viernes, diciembre 31, 2010

Presencia y Ausencia




Hasta el siglo XIX, Dios aparecía majestuoso, fuerte, terrible. Temor de Dios, real, después retórico: “Grande es Dios en el Sinaí”, Castelar en el Congreso de los Diputados. Una Presencia.

Avanza el estudio filológico e histórico de la Biblia, y en el siglo XX, incluso para los creyentes, todo se vuelve inseguro, dudoso, confuso, débil.

Hay un hueco infinito, una falta, una nostalgia, un clamor (nuestra Guerra Civil) Pero existe como Ausencia. Los hombres se dividen entre quienes saben que sienten el vacío y quienes viven como si no lo sintieran, y por eso zahieren e incluso persiguen a los que aceptan que lo sienten.


Todo estaría permitido si no hubiera Dios (Dostoievski) Pero quienes sentimos su Ausencia nos vemos invitados a actuar como si estuviera presente, por la fuerza de este Vacío que es la forma de Dios en el siglo XXI.

La Biblia era un Código y se convierte en un dato.

miércoles, diciembre 29, 2010

Mayor precisión gracias a la Biología





(Debo a ni amiga la Dra. Amalia Jiménez, de Granada, la incitación a leer sobre la biología de la diferenciación sexual, y a un texto muy claro del Dr. Rafael Rico García-Rojas, de la Universidad de México, algunas de las nociones que me han valido para fundamentar esta entrada)


La diferenciación sexual entre lo masculino y lo femenino sucede a partir de un embrión aparentemente indiferenciado, dotado al mismo tiempo de estructuras de Muller y estructuras de Wolff, que en el futuro serán propias de mujeres y varones respectivamente.

Sin embargo, el embrión está diferenciado en un nivel más profundo por los grupos de cromosomas XX, XY y otros más, y sobre todo, por una realidad binaria, la presencia o ausencia del gen SRY en la mayoría de los cromosomas Y, mas no en todos.

Cuando existe el gen SRY, a partir de la octava semana de la gestación, se sintetiza testosterona embrionaria y luego dihidrotestosterona que masculinizan al feto.

Si no existe ese gen SRY ni por tanto testosterona, el embrión se feminiza.

Quiero llamar la atención sobre el hecho de que esta formación de testosterona y dihidrotesterona es un flujo y, como tal, sujeto a un más o menos, y por tanto a una mayor o menor masculinización del feto, que origina una mayor o menor diferenciación, que en los grados menores, y también de forma graduada, puede llamarse intersexualidad.

Éste es el espacio en el que se crea un conjunto difuso de sexo, caracterizado por un más o menos. Mientras que la presencia o ausencia del gen SRY es binaria (sí o no), la diferenciación es no-binaria (más o menos)

Al considerarse la socialización ulterior y la conducta de los seres que somos, más o menos diferenciados, encontramos dos planos, que son la sexualidad, o conducta directamente asociada al sexo, y el género, o conducta culturalmente asociada al sexo, que pueden estar también más o menos diferenciados.

Seguimos por tanto en el ámbito del más o menos y por tanto de los conjuntos difusos o del no-binarismo de sexo-sexualidad-género.

Es verdad que, en esta conducta o actuación de las potencialidades sexuadas, volvemos a encontrar una realidad binaria al considerar la fertilidad. La mayoría de los seres sexuados son fértiles, pero hay una minoría de infértiles.

Se trata de nuevo de un “sí o no”, un binario. Pero la fertilidad no es un atributo necesario de todos los individuos de una especie –considérese el caso extremo de las abejas, una sola hembra fértil en cada comunidad acompañada por una gran mayoría de hembras infértiles y algunos machos fértiles. Por tanto, de los individuos infértiles pueden esperarse contribuciones a la especie distintas de las de su reproducción individual.

Las personas transexuales somos potencialmente fértiles y muchas procrean hijos, aunque parece ser que la transexualidad procede de una intersexualidad cerebral que no se manifiesta directamente en los genitales.

