viernes, febrero 24, 2012

Antimanifiesto


Voy a dedicarme, desde estos últimos meses de mis 70 años, a adelgazar mi lógica para intentar la precognición de un futuro que creo que está ya ahí.
Los radicales que ahora gritamos estamos casi a punto de condena. Meto en esta palabra a las feministas, antisistema, libertarios, gaylesbitrans, vegetarianos, librepensadores... Yo, que no tengo casi nada en común con casi todos los otros, tengo que usar la primera persona del plural porque estoy metida de hoz y de coz en mi transexualidad y soy  librepensadora por naturaleza.
Somos plantas de invernadero, demasiado sutiles y frágiles, demasiado exquisitas y citadinas, demasiado matriarcales y rompedizas. El mundo real, el mundo de los hombres, patriarcal, es otra cosa.
Yo, en realidad, no tengo ni media bofetada. Las arriesgo de un momento a otro, e incluso que me aplasten la cabeza de un golpe de bate. La Gran Crisis, la Supercrisis que vivimos, lleva a un mundo duro y austero, severo, masculino, androgénico, acometedor, lógico, y arriesga acabar con nosotros.
La anterior Supercrisis, la de los años veinte, acabó con nosotros en Italia, Alemania y España y también en la Unión Soviética y la China Popular. Pero también en la América de los 40 a los 70, la de trajes, corbatas y sombreros y vestidos vaporosos. Solo en Francia quedó suficiente libertad y en el jazz. Yo perdí mi juventud en los 50, los 60 y los 70.
La actual Supercrisis prepara un mundo parecido, con adhesiones de masas asustadas. No digáis la palabra "primavera", que es peor. Las actuales primaveras se están desecando solas.
Porque ahora, además, se está preparando una marea mayor. La gran ola islamista está creciendo en la otra orilla del Mediterráneo, y si llega a saltar por encima de Sierra Nevada, entraremos en un mundo nuevo.
¿Habrá sitio en él para nosotros, los radicales? Repasad la lista. Para los gays, habría la horca. Las mujeres trans, como en Irán, a lo mejor nos escapábamos, en cuanto mujeres.
Pero cuando llegare este oleaje, aconsejo a todos los radicales que defiendan el sistema de Occidente, donde al menos existen las tradiciones de las que hemos surgido, en vez del de Oriente.
Mientras, no estaría de más que formáramos hermandades secretas. Y que confiáramos en el paso del tiempo. La anterior Supercrisis acabó. Y también terminará ésta.

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