Estoy dispuesta a conceder que es más importante pensar en el presente material que en una transcendencia de la que no sabemos nada; si al llegar, se abre un espacio indefinido, ya tendremos ocasión de conocer sus reglas.
Pero ante la derrota total de la materia por la muerte, es lógico que mos hagamos algunas reflexiones. Una de ellas, la extrañeza porque en un océano de inexistencia personal, ahora, en este momento, veo el mundo desde mí. Mi existencia como yo material es extraordinaria y sorprendente.
Otra reflexión es la evidencia de que junto a la materia, definida como realidad cambiante, existe algo que no cambia, como las relaciones lógicas que la estructuran, que por tanto puede ser no material. Entonces, la pregunta es: si hay algo no material, y por tanto no afectado por la muerte ¿seré yo no material?
La tercera es la sospecha de que el universo, como reloj de causas y efectos, no sigue una sola línea temporal de cambios, sino que parece obedecer a más de dos líneas, de manera que cada efecto corresponde al menos a dos series de causas simultáneas, de las que las de una son propias de los mecanismos del reloj, y las de otra parecen dar significado a esos mismos movimientos. Así se generan coincidencias, las sincronicidades signficativas de Jung, empíricamente observables.
La cuarta es la sed de unidad del alma humana, que traduce el ansia de coherencia de la realidad material que se observa, el esfuerzo continuo de hallar, tras el análisis de lo dado, síntesis o conclusiones.
Uniendo estas cuatro reflexiones, queda el postulado de un universo coherente en el que una consciencia inmaterial e inmutable contempla el objeto material y da un significado permanente a sus mutaciones.
Pero ante la derrota total de la materia por la muerte, es lógico que mos hagamos algunas reflexiones. Una de ellas, la extrañeza porque en un océano de inexistencia personal, ahora, en este momento, veo el mundo desde mí. Mi existencia como yo material es extraordinaria y sorprendente.
Otra reflexión es la evidencia de que junto a la materia, definida como realidad cambiante, existe algo que no cambia, como las relaciones lógicas que la estructuran, que por tanto puede ser no material. Entonces, la pregunta es: si hay algo no material, y por tanto no afectado por la muerte ¿seré yo no material?
La tercera es la sospecha de que el universo, como reloj de causas y efectos, no sigue una sola línea temporal de cambios, sino que parece obedecer a más de dos líneas, de manera que cada efecto corresponde al menos a dos series de causas simultáneas, de las que las de una son propias de los mecanismos del reloj, y las de otra parecen dar significado a esos mismos movimientos. Así se generan coincidencias, las sincronicidades signficativas de Jung, empíricamente observables.
La cuarta es la sed de unidad del alma humana, que traduce el ansia de coherencia de la realidad material que se observa, el esfuerzo continuo de hallar, tras el análisis de lo dado, síntesis o conclusiones.
Uniendo estas cuatro reflexiones, queda el postulado de un universo coherente en el que una consciencia inmaterial e inmutable contempla el objeto material y da un significado permanente a sus mutaciones.
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