En algunos casos, se observa una tendencia a la incompatibilidad emocional entre cerebro y genitales; en otros, la intersexualidad cerebral tiene efectos en la identidad, la sexualidad o la conducta de género, sin afectar a los genitales. En todos ellos, se registra un “más o menos”, un conjunto difuso de la transexualidad que deja margen para la adaptación, para la transacción e incluso para la procreación.

domingo, diciembre 26, 2010

Transexualidad no-binaria




El binarismo es la creencia ideológica de que hay hombres y mujeres. "¡Y yastá!". Sabemos que la realidad es más variada. El binarismo la acepta a regañadientes, pero censura, patologiza, descalifica a todos los que estamos en sitios más o menos intermedios.

En términos binaristas, cuando no estabas a gusto al lado de los hombres, no te quedaba más que pasar al lado de las mujeres. Un barranco metafísico por medio. Un abismo de no ser, entre un ser dividido en dos.

Aun así, nosotras nos atrevimos a saltar ese foso. Por eso, fuimos llamadas trans-sexuales. De un llano al otro, barranco por medio.

Pero no comprendíamos que, por debajo de nuestras suposiciones, la realidad era no-binaria.

Ahora la vemos, vemos que hemos estado siempre en ella. Vemos que no hay conjuntos cerrados de hombres y mujeres, sino conjuntos difusos, de personas que son más o menos hombres, o más o menos mujeres.

Incluso hay conjuntos de personas que asumen que son más o menos intersexuales o más o menos transexuales...

Y para los homosexuales, lo mismo. Mucha gente es más o menos homosexual, más o menos hetera. Es decir, la mayoría son más o menos bisexuales.

Por tanto, las cosas cambian para la transexualidad.

Si se piensa que otra cosa es demasiado griálica, demasiado utópica, ya no es preciso saltar del todo al otro lado. Nos podemos quedar en alguna de las amplias llanuras intermedias que hay donde antiguamente se veía un imaginario barranco.

Entrando en ella, se puede hacer quirúrgicamente o no quirúrgicamente, hormonalmente o no hormonalmente, con un cambio de género espectacular, o con un cambio de género moderado, según lo que cada cual comprenda de sí y de lo que puede y lo que no puede.

Nos encontramos con una transexualidad mucho más relajada, de muchas formas. Pero antes, el binarismo, nos hacía pensar que hubiera una "transexualidad verdadera" y temer que la nuestra fuera errónea; un "sí o no", esencia del binarismo. Ahora sabemos que la transexualidad es cuestión de un "más o menos", fórmula del no-binarismo donde cada cual se encuentra donde está; dicho de otra manera, donde quiere estar.

Porque no-binaristamente, la transexualidad se puede definir como una intersexualidad cerebral que se expresa en términos hormonales, quirúrgicos o de género.

martes, diciembre 21, 2010

Mi historia en estado de revista




Con unos doce años, me emocionó leer una novela sobre unos guardiamarinas británicos que en el siglo XIX hacían un viaje en un gran bergantín por los mares del Sur.

Eran muchachillos muy disciplinados, ingenuos, buenos, nobles, buenos compañeros (me imagino, ya no me acuerdo bien), que llevaban uniformes inmaculadamente blancos que correspondían a su manera de ser.

Por eso lloré mucho, leyendo aquella historia y pensando que yo no podría ser uno de ellos.

Un año después llegó mi pubertad y no pude aceptar lo que significaba ser varón.

Viviendo en un medio binarista sin fisuras, en 1954, si yo no quería ser varón, no podía ser más que mujer.

Aquella perspectiva me atrapó. Era fascinante, superponer sobre mi figura una figura de mujer. Sería bella, querida, admirada, respetada (era un iluso de trece años)

Era tan fuerte, que durante años y años estuve persiguiendo aquel sueño.

Sin embargo, algo no encajaba y periódicamente me desengañaba de él, pasando a vivir una temporada en un estado de frialdad, impersonalidad y sentido del deber. Luego volvía la fase transexual, ardiente, apasionada, vital, loca...

De todas formas, cuando vi que esas vacilaciones se repetían en un ciclo, no pude decidirme a hacer ninguna transición, temiendo que volviera el desengaño. Incluso decidí, con treinta y dos años, renunciar del todo a mis sentimientos, que no me llevaban a ninguna parte.

