida humana o no. Recordemos que Adolf Hitler
llegó al poder de manera democrática.
Esta distinción, en las leyes humanas,
entre lo legítimo y lo no legítimo, es lo propio de esta Ley Lógica Natural. No
contar con la soberanía de esta Ley Lógica Natural, lleva, por lógica, a decir
que las leyes humanas se legitiman por sí mismas, por el hecho de existir. Esta
actitud, llamada positivismo (“lo que está puesto”, “lo que está”), habría
legitimado las leyes nazis.
Por Ley Lógica Natural, estos
principios no deben imponerse, porque esto significa violencia, sangre y más
sangre. Pero es preciso hacer llamamientos a las conciencias, porque en ellas
reside la racionalidad humana, y un trabajo grandísimo y continuo, para
asentarlos en ellas, con el ansia de llegar a un mundo en el que se afirme y se niegue lo que
Hoshea veía como la realidad de su tiempo.