viernes, febrero 15, 2008

Mi desacuerdo con el perspectivismo de género



En la perspectiva de género cuenta más el radicalismo que el feminismo. Llamada también feminismo de la igualdad, se contrapone al feminismo de la diferencia, que comparto. Es un error, por falta de suficiente contraste con la realidad, hoy muy presente en la cultura española y cuyas interpretaciones sobre los hechos homosexuales y transexuales tengo que rebatir, como persona interesada.

La encrucijada que lleva al error está en la afirmación de que todo el género (o conducta sexual) es cultural, lo que permitiría transformarlo del todo culturalmente, con un criterio de lucha de clases sexuales. Entre el todo y una parte hay una gran diferencia. De aquí se entra en terrenos a los que la falta de comprobación hace que se muevan bajo los pies: la aspiración a la reproducción sistemática mediante ingeniería biológica, la negación de la maternidad, el matrimonio y la familia y la afirmación del aborto y de que la vida privada debe ser controlada por la pública.

Ante todo esto, me siento en contra, porque yo no estoy contra la familia, que en la práctica me parece la mayor fuente de amor sólido con que contamos los humanos, aunque haya familias desastrosas; no estoy contra el matrimonio, que me parece que puede ser un compromiso de amor o afecto entre personas que se ven mutuamente como únicas, aunque haya tantos matrimonios fallidos (por eso defiendo también el matrimonio homosexual); estoy contra el aborto, porque es una invasión de la subjetividad por la objetividad; y afirmo que una garantía de la libertad personal está en que el Estado respete y se detenga ante un espacio de vida privada.

Todo esto no tendría demasiada importancia si sólo fuera una especulación, pero en España es una ideología hegemónica, que usa premisas correctas pero llega a conclusiones disparatadas, y que tiene la fuerza y el prestigio de los departamentos universitarios de estudios de género y la de los partidos que la han incorporado a su programa.

Se convierte así en nuestra nación en parte esencial del programa del nuevo socialismo, en política practicada por el poder y en adoctrinamiento por el Estado, en puesta en práctica obligatoria de la perspectiva de género y en un nuevo derecho sostenido en tan frágiles bases racionales.

Yo he aprendido el valor de la razón, por una educación fuerte, lo que me ha permitido permanecer bastante lúcido en este ámbito donde se ha llegado a la locura (sorprendentemente para mí, puesto que mi vida es tan radical; me encuentro de pronto parecido a Neo, de “Matrix”)

Sé que una parte del género es natural, lo que se llama sexualidad, y que todo lo natural se puede transformar como artefacto, pero debe estar justificado por la ley de la razón. Ésta tiene exigencias como el respeto en principio a la lógica de lo natural, cuyas implicaciones se nos escapan, y que cambiemos sólo lo que vaya siendo sin duda y sin inconvenientes un bien humano (como el parto sin dolor, por ejemplo)

Mi crítica al perspecivismo de género se centra entonces en que sus principios no son suficientemente críticos, sino que están distorsionados por partir de axiomas no confirmados y más bien falsados por la Neurología, y en particular la afirmación de que todo lo genérico es social o cultural (lo es en parte, pero no del todo); proceden de una disforia de género o disgusto por las insuficiencias del código de género, que comparto cálidamente; pero mientras las personas transexuales buscamos a un desajuste particular una solución particular, y las feministas saben que el código de género debe ser transformado profundamente, el radicalfeminismo (más radical que feminista) extrapola la transformación al límite, omitiendo todo control de racionalidad, excepto ese límite, llegando a afirmar que el género no debe existir. Muerto el perro, se acabó la rabia, decimos.

Las insuficiencias en el control racional de sus principios, su voluntarismo, limitan al perspectivismo de género, convirtiéndolo en una ideología, no mantenéndolo como teoría científica, aunque lo aparenta; siguiendo sus orígenes remotos en el existencialismo, es sólo aparentemente lógico, retórico y dogmático. Es ideología en el sentido en que éstas son intentos incompletos de racionalización voluntarista. Pero ha conseguido instalarse en las convenciones occidentales, alcanzar un estatuto de corrección política, parecer indiscutible, y de ahí extrae su fuerza política.

Ante la fuerza de esta equivocación, y sus terribles consecuencias lógicas, ahora me toca transformar mi activismo gay-lésbico-transexual, incluyendo la afirmación explícita de que los derechos gays, lésbicos y transexuales, se deben defender sin contar con la ideología perspectivista de género y aun declarándome claramente en contra de ella, por utilizar nuestra realidad al servicio de sus fines. Por ejemplo, mientras yo veo el matrimonio homosexual como una consecuencia lógica del amor o la amistad extrema, el perspectivismo de género lo ve como un medio para vaciar de significado el matrimonio heterosexual y, por medio de ello, demoler la diferencia de los géneros.