Hasta que, al cabo de muchos años, el estado de ansiedad, casi frenesí y casi locura en el que llegué a encontrarme, me hizo decidirme y hacer la transición, en lo que acerté, pues a partir de entonces me estabilicé y hallé primero un estado de felicidad gracias a mis amigos, y luego un estado de bienestar en el fondo permanente.

Cuando me operé, de manera privada, pues no existía entonces la atención pública, me hubiera gustado decirle al cirujano que se limitara a quitar los genitales masculinos, que no me hacía falta que hiciera los femeninos, pero desistí, para que no fuera a denegarme la operación suponiendo que estaba trastornada.

Durante todos estos años, en tono menor, han reaparecido las antiguas vacilaciones, con el pensamiento de que yo no soy exactamente una mujer, aunque el haber dejado de ser varón las compensaba.

Sin embargo, gradualmente, fui tomando conciencia de la realidad del no-binarismo de género. Ya el año 2000 empecé a ver que lo de ser mujer, era ser "más o menos" mujer, lo que
me dejaba bastante campo para entenderme. Despertar fue lento y trabajoso, pero en 2009 ya estaba despierta del todo, aunque un poco desnuda, recordando mi antiguo entendimiento de mí mismo como distinto de los varones, como ambiguo, es la palabra exacta, un sentimiento ingenuo, inocente y limpio, de mis once o mis doce años, que ahora estoy dispuesta a mantener precisamente por la realidad de su inocencia, que puede acercarme a las lágrimas.

Resulta entonces que, en efecto, yo no podía y no quería ser varón, como lo eran todos los que me rodeaban, pero que eso no significaba que tuviera que ser mujer.

Podía ser ambiguo, o intersexual, ahora lo sé. Lo que era, lo que siempre he sido. Un ángel sin sexo, pero enérgico, decidido, San Miguel con la espada en la mano. Un guardiamarina con uniforme inmaculado.

Tenía que aprender a ser yo mismo. Como me dice mi amigo Pablo Vergara, he acabado por transitar de VaI, de varón a intersexual. Lo he aprendido del no-binarismo de género o, en términos positivos, de la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero. No hay sólo hombres y mujeres; también estamos los intersexuales. No hay sólo heteros; también hay los homos; y los bisexuales... Existimos, tenemos derecho a existir.

lunes, diciembre 20, 2010

Abajo el Test de la Vida Irreal



La lucha contra el Test de la Vida Irreal se convierte en la expresión concretísima y máxima de la lucha por la Autonomía Trans.

Cuando se consiga (porque es imparable, lo conseguiremos) será fruto de la lucha de las personas transexuales que combaten por su Vida Real.

No hay fórmulas prefijadas de género; no hay formas que pueda juzgar un profesional para la expresión de género de otra persona.

Sólo cada cual, en cualquier caso, en cualquier circunstancia, puede decidir su expresión de género, si ponerse ropa unisex o definida, falda o pantalón, maquillarse o no, o cómo maquillarse, atendiendo a lo que mejor le siente, lo que mejor sirva a sus intereses; imponerle otra cosa es sexista, que un extraño defina cómo debe vestir otra persona es alucinante.

Lo denunciamos ante el Movimiento Feminista, lo denunciamos ante las Unidades de Género para que tomen conciencia con espanto de lo que están haciendo, lo denunciaremos ante los organismos gubernamentales de Igualdad, lo denunciaremos ante los tribunales nacionales e internacionales.

¡Ganaremos!

¡El Test de la Vida Irreal humilla a personas reales!

domingo, diciembre 19, 2010

Ejecuciones de hipotecas

Publicado en mi blog http://econuestra.blogspot.com el 27 de octubre de 2010


El diario "Ideal" de Granada dice hoy que tres familias granadinas pierden sus casas cada día por razón de sus hipotecas.

Si multiplicamos por 50 (es práctico y suele funcionar), en España serán 150 familias al día.

