Por Kim Pérez
=1.Pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido.
=2. Pensar tiene sentido, porque pensamos.
Estas dos afirmaciones se llaman postulado de consistencia.
El concepto de sentido se refiere a que la actividad de pensar dé resultados prácticos; supone que gasto mi energía de una manera conveniente para mí, porque me puede llevar a una situación mejor.
1 y 2 son dos afirmaciones distintas: 1 parece más práctica. Es lo que cualquier padre puede aconsejar a su hijo. 2, parece una inferencia teórica de la anterior, relativa a la consistencia general del pensamiento.
¿Pero 1 y 2 son suposiciones, hipótesis?
¿No se ha demostrado su validez en cualquier caso, no han sido confirmadas? Se puede afirmar que, de hecho, pensamos mientras podemos. No se puede afirmar que tenga sentido en todos los casos.
Esperamos que todo nuestro pensamiento sea consistente, coherente; esta frase es un caso particular de esta otra:
Esperamos una consistencia o coherencia universal.
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Nuestro pensamiento funciona de dos maneras:
=Mediante la abstracción, y
=Mediante la intuición.
La abstracción funciona extrayendo los elementos comunes de las realidades distintas, que llamamos conceptos, y descubriendo por tanto la primera relación entre ellas: que tienen elementos comunes.
Llamamos razonamiento al descubrimiento de las relaciones entre los conceptos; es un movimiento gradual, trabajoso y lento, aunque a veces puede resultar acelerado, de apariencia instantánea, por la familiaridad con los conceptos que se relacionan.
El razonamiento humano trata de descubrir el conjunto de todas las relaciones, la llamada Razón o Lógica, de la que las Matemáticas son la parte referida a las cantidades.
Puesto que la abstracción es la extracción de los elementos comunes, al abstraer queda un residuo inabstraíble que es la singularidad de cada realidad.
Todas las realidades son realmente seres singulares y ninguna equivale íntegramente a otra.
La singularidad no es accesible por tanto al razonamiento, sino a una forma anterior del pensamiento, que es la percepción intuitiva, que siente las realidades como conjunto, no analizadas, y las carga de afectos de atracción, deseo o repulsa.
Éste es el fundamento del arte y el amor o el odio.
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Se suele plantear esta pregunta: ¿La Razón, las Matemáticas, están dentro o fuera de la mente humana?
Por la gravedad, que lleva a las partículas a juntarse por igual en derredor de un centro, los astros forman esferoides.
Antes de que existiéramos los humanos, las abejas, para conseguir una red de celdas en la que los perímetros fueran los mínimos, consumiendo el mínimo de material y de trabajo, y los volúmenes los máximos, formaban hexagonoides.
Muchas flores, las hojas en torno a ciertos tallos, los nudillos de nuestros dedos, están en una proporción similar a la del que llamamos número áureo, antes de que supiéramos que existía.
Esto quiere decir que la Materia se organiza en formas parecidas a las formas matemáticas, no igualándolas porque éstas, al ser exactas, se pueden pensar pero no materializar. Por eso, queda entre las formas materiales y las matemáticas un residuo, que es la expresión material de lo inconceptuable o singular, que fundamenta a la vez su unicidad.
El hombre ha ido haciendo procesos de abstracción en los que va descubriendo, no inventando, las relaciones matemáticas que transparenta la Materia (de la Agrimensura se pasó a la Geometría) Al hacerlo, descubre a su vez otras relaciones matemáticas que pueden no estar en la Materia. La Materia es racionalmente inteligible y trasluce unas Matemáticas exactas que, sin embargo, no están en ella.
Son algo sólo pensable y por tanto pueden ser un pensamiento.
¿De quién?
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La Inteligencia que organiza la Materia opera en términos inmateriales y así es distinta de la Materia.
Por tanto, esta Materia no tiene que tener las atribuciones que pensamos que puede tener esa Inteligencia; no tiene que ser Absoluta, Perfecta, Gloriosa, Divina.
Esta Materia que vemos y de la que formamos parte es despiadada por tres razones:
=1. En ella se generan seres vivos, y sensibles, y conscientes, que pueden ser sujetos pasivos de acontecimientos externos a ellos.
=2. Los seres sensibles (animales) estamos concebidos de manera que nuestra existencia depende de que devoremos a otros seres vivos, lo que produce el dolor y el miedo como fenómenos neurológicos que acompañan a nuestra sensitividad.
=3. Además, los seres vivos estamos siempre expuestos a la destrucción, como se ha dado en las extinciones y podría darse con carácter general en cualquier momento (“fin del mundo”)
Esta Materia podría haberse organizado con arreglo a fundamentos que la hicieran paradisíaca para sus partes vivas, sensibles y conscientes. No se puede excluir que la Inteligencia haya organizado también cúmulos de Materia que tengan estas propiedades, apartados de éste.
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Los seres conscientes que ha generado esta Materia nos encontramos obligados a tomar decisiones conscientes sobre nuestras acciones.
Esto es una constatación empírica, cuya razón no sé explicar, aunque puede deberse bien a la limitación de nuestro razonamiento, incapaz de ver todas las relaciones o consecuencias de nuestros actos, bien a que seamos tan libres, que podríamos decidir sobre nuestros actos aunque supiéramos todas sus consecuencias buenas o malas.
En la toma obligada de nuestras decisiones, que nos fuerza a ser libres, podemos seguir o no un criterio general, que si optamos por él, puede ser nuestro antojo, nuestra intuición, nuestro razonamiento, obedecer un código preestablecido...
Empíricamente, sabemos que todos estos métodos pueden producir resultados buenos o malos. La medida del bien y el mal puede ser la consecución de fines deseables o la caída en los indeseables.
En todo caso, como los humanos no podemos dejar de razonar, y siempre juzgaremos nuestros resultados con arreglo a nuestro razonamiento (que se llama también juicio), es más directo establecer el siguiente criterio para la toma de decisiones:
=Lo bueno será decidir lo razonable.
=Lo malo será decidir lo irrazonable.
(Aunque resulte a veces muy difícil decidir por qué lo razonable y lo irrazonable lo son)
En todo caso, mediante la abstracción nuestro razonamiento se eleva hasta lo inmaterial, por lo que puede ser que consideremos que lo razonable sea tomar una decisión que nos sitúe en lo inmaterial, una de las que llamamos sacrificio o heroísmo.
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