600 personas... 3000 cada cinco días, los laborables de una semana... unas 12.000 al mes... 144.000 al año... Los padres, los hijos que aprenden desde pequeños lo que es un desahucio, los abuelos que vivieran con ellos...

Ésta es una de las consecuencias más dolorosas de la crisis. ¡Perder la casa!

En su columna, Melchor Sáiz-Pardo, Defensor del Ciudadano de Granada, dice que puede haber remedios de emergencia, como períodos de carencia, renegociaciones de la deuda, ejecutar la hipoteca, pero dejar a la familia vivir en la casa...

Las hipotecas, normalmente, tienen una dimensión privada, pero en esta crisis, tienen una dimensión pública. Requieren soluciones públicas: legislación coyuntural, apoyos...

¿No es con dinero público extraordinario con el que se ha atendido a las necesidades de los bancos? ¿No será con medidas públicas extraordinarias con las que habrá que atender a las víctimas de la crisis?

¿No las estamos dejando hasta ahora entregadas al "sálvese quien pueda", en total soledad, como si fueran problemas privados?

¿No sería, la búsqueda de esas soluciones de emergencia, la micropolítica que demostraría que se está pendiente de los más perjudicados?

viernes, diciembre 17, 2010

Manifiesto personal no-binarista






Publicado previamente en
http://arcoiris-difuso.blogspot.com

Por Kim Pérez


Todos sabemos que somos hombres y mujeres. Éste es un dato básico de nuestra cultura. Y de nuestras leyes. Cuando nace un niño, tiene que ser dado de alta como hombre o como mujer. Y en los documentos de identidad, hay sólo dos alternativas: hombre o mujer.

Sin embargo, todos sabemos también que nacen niños intersexuales. Pero se considera que esa es la excepción que confirma la regla, y hay que meterlos, aunque sea a empujones, en una de las dos casillas, hombre o mujer.

También sabemos que, cuando crecen, hay hombres que no están a gusto siendo hombres, y mujeres que no querrían ser mujeres. Se nos llama transexuales, y también tenemos muy claro que, si no somos lo uno, tenemos que ser lo otro. También, aunque sea a empujones, tenemos que ser mujeres u hombres.

Por tanto, la realidad cultural y legal es que hay hombres y mujeres, y quienes no se ajusten, tienen que ser hombres o mujeres.

Esto se llama “binarismo de sexogénero”. Significa que la realidad física y físicopsíquica, o mental, tiene que ajustarse aunque sea a empujones dentro de una supuesta realidad cultural y legal, que en el fondo, es una fantasía.

La realidad real, la verdadera, es mucho más variada, más difusa. Hay un No-binario. El universo natural del sexogénero es no-binario. Hay hombres, mujeres, hombres femeninos, mujeres masculinas, intersexuales, transexuales, todos en grado diverso. Lo sabemos verdaderamente, no hace falta más que abrir los ojos, sólo que la realidad virtual de nuestra cultura nos hace olvidarnos.

Es como una “matrix” que nos hace ver que sólo hay dos donde en realidad hay más clases. Cerramos los ojos después de abrirlos.

Lo interesante es que esta “matrix” es un sistema de dominación.

Sabemos que en la cultura tradicional hay sólo hombres y mujeres, y sabemos también que, en ella, los hombres son los dominadores y las mujeres las dominadas.

O sea, que la distinción entre dos, se transforma en voluntad de dominación; o la voluntad de dominación se transforma en distinción.


La dominación es binaria, desde luego. Quien quiere dominar, admite sólo dominados. Si admitiera terceros, personas libres, su dominación podría verse comprometida. Podría haber alianzas inesperadas, etc

¡Nada de eso! Dominador y dominados. Si acaso, dominadores y dominados.

La dominación primordial, la más básica: hombres y mujeres.

Sólo que “hombres” y “mujeres” se definen matricialmente, binaristamente, dejando a un lado a quienes convenga, o burlándose y apartándonos mediante la burla, o matándonos directamente, porque rompemos el esquema binarista.

(Ese esquema de dominación no ha existido siempre; no existió cuando la forma de vida era recolectora –por ejemplo, en “Los dioses deben de estar locos”- cuando en la práctica, hombres, mujeres y hasta niños aportaban alimentos por igual; existió cuando surgió la gran caza organizada, en la que los varones tenían que alejarse del campamento para cazar a los grandes animales, y las mujeres tenían que quedarse en él con los niños, etcétera...Es una larga historia)

A medida que rompemos la dominación, rompemos el binarismo.

Quien quiera, hoy, ir contra la dominación de unos humanos por otros, tiene que ir contra el binarismo, la primera y fundamental de las dominaciones, la que entrena en la dominación, uniéndola al placer sexual.

La que hace desear la dominación.

No se puede ser no-dominacionista y seguir siendo binarista.

El feminismo empezó en el siglo XIX siendo la mayor fuerza del liberacionismo o no-dominacionismo de sexogénero; a imagen suya, nació el movimiento gay a mediados del siglo XX; y poco a poco, en un movimiento y otro, fueron surgiendo los conceptos no-binaristas (teoría queer)

Pero ha hecho falta el nacimiento del movimiento trans para que, naturalmente, el movimiento no-binarista se defina y se universalice, ya en el siglo XXI.

Vemos con toda claridad que el feminismo, el movimiento gaylésbico, el movimiento trans, y bisexual, e intersexual, del siglo XXI, tienen que ser liberacionismos de sexogénero, cada uno en su ámbito, no-dominacionismos, no-binarismos, sabiendo que la realidad de sexogénero entera es No-binaria, difusa, como un arcoiris.

Yo en mi cuerpo




Miro mi muñeca derecha y veo sorprendida que, antes de llegar a la palma, hay tres venillas finas que entran o salen de ella. No tenía ni idea de que estaban ahí. Tres pequeños conductos en mi armazón.

Como siempre me ha pasado, me sorprende estar en mi cuerpo. Lo mismo me sorprendería ver de pronto que estoy en el de una extraterrestre, completamente distinto de la estructura humana.

Yo vivo en mi cuerpo; no soy mi cuerpo; ni siquiera es apropiado decir "mi cuerpo", este cuerpo no es mío.

Estoy yo en él, pero ni lo he hecho, ni sé cómo está hecho, funciona al margen de mi conocimiento y mi voluntad, y un día fallará sin que yo sepa ni cómo ni cuándo.

Éste es el sentimiento más profundo y antiguo que tengo respecto a mi corporalidad. Junto a él, es nada que me extrañe que haya habido en él genitales masculinos, que no me haya acostumbrado a ellos, etcétera. Si me sorprende que mi piel sea del color ocre claro que es, que sea casi lampiña, a diferencia de todos los mamíferos que conozco, que el pelo esté concentrado en partes de la cabeza como las cejas, etcétera!

Creo que la transexualidad es nada más que un aspecto menor y secundario de una extrañeza radical por vivir en este cuerpo. En él soy como un ángel metido en un armatoste de conductos, cables, músculos, etcétera...

(Escribo unos días después. Ayer hablé de esto con una recién conocida, y esta noche estuve recordando cuándo pensé en esto por primera vez. La primera vez que miré mi mano asombrándome de que fuera mía, fue el año que tuve por primera vez un suspenso en clase, que me humilló muchísimo y me hizo sentir un paria; eso pasó cuando tenía... catorce años, más o menos un año después de mi pubertad y de que se definiera mi transexualidad.

Encuentro que este dato es de la mayor importancia, pues significa que mi transexualidad no fue un sentimiento aislado, exclusivamente sexual, sino la parte más práctica y visible de una extrañeza general porque mi cuerpo fuera mi cuerpo, porque yo estuviera aquí y ahora, porque mis padres fueran mis padres, etcétera, que me parece común a todos los humanos adolescentes, pero que en mí fue particularmente fuerte, como manifiestan muchos otros recuerdos)

martes, diciembre 14, 2010

Religión y Crítica




O más exactamente, al volver sobre esta cuestión del pensamiento científico y el religioso, no quisiera que se me olvidara la experiencia de aquel adolescente que fui yo y sobre el que cayó una losa claustrofóbica que no podía siquiera ver pero que le ahogaba. ¡Una pesadilla que duró decenios, la más agobiante experiencia de su existencia!

En la turbulencia de las sensaciones y sentimientos de la pubertad, descubrió que no podía hablar con nadie que se los aclarase o que no le echase la culpa por principio. No podia hablar de ellos, tenía que callar y resolver aquella terrible confusión a solas, y aquello duró decenios.

Aquella cultura estaba fundada en el axioma de que la verdad se impone, no se discute. Por eso no encontraba a nadie que quisiera sencillamente hablar con naturalidad de aquellos deseos de cambio de sexo que estaban apareciendo en su corazón, de manera que pudiera empezar a entenderse.

Por eso, si yo hubiera tenido un hijo, no querría olvidar mi propia experiencia tan dolorosa, y empezaría por enseñarle que la verdad se encuentra más fácilmente cuando se discute, ya que era la verdad sobre mí lo que tuve que buscar con ansia sin que nadie me ayudara.

Por eso veo a Hesíodo como un aliviador maestro de la verdad religiosa, al que no quiero renunciar. Cuenta, en su "Teogonía", el "Origen de los Dioses", que vivía de niño junto al monte en que vivían las Musas, según la opinión común, y al que tenía que subir todos los días, porque era pastor, para guardar su ganado.

Tenía la esperanza de verlas, dada esa circunstancia única, pero nunca las vio.

Entonces, al escribir su libro, se inventa que se le aparecieron, y que se burlaron amablemente de él, diciéndole se supone que con voces cantarinas:

"¡Nosotras sabemos decir mentiras que parecen verdades y verdades que parecen mentiras!"

Y ésa es la actitud que hay que tener ante cualquier afirmación de lo sobrenatural. ¡Ojalá hubiese tenido yo, con catorce años, alquien que me hubiera hablado, no ya de transexualidad, sino de Hesíodo! ¡Que me hubiera enseñado que mi sentido religioso, mi deseo del Infinito, mi añoranza de la Pureza, mi muchísimo respeto, mi confianza, mi admiración (no mi adoración) a Jesús Nazareno tendrían que pasar, no por la libre discusión placentera y reveladora, sino por su imposición, hasta el punto de hacerme creer que eran una losa inmensa en la que no había sitio para mis sentimientos!

No he tenido hijos, pero he podido hablarles año tras año de Hesíodo a los adolescentes que he tenido como alumnos de Filosofía.

Ojalá ya fuera frecuente (todavía no lo es) encontrar a muchas personas que unan las intuiciones religiosas a fondo con una reflexión crítica incesante!

domingo, diciembre 05, 2010

La busca de la Verdad





Si yo tuviera un hijo, al tener que educarlo, movida por el amor hacia él, querría que aprendiera el pensamiento científico crítico, analítico, metódico, antes que el religioso, que toca planos muy profundos de la vida humana, pero que está demasiado lleno de emociones y dogmatismos. Al enseñarle ese orden de las afirmaciones, le estaría dando seguridad para el futuro y confianza en mí.

Sólo una preparación crítica permite seguir con fundamento las afirmaciones religiosas, distinguiendo lo que aprendió a distinguir Hesíodo ya en el siglo VIII aC, las mentiras que parecen verdades y las verdades que parecen mentiras.

Esto quiere decir que le enseñaría a respetar por encima de todo la verdad, de manera absoluta para sí mismo, puesto que mentirse o no atreverse a afrontar la verdad es ponerse en peligro de un desastre.

Le enseñaría que del respeto a la absoluta verdad para sí mismo nacen la necesidad del estudio, la conveniencia del diálogo para hallarla, la humildad ante los propios errores, la honradez o rectitud, que es actuar conforme a la verdad, la sinceridad para los otros, que es decirla en la medida de lo que sea posible.

¡Tantas buenas cualidades dependen del respeto a la verdad! En realidad, los humanos nacemos y vivimos para la verdad. Para ella debemos desarrollar nuestros cuerpos, que son como un escalón para nuestras almas, ávidas de conocimiento. El desarrollo de la salud y de la inteligencia y todo lo que lo favorece es bueno, lo que lo impide, o lo estorba, es